/ martes 30 de noviembre de 2021

Agradecer en pandemia

CRUZANDO LÍNEAS

Soy fronteriza; los que crecieron en dos mundos lo entenderán. Es vivir entre un orgullo por las raíces y el descubrimiento de oportunidades; es hablar y pensar en dos idiomas y a veces en ninguno; es convertir pesos a dólares, viajar por un galón de leche o un taco, celebrar con hamburguesas y romper piñatas; es una constante burla de la geografía y la política.

Crecí entre las fiestas patronales y el Día de Acción de Gracias; el Día de Muertos y el Halloween, el 15 de septiembre y hasta el 4 de julio. Por eso hoy pongo la mesa para festejar una tradición que también hemos hecho nuestra: El Día del Pavo, como dicen por acá. Qué bonito es esto de la gratitud. Qué dicha el sentimiento de estimar a los o lo que tenemos y poder corresponder de alguna manera. Qué delicia que se alborote el corazón por saborear sueños anhelados o aquellos que ni sabíamos que teníamos. Qué fortuna los reencuentros y las ganas.

Cortesía | El Sol de México

Este año, en medio de la adversidad y una crisis de salud mundial, yo tengo más que agradecer que nunca: Tengo mucho amor, salud, un techo y comida, un trabajo que me apasiona, una mascota que mueve la cola cuando me ve llegar a casa, una familia que me apapacha… En fin, tantas bendiciones que podría enlistar.

Agradezco por los momentos de complicidad en los que nadie recuerda el teléfono para sacar fotos o las noches que se convierten en madrugadas con vino o café; agradezco por las sonrisas a medias y las lunas; los silencios incómodos y las charlas en las que no hay pausa ni para tomar aire; las tardes de carcajadas intensas, las vueltas en bicicletas y paseos por el canal.

Doy gracias por emprender y crear, por sentir que soy capaz de conquistar el mundo con la ayuda de mi comunidad; por el barrio que me respalda. Por los días libres, el caos matutino y las noches de desvelo. Salud por la libertad que me da freelancear. Doy gracias por las becas que me llevan al balcón de mis sueños: Las que me enseñan a planear y crear estrategias, las que me centran, las que me inspiran y las que me sacuden.

Doy gracias por la familia que tengo y la que me ha adoptado, por los jefes que me enseñaron lo que nunca quiero ser y por los compañeros que me ayudaron a lamer heridas. Gracias por las amistades fantásticas y las hermandades que nacen del amor y no de la sangre. Doy gracias por los muchos privilegios, por los viajes y uno que otro lujo; por los días en los que nada me alcanza y, como diría un buen amigo: Por los momentos en los que no doy pie con bola.

Tengo los brazos llenos, la mesa servida, las luces encendidas y el pecho que apenas contiene un corazón acelerado. Solo por hoy lo tengo todo y por eso doy gracias.


CRUZANDO LÍNEAS

Soy fronteriza; los que crecieron en dos mundos lo entenderán. Es vivir entre un orgullo por las raíces y el descubrimiento de oportunidades; es hablar y pensar en dos idiomas y a veces en ninguno; es convertir pesos a dólares, viajar por un galón de leche o un taco, celebrar con hamburguesas y romper piñatas; es una constante burla de la geografía y la política.

Crecí entre las fiestas patronales y el Día de Acción de Gracias; el Día de Muertos y el Halloween, el 15 de septiembre y hasta el 4 de julio. Por eso hoy pongo la mesa para festejar una tradición que también hemos hecho nuestra: El Día del Pavo, como dicen por acá. Qué bonito es esto de la gratitud. Qué dicha el sentimiento de estimar a los o lo que tenemos y poder corresponder de alguna manera. Qué delicia que se alborote el corazón por saborear sueños anhelados o aquellos que ni sabíamos que teníamos. Qué fortuna los reencuentros y las ganas.

Cortesía | El Sol de México

Este año, en medio de la adversidad y una crisis de salud mundial, yo tengo más que agradecer que nunca: Tengo mucho amor, salud, un techo y comida, un trabajo que me apasiona, una mascota que mueve la cola cuando me ve llegar a casa, una familia que me apapacha… En fin, tantas bendiciones que podría enlistar.

Agradezco por los momentos de complicidad en los que nadie recuerda el teléfono para sacar fotos o las noches que se convierten en madrugadas con vino o café; agradezco por las sonrisas a medias y las lunas; los silencios incómodos y las charlas en las que no hay pausa ni para tomar aire; las tardes de carcajadas intensas, las vueltas en bicicletas y paseos por el canal.

Doy gracias por emprender y crear, por sentir que soy capaz de conquistar el mundo con la ayuda de mi comunidad; por el barrio que me respalda. Por los días libres, el caos matutino y las noches de desvelo. Salud por la libertad que me da freelancear. Doy gracias por las becas que me llevan al balcón de mis sueños: Las que me enseñan a planear y crear estrategias, las que me centran, las que me inspiran y las que me sacuden.

Doy gracias por la familia que tengo y la que me ha adoptado, por los jefes que me enseñaron lo que nunca quiero ser y por los compañeros que me ayudaron a lamer heridas. Gracias por las amistades fantásticas y las hermandades que nacen del amor y no de la sangre. Doy gracias por los muchos privilegios, por los viajes y uno que otro lujo; por los días en los que nada me alcanza y, como diría un buen amigo: Por los momentos en los que no doy pie con bola.

Tengo los brazos llenos, la mesa servida, las luces encendidas y el pecho que apenas contiene un corazón acelerado. Solo por hoy lo tengo todo y por eso doy gracias.