/ miércoles 6 de abril de 2022

Apoyemos, no riñamos con el adolescente

EL MURO

Cuando un adolescente reta a la autoridad escolar, la respuesta debería ser brindarle orientación para canalizar su energía, potenciar sus capacidades y así convertirlo en una mejor versión de ser humano, no reñir con él.

La palabra enseñar deriva de señal, es decir, en el caso de la educación la enseñanza implica mostrar las vías para el desarrollo óptimo a un ser humano cuyo cerebro atraviesa por una serie de cambios que lo están preparando para el objetivo final, la adultez.

Los adolescentes necesitan ser apoyados por sus padres para lograr un desarrollo positivo y evitar que se conviertan en infractores de la leyes / Víctor Félix

Adolescente significa “estoy creciendo para convertirme en adulto”. De manera tal que un adolescente desenvolviéndose en un ambiente ordinario no es un rebelde sin causa ni un díscolo por el placer de serlo, sino alguien probando diversos mecanismos que le permitirán adaptarse de manera independiente, a una sociedad (“Adolescent maturity and the brain: The promise and pitfalls of neuroscience…”).

Una de las tantas razones por las cuales tenemos problemas sociales se debe a que los adultos de hoy fueron los adolescentes incomprendidos de ayer, los emocionalmente reprimidos, castrados espiritualmente, en vez de haber sido ayudados. Ellos en la actualidad reprimen a la primera de cambios o bien dejan fluir las cosas para evitar meterse en problemas, pero rehúyen al diálogo, mientras el jovencito lo pide a gritos silenciosos.

Permitir a un adolescente moverse a su gusto, sin guía, en nombre de la libertad o los derechos humanos, representa -además de mandarlo al matadero emocional o creativo- un acto de irresponsabilidad, de ignorancia supina. El proceso de desarrollo físico-emocional en el humano es ciertamente largo en comparación con otros mamíferos o primates, tal vez porque estamos diseñados para ser productivos y la calidad implica paciencia.

Hemos abordado hasta el momento el caso de adolescentes viviendo en ambientes ordinarios. Sin embargo, en Mexicali existen muchos sobreviviendo en entornos agresivos, a la buena de Dios, refugiados en albergues, jovencitos alguna vez niños felices a quienes no les importaban las carencias. Si con nuestros alumnos o nuestros hijos la tarea de la crianza es complicada, ahora imaginemos con aquellos quienes nunca sintieron cariño o tuvieron apapachos.

Antes de apostarle a la frialdad de la incuestionable disciplina militarizada o al desinterés timorato, por el bien de todos lo que ocupamos es encauzar con paciencia, desde el aula, el talento de nuestros adolescentes; mostrarles la importancia de los valores, el orden, la disciplina, pero también la creatividad, el ingenio, aunque sea mucho trabajo para un docente y aunque mucho de ese trabajo deba iniciar en el hogar.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

Cuando un adolescente reta a la autoridad escolar, la respuesta debería ser brindarle orientación para canalizar su energía, potenciar sus capacidades y así convertirlo en una mejor versión de ser humano, no reñir con él.

La palabra enseñar deriva de señal, es decir, en el caso de la educación la enseñanza implica mostrar las vías para el desarrollo óptimo a un ser humano cuyo cerebro atraviesa por una serie de cambios que lo están preparando para el objetivo final, la adultez.

Los adolescentes necesitan ser apoyados por sus padres para lograr un desarrollo positivo y evitar que se conviertan en infractores de la leyes / Víctor Félix

Adolescente significa “estoy creciendo para convertirme en adulto”. De manera tal que un adolescente desenvolviéndose en un ambiente ordinario no es un rebelde sin causa ni un díscolo por el placer de serlo, sino alguien probando diversos mecanismos que le permitirán adaptarse de manera independiente, a una sociedad (“Adolescent maturity and the brain: The promise and pitfalls of neuroscience…”).

Una de las tantas razones por las cuales tenemos problemas sociales se debe a que los adultos de hoy fueron los adolescentes incomprendidos de ayer, los emocionalmente reprimidos, castrados espiritualmente, en vez de haber sido ayudados. Ellos en la actualidad reprimen a la primera de cambios o bien dejan fluir las cosas para evitar meterse en problemas, pero rehúyen al diálogo, mientras el jovencito lo pide a gritos silenciosos.

Permitir a un adolescente moverse a su gusto, sin guía, en nombre de la libertad o los derechos humanos, representa -además de mandarlo al matadero emocional o creativo- un acto de irresponsabilidad, de ignorancia supina. El proceso de desarrollo físico-emocional en el humano es ciertamente largo en comparación con otros mamíferos o primates, tal vez porque estamos diseñados para ser productivos y la calidad implica paciencia.

Hemos abordado hasta el momento el caso de adolescentes viviendo en ambientes ordinarios. Sin embargo, en Mexicali existen muchos sobreviviendo en entornos agresivos, a la buena de Dios, refugiados en albergues, jovencitos alguna vez niños felices a quienes no les importaban las carencias. Si con nuestros alumnos o nuestros hijos la tarea de la crianza es complicada, ahora imaginemos con aquellos quienes nunca sintieron cariño o tuvieron apapachos.

Antes de apostarle a la frialdad de la incuestionable disciplina militarizada o al desinterés timorato, por el bien de todos lo que ocupamos es encauzar con paciencia, desde el aula, el talento de nuestros adolescentes; mostrarles la importancia de los valores, el orden, la disciplina, pero también la creatividad, el ingenio, aunque sea mucho trabajo para un docente y aunque mucho de ese trabajo deba iniciar en el hogar.

vicmarcen09@gmail.com