/ viernes 18 de septiembre de 2020

A mi querido Poky

QUO VADIS

Pasaron cuatro décadas y media para que finalmente tú, mi querido sobrino Poky, te nos adelantaras en el camino de la vida… Una vida prometedora y llena de gratificantes momentos que nos regalaste a la familia y a muchas personas más que vivieron con intensidad tu bondad y sencillez.

Fueron dones que el Creador te concedió seguramente a manos llenas para superar momentos que marcaron tu vida: Primero, la pérdida de tu señor padre, Carlos Francisco, cuando no cumplías ni los 2 años de edad y después, cuando en plenitud de juventud un accidente te hizo de capacidades diferentes que nunca te doblegaron y, por el contrario, te mantuviste decidido a procurar el bienestar y porvenir propio y de la familia.

En fin, querido sobrino, parece que nada cambió tu espíritu y razón de existencia porque desde tu infancia hasta tu partida ¿cómo no recordar tu noble sonrisa?...¿cómo explicar tu paciente silencio ante la adversidad? y ¿cómo olvidar tu ímpetu ante la adversidad?, siempre adelante…siempre buscando ser triunfador…

Y lo eres mi querido Poky, porque queda en cada persona que te conoció tu singular ánimo como el que exhibías como jugador y entrenador de futbol americano, rescatando y construyendo vidas, forjando hombres en base al esfuerzo y dedicación, acumulando éxitos y trofeos en tu travesía deportiva.

Por todo eso y por tus huellas como un gran ser humano, nos dejas como entendimiento que más que necesitar de los demás en tu vida, cuánto necesitamos ahora de tu presencia, porque como hijo, padre, esposo, sobrino, primo y amigo siempre fuiste ejemplar. Y así hasta el final porque inclusive en la postrimería de tu fugaz partida todavía enunciabas serio y diligente: “Voy a estar bien”…Y seguramente así es ahora que estás a la diestra del Señor y en compañía de tu querido padre, abuelos y otros seres amados que se adelantaron en el destino.

Queda en mi memoria tu gratitud y bondad; quedan los recuerdos de tu infancia, juventud y madurez, pero también quedan las marcas de tu bendita alma que al decirnos adiós aflige por la sola falta de su presencia.

Mientras y como muchas otras personas que tuvimos oportunidad de conocerte, te digo gracias Poky por todo lo que fuiste y por todo lo que nos diste sin pedir nada a cambio…Que Dios te bendiga siempre y que tu luz siga dando brillo en la vida eterna a la que ahora perteneces.

PD.- Carlos Alberto Moraga Romero (Poky) nació en Mexicali; fue hijo único de Carlos Francisco Moraga Islas (Q.E.P.D.) y Martha E. Romero Montaño; tenía 45 años y fue ejemplar jugador y entrenador en el equipo “Monaguillos” del Instituto Salvatierra; últimamente se desempeñó en el Instituto Municipal del Deporte y la Cultura Física de Mexicali donde en no pocas ocasiones fue guía para acciones en beneficio de personas con capacidades sin límite. Le sobreviven su esposa Martha y su hijo Héctor.


QUO VADIS

Pasaron cuatro décadas y media para que finalmente tú, mi querido sobrino Poky, te nos adelantaras en el camino de la vida… Una vida prometedora y llena de gratificantes momentos que nos regalaste a la familia y a muchas personas más que vivieron con intensidad tu bondad y sencillez.

Fueron dones que el Creador te concedió seguramente a manos llenas para superar momentos que marcaron tu vida: Primero, la pérdida de tu señor padre, Carlos Francisco, cuando no cumplías ni los 2 años de edad y después, cuando en plenitud de juventud un accidente te hizo de capacidades diferentes que nunca te doblegaron y, por el contrario, te mantuviste decidido a procurar el bienestar y porvenir propio y de la familia.

En fin, querido sobrino, parece que nada cambió tu espíritu y razón de existencia porque desde tu infancia hasta tu partida ¿cómo no recordar tu noble sonrisa?...¿cómo explicar tu paciente silencio ante la adversidad? y ¿cómo olvidar tu ímpetu ante la adversidad?, siempre adelante…siempre buscando ser triunfador…

Y lo eres mi querido Poky, porque queda en cada persona que te conoció tu singular ánimo como el que exhibías como jugador y entrenador de futbol americano, rescatando y construyendo vidas, forjando hombres en base al esfuerzo y dedicación, acumulando éxitos y trofeos en tu travesía deportiva.

Por todo eso y por tus huellas como un gran ser humano, nos dejas como entendimiento que más que necesitar de los demás en tu vida, cuánto necesitamos ahora de tu presencia, porque como hijo, padre, esposo, sobrino, primo y amigo siempre fuiste ejemplar. Y así hasta el final porque inclusive en la postrimería de tu fugaz partida todavía enunciabas serio y diligente: “Voy a estar bien”…Y seguramente así es ahora que estás a la diestra del Señor y en compañía de tu querido padre, abuelos y otros seres amados que se adelantaron en el destino.

Queda en mi memoria tu gratitud y bondad; quedan los recuerdos de tu infancia, juventud y madurez, pero también quedan las marcas de tu bendita alma que al decirnos adiós aflige por la sola falta de su presencia.

Mientras y como muchas otras personas que tuvimos oportunidad de conocerte, te digo gracias Poky por todo lo que fuiste y por todo lo que nos diste sin pedir nada a cambio…Que Dios te bendiga siempre y que tu luz siga dando brillo en la vida eterna a la que ahora perteneces.

PD.- Carlos Alberto Moraga Romero (Poky) nació en Mexicali; fue hijo único de Carlos Francisco Moraga Islas (Q.E.P.D.) y Martha E. Romero Montaño; tenía 45 años y fue ejemplar jugador y entrenador en el equipo “Monaguillos” del Instituto Salvatierra; últimamente se desempeñó en el Instituto Municipal del Deporte y la Cultura Física de Mexicali donde en no pocas ocasiones fue guía para acciones en beneficio de personas con capacidades sin límite. Le sobreviven su esposa Martha y su hijo Héctor.