/ miércoles 24 de junio de 2020

Alejandra, Gina y Marina

EL MURO

La política bajacaliforniana dominada por hombres ha estado llena de payasos involuntarios que han hecho payasadas voluntariosas, lo que de alguna forma ha orillado a las personas a participar cada vez menos los días de elecciones.

Tampoco es que Baja California se haya caracterizado históricamente por ser un dechado de entusiasmo participativo, pero lo que es innegable es que cada proceso ocurre una constante disminución de votantes. Por cierto, no es justo ni preciso llamarlo abstencionismo porque abstenerse implica evitar hacer una tarea con la plena conciencia de que no se está capacitado para ello.

Así que es de dudarse que las personas se abstengan de ir a votar, ya que emitir un sufragio no implica un extenuante esfuerzo intelectual, ni tampoco un riesgo. Podríamos entonces llamarlo desinterés, indiferencia, castigo, cansancio, enojo, pero nunca abstencionismo. En Estados Unidos y en otras partes del mundo prefieren referirse a los activos, por eso usan la expresión “participación ciudadana”.

En 1989 se le conoció como Ruffomanía (el supuesto apoyo desmedido a Ernesto Ruffo), pero solo movió al 47.3% del padrón electoral. Las elecciones a gobernador, que supuestamente deberían animar al elector, vienen a la baja desde 1995, hasta llegar a un triste 29% de participantes el año pasado. Ni qué decir de las elecciones intermedias estatales, en donde los candidatos a alcaldes y diputados despiertan el interés de menos gente.

Estamos tan acostumbrados a la falocracia que sugerir la idea de un equilibrio en la distribución de cargos de poder, no solo suena herético, sino incluso tonto. De entrada, por el bien del espectáculo electoral, para hacer atractiva la contienda del 2021 los partidos deberían postular mujeres porque en la práctica han demostrado que gracias a una serie de atributos brindan más beneficios para el ciudadano, comparados con los hombres. Por ejemplo, los países liderados por mujeres han tenido una mejor respuesta al manejo de la crisis por el coronavirus, en parte a su capacidad de ser más abiertas a escuchar diferentes planteamientos de diversos expertos antes de tomar decisiones, contrario a los homólogos masculinos que se casan con una idea.

En el Estado hay suficientes mujeres con la capacidad para ser gobernadoras. Sería interesante vivir una campaña llena de mujeres representando a sus partidos y luego ser gobernados por una de ellas. Gina Cruz, Marina Ávila y Alejandra León no han dicho públicamente que sí quieran competir por la gubernatura del Estado, pero por dentro están ansiosas porque saben que la posibilidad es real.

Es muy probable que estemos dejando pasar la oportunidad de dar el salto a un real progreso de la mano de una mujer en el poder. Solo sabremos si eso es cierto hasta que compitan en igualdad de condiciones que el macho opresor.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

La política bajacaliforniana dominada por hombres ha estado llena de payasos involuntarios que han hecho payasadas voluntariosas, lo que de alguna forma ha orillado a las personas a participar cada vez menos los días de elecciones.

Tampoco es que Baja California se haya caracterizado históricamente por ser un dechado de entusiasmo participativo, pero lo que es innegable es que cada proceso ocurre una constante disminución de votantes. Por cierto, no es justo ni preciso llamarlo abstencionismo porque abstenerse implica evitar hacer una tarea con la plena conciencia de que no se está capacitado para ello.

Así que es de dudarse que las personas se abstengan de ir a votar, ya que emitir un sufragio no implica un extenuante esfuerzo intelectual, ni tampoco un riesgo. Podríamos entonces llamarlo desinterés, indiferencia, castigo, cansancio, enojo, pero nunca abstencionismo. En Estados Unidos y en otras partes del mundo prefieren referirse a los activos, por eso usan la expresión “participación ciudadana”.

En 1989 se le conoció como Ruffomanía (el supuesto apoyo desmedido a Ernesto Ruffo), pero solo movió al 47.3% del padrón electoral. Las elecciones a gobernador, que supuestamente deberían animar al elector, vienen a la baja desde 1995, hasta llegar a un triste 29% de participantes el año pasado. Ni qué decir de las elecciones intermedias estatales, en donde los candidatos a alcaldes y diputados despiertan el interés de menos gente.

Estamos tan acostumbrados a la falocracia que sugerir la idea de un equilibrio en la distribución de cargos de poder, no solo suena herético, sino incluso tonto. De entrada, por el bien del espectáculo electoral, para hacer atractiva la contienda del 2021 los partidos deberían postular mujeres porque en la práctica han demostrado que gracias a una serie de atributos brindan más beneficios para el ciudadano, comparados con los hombres. Por ejemplo, los países liderados por mujeres han tenido una mejor respuesta al manejo de la crisis por el coronavirus, en parte a su capacidad de ser más abiertas a escuchar diferentes planteamientos de diversos expertos antes de tomar decisiones, contrario a los homólogos masculinos que se casan con una idea.

En el Estado hay suficientes mujeres con la capacidad para ser gobernadoras. Sería interesante vivir una campaña llena de mujeres representando a sus partidos y luego ser gobernados por una de ellas. Gina Cruz, Marina Ávila y Alejandra León no han dicho públicamente que sí quieran competir por la gubernatura del Estado, pero por dentro están ansiosas porque saben que la posibilidad es real.

Es muy probable que estemos dejando pasar la oportunidad de dar el salto a un real progreso de la mano de una mujer en el poder. Solo sabremos si eso es cierto hasta que compitan en igualdad de condiciones que el macho opresor.

vicmarcen09@gmail.com