/ miércoles 20 de junio de 2018

A tiro de piedra… ¿Y?

Vientos


A nueve días de distancia del 1 de julio electoral, todavía -y eso es natural- no sabemos del potencial ciudadano que acudirá a casillas a emitir su voto y ejercer su derecho de señalar sus preferencias políticas o la cancelación gráfica de su repudio singular o grupal.

Los mexicanos somos entes especiales sin ninguna duda. Dentro de nuestra cultura que es la suma de culturas regionales diferentes, se provoca una realidad: la cultura de la incultura política que rebasa los espacios unipersonales para confundirse, del brazo de la ignorancia, con la incompetencia para seleccionar al guía nacional adecuado a nuestra circunstancia del entorno internacional.

No es un fenómeno nuevo. La historia nos informa del antiquísimo similar problema que arranca desde los albores de nuestros orígenes triales. Los tlatoanis se remontan -con otros títulos segytamente- a épocas prehistóricas; pero en el fondo, todo sigue igual. Tras siglos de opresión y sujeción hermética a sistemas políticos elementales o semisofisticados, pero siempre bajo el imperio de fuerzas superiores en el “trono”, en donde el poder político se manifiesta y se ejerce con o sin problemas. Eso que López Obrador llama “la mafia del poder” que tanto ansía inventando razones y argumentos que la realidad invalida y menos ahora, cuando puede ganar el premio “mayor” sin la fuerza del Congreso de la Unión… al parecer ilusorio.

En la época actual, armados de modernas herramientas políticas como los partidos ad hoc, el tenor del poder es el mismo. La democracia, con ser un sistema político que podría encaminar a las sociedades del mundo a mejores expectativas de progreso y desarrollo, se topan con el muestrario de la cerrazón cerebral, como Mr. Trump en los EU que acaba de renunciar a su país en la ONU al espacio defensor de los Derechos Humanos. Paradigma de la estupidez y vanalidad congénitas.

Y los mexicanos seguimos siendo pasto de los discursos rayanos en la estupidez de los valientes, los machos, los guerreros que con una varita mágica van a solucionar las angustias, las adversidades de los mexicanos que los votan para quedarse igual o peor que antes.

Pero se les oculta, malévolamente, la historia. Se les oscurece el firmamento personal con piedrecillas falsas, los engañan con promesas casi como las religiosas del más allá que nunca llega al más acá.

Y faltan solamente nueve días y los mexicanos miran, en su mayoría, si el TRI conquista la copa mundial de las patadas, y un atisbo apenas para entender si votan por AMLO y en contra del PAN, o votan por AMLO y en contra del PRI. O si votan, porque el domingo 1 de julio el aparato mágico del momento, la TV, es superior en el partido que les espera que salirse de su casa en donde el alcohol y las botanas seguirán diseñando su fututo… ¡Viva México! Abajo con la reforma educativa.


Vientos


A nueve días de distancia del 1 de julio electoral, todavía -y eso es natural- no sabemos del potencial ciudadano que acudirá a casillas a emitir su voto y ejercer su derecho de señalar sus preferencias políticas o la cancelación gráfica de su repudio singular o grupal.

Los mexicanos somos entes especiales sin ninguna duda. Dentro de nuestra cultura que es la suma de culturas regionales diferentes, se provoca una realidad: la cultura de la incultura política que rebasa los espacios unipersonales para confundirse, del brazo de la ignorancia, con la incompetencia para seleccionar al guía nacional adecuado a nuestra circunstancia del entorno internacional.

No es un fenómeno nuevo. La historia nos informa del antiquísimo similar problema que arranca desde los albores de nuestros orígenes triales. Los tlatoanis se remontan -con otros títulos segytamente- a épocas prehistóricas; pero en el fondo, todo sigue igual. Tras siglos de opresión y sujeción hermética a sistemas políticos elementales o semisofisticados, pero siempre bajo el imperio de fuerzas superiores en el “trono”, en donde el poder político se manifiesta y se ejerce con o sin problemas. Eso que López Obrador llama “la mafia del poder” que tanto ansía inventando razones y argumentos que la realidad invalida y menos ahora, cuando puede ganar el premio “mayor” sin la fuerza del Congreso de la Unión… al parecer ilusorio.

En la época actual, armados de modernas herramientas políticas como los partidos ad hoc, el tenor del poder es el mismo. La democracia, con ser un sistema político que podría encaminar a las sociedades del mundo a mejores expectativas de progreso y desarrollo, se topan con el muestrario de la cerrazón cerebral, como Mr. Trump en los EU que acaba de renunciar a su país en la ONU al espacio defensor de los Derechos Humanos. Paradigma de la estupidez y vanalidad congénitas.

Y los mexicanos seguimos siendo pasto de los discursos rayanos en la estupidez de los valientes, los machos, los guerreros que con una varita mágica van a solucionar las angustias, las adversidades de los mexicanos que los votan para quedarse igual o peor que antes.

Pero se les oculta, malévolamente, la historia. Se les oscurece el firmamento personal con piedrecillas falsas, los engañan con promesas casi como las religiosas del más allá que nunca llega al más acá.

Y faltan solamente nueve días y los mexicanos miran, en su mayoría, si el TRI conquista la copa mundial de las patadas, y un atisbo apenas para entender si votan por AMLO y en contra del PAN, o votan por AMLO y en contra del PRI. O si votan, porque el domingo 1 de julio el aparato mágico del momento, la TV, es superior en el partido que les espera que salirse de su casa en donde el alcohol y las botanas seguirán diseñando su fututo… ¡Viva México! Abajo con la reforma educativa.