/ lunes 11 de febrero de 2019

AMLO ante las exigencias de crecer

ESTRATEGIA$

El día que redacto esta columna, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cumple 72 días a cargo de la Presidencia de la República. Para algunos pareciera que son más, muchos más.

El “Peje” ha sido un personaje sobresaliente por más de 22 años. Si bien su carrera política inició antes, destacó al obtener la dirigencia nacional del PRD (1996-1999) y después ocupar la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal (2000-2005). Su persistencia como candidato a la Presidencia (2006, 2012 y 2018) lo hacen merecedor -en el buen sentido- del título de “rara avis”, sin que con esto busque incomodar a quienes lo tachan de radical, controversial y populista. Su trayectoria política, aunado al liderazgo que asumió a partir de triunfar en las elecciones presidenciales, dan la idea que lleva más tiempo del que ha transcurrido. Y esto vale la pena subrayarlo, pues los niveles de crítica y exigencia vistos hasta ahora no corresponden a dicha realidad. La oferta de AMLO como candidato fue transformar al país y -guste o no- lo ha iniciado. Hay que tener presente que esta acción no obedece a un capricho. Es respuesta a la exigencia de la mayoría de los mexicanos. El país no puede continuar por el mismo sendero. Uno que acrecienta cada día más la desigualdad, la injusticia, la corrupción y la impunidad. Por ahora no sabemos si el rumbo que se siga será el más indicado. No obstante, es innegable que permea una renovada esperanza de que así será. El camino que nos depara será largo y sinuoso. Seremos espectadores de grandes aciertos y graves errores. Y en este acontecer, el éxito o fracaso no depende de un solo hombre y su equipo, sino de la aportación que hagamos cada uno, por pequeña que sea. En mi opinión, para lograr el cambio debemos dejar a un lado la visión cortoplacista. Esa que exige mejoría continua. Crecer como meta es y debe ser regla en los negocios, mas no en las sociedades. En éstas pueden darse circunstancias que obliguen a retroceder para abrir nuevos horizontes hacia el bienestar general. Nuestro país está en estas circunstancias. En términos coloquiales urge remodelar la casa. Y hacerlo no será gratis. Además del costo de materiales y mano de obra, habrá que lidiar con las incomodidades y corajes que esto trae consigo. Renovar implica sacrificios temporales en aras de vivir mejor. En este contexto, no debe preocupar si el crecimiento económico del país resulta este año menor a las expectativas. Si el PIB crece 1%, 2% o incluso disminuye a cero, lo relevante serán los logros en lo cualitativo y no lo cuantitativo. Así, el éxito en la lucha contra la corrupción y la impunidad no sólo podría traducirse en un ahorro a largo plazo de 1 o más billones de pesos anuales, sino en cambiar el sistema político y de gobernanza que están estructurados para que los dirigen puedan robar a diestra y siniestra. En las condiciones prevalecientes el futuro bienestar de México no está garantizado. Y no conviene que siga igual, lo mismo para quienes profesan ideologías de izquierda que derecha. Quiero especular que AMLO y la mayoría de sus colaboradores más cercanos piensan así.

ESTRATEGIA$

El día que redacto esta columna, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cumple 72 días a cargo de la Presidencia de la República. Para algunos pareciera que son más, muchos más.

El “Peje” ha sido un personaje sobresaliente por más de 22 años. Si bien su carrera política inició antes, destacó al obtener la dirigencia nacional del PRD (1996-1999) y después ocupar la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal (2000-2005). Su persistencia como candidato a la Presidencia (2006, 2012 y 2018) lo hacen merecedor -en el buen sentido- del título de “rara avis”, sin que con esto busque incomodar a quienes lo tachan de radical, controversial y populista. Su trayectoria política, aunado al liderazgo que asumió a partir de triunfar en las elecciones presidenciales, dan la idea que lleva más tiempo del que ha transcurrido. Y esto vale la pena subrayarlo, pues los niveles de crítica y exigencia vistos hasta ahora no corresponden a dicha realidad. La oferta de AMLO como candidato fue transformar al país y -guste o no- lo ha iniciado. Hay que tener presente que esta acción no obedece a un capricho. Es respuesta a la exigencia de la mayoría de los mexicanos. El país no puede continuar por el mismo sendero. Uno que acrecienta cada día más la desigualdad, la injusticia, la corrupción y la impunidad. Por ahora no sabemos si el rumbo que se siga será el más indicado. No obstante, es innegable que permea una renovada esperanza de que así será. El camino que nos depara será largo y sinuoso. Seremos espectadores de grandes aciertos y graves errores. Y en este acontecer, el éxito o fracaso no depende de un solo hombre y su equipo, sino de la aportación que hagamos cada uno, por pequeña que sea. En mi opinión, para lograr el cambio debemos dejar a un lado la visión cortoplacista. Esa que exige mejoría continua. Crecer como meta es y debe ser regla en los negocios, mas no en las sociedades. En éstas pueden darse circunstancias que obliguen a retroceder para abrir nuevos horizontes hacia el bienestar general. Nuestro país está en estas circunstancias. En términos coloquiales urge remodelar la casa. Y hacerlo no será gratis. Además del costo de materiales y mano de obra, habrá que lidiar con las incomodidades y corajes que esto trae consigo. Renovar implica sacrificios temporales en aras de vivir mejor. En este contexto, no debe preocupar si el crecimiento económico del país resulta este año menor a las expectativas. Si el PIB crece 1%, 2% o incluso disminuye a cero, lo relevante serán los logros en lo cualitativo y no lo cuantitativo. Así, el éxito en la lucha contra la corrupción y la impunidad no sólo podría traducirse en un ahorro a largo plazo de 1 o más billones de pesos anuales, sino en cambiar el sistema político y de gobernanza que están estructurados para que los dirigen puedan robar a diestra y siniestra. En las condiciones prevalecientes el futuro bienestar de México no está garantizado. Y no conviene que siga igual, lo mismo para quienes profesan ideologías de izquierda que derecha. Quiero especular que AMLO y la mayoría de sus colaboradores más cercanos piensan así.