/ lunes 13 de agosto de 2018

Apuntes para una crónica

Vientos


Hace muchos años, el presidente Miguel Alemán Valdez, ya en el ocaso de su mandato, al responder a un reportero acerca de la sucesión presidencial, le respondió: “Sólo el pueblo y los partidos políticos tienen la respuesta. Ya es tiempo de que a mí me dejen en paz”.

Y agregó, palabras más o menos: “Si cumplí bien, regular o mal, ellos serán los jueces y entonces la historia caerá sobre mis espaldas sin compasión alguna. Me atengo pues, a la historia y por tanto al pueblo organizado para nombrar a mi sucesor en este encargo de tanta responsabilidad”. En esta frase dijo quién sería.

En esa época se vivía el vendaval al interior del PRI que con Alemán cobró vida. Un vendaval provocado por el desprendimiento doloroso del “padre”, el Partido de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas que destruyó el presidente Manuel Ávila Camacho que para el comienzo de su encargo había declarado ser católico y poblano cuando todavía se respiraban los olores a pólvora y crímenes en el llamado “cristerismo” que precisamente provocó el clero católico mexicano cerrando las puertas de los templos en tiempos de Plutarco Elías Calles y que ordenó el Papa en turno reabrirlos para restituir el orden en México.

Eran los tiempos en que los políticos “revolucionarios” viajaban de Gobernación -a cargo de Adolfo Ruiz Cortines- al Departamento del Distrito Federal en donde mandaba don Fernando Casas Alemán, primo de don Miguel. De las turbiedades de entonces, en esos momentos políticos anduvimos varios jóvenes bajacalifornianos en aquel grupo que formara mi general don Rodolfo Sánchez Taboada, amigo de mi padre. Tiempos difíciles que se acaban de terminar con la presencia del mago tabasqueño licenciado Andrés Manuel López Obrador, quien por lo pronto puso en calma al país, gracias a las manos hábiles de Peña Nieto que intervino con todo el dolor de su alma tricolor, para evitar el holocausto de un pueblo que merece el pregonado amor y paz del electo bajo una premisa inteligente y evidenciadora de la inteligencia de quien se va en diciembre: dejar al pueblo libre para votar sin presiones y con el respeto a su voluntad que dio el triunfo al “Peje” con 30 millones de sufragios que no son mayoría, pero sí de la concurrencia de sufragistas. Y ese simple y lógico remedio, funcionó. Ahora el ambiente es de tranquilidad y lo que sigue es y será responsabilidad de quien dice que tiene el remedio para hacer un México limpio de torpezas e injusticias… y que no fallará.

La historia de México no registra muchos guías nacionales de gran poder de convocatoria. Vale la pena leerla para saber cómo ha sido todo esto que tantos critican desde la cima de su ignorancia. Hay que aprender de la historia.


Vientos


Hace muchos años, el presidente Miguel Alemán Valdez, ya en el ocaso de su mandato, al responder a un reportero acerca de la sucesión presidencial, le respondió: “Sólo el pueblo y los partidos políticos tienen la respuesta. Ya es tiempo de que a mí me dejen en paz”.

Y agregó, palabras más o menos: “Si cumplí bien, regular o mal, ellos serán los jueces y entonces la historia caerá sobre mis espaldas sin compasión alguna. Me atengo pues, a la historia y por tanto al pueblo organizado para nombrar a mi sucesor en este encargo de tanta responsabilidad”. En esta frase dijo quién sería.

En esa época se vivía el vendaval al interior del PRI que con Alemán cobró vida. Un vendaval provocado por el desprendimiento doloroso del “padre”, el Partido de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas que destruyó el presidente Manuel Ávila Camacho que para el comienzo de su encargo había declarado ser católico y poblano cuando todavía se respiraban los olores a pólvora y crímenes en el llamado “cristerismo” que precisamente provocó el clero católico mexicano cerrando las puertas de los templos en tiempos de Plutarco Elías Calles y que ordenó el Papa en turno reabrirlos para restituir el orden en México.

Eran los tiempos en que los políticos “revolucionarios” viajaban de Gobernación -a cargo de Adolfo Ruiz Cortines- al Departamento del Distrito Federal en donde mandaba don Fernando Casas Alemán, primo de don Miguel. De las turbiedades de entonces, en esos momentos políticos anduvimos varios jóvenes bajacalifornianos en aquel grupo que formara mi general don Rodolfo Sánchez Taboada, amigo de mi padre. Tiempos difíciles que se acaban de terminar con la presencia del mago tabasqueño licenciado Andrés Manuel López Obrador, quien por lo pronto puso en calma al país, gracias a las manos hábiles de Peña Nieto que intervino con todo el dolor de su alma tricolor, para evitar el holocausto de un pueblo que merece el pregonado amor y paz del electo bajo una premisa inteligente y evidenciadora de la inteligencia de quien se va en diciembre: dejar al pueblo libre para votar sin presiones y con el respeto a su voluntad que dio el triunfo al “Peje” con 30 millones de sufragios que no son mayoría, pero sí de la concurrencia de sufragistas. Y ese simple y lógico remedio, funcionó. Ahora el ambiente es de tranquilidad y lo que sigue es y será responsabilidad de quien dice que tiene el remedio para hacer un México limpio de torpezas e injusticias… y que no fallará.

La historia de México no registra muchos guías nacionales de gran poder de convocatoria. Vale la pena leerla para saber cómo ha sido todo esto que tantos critican desde la cima de su ignorancia. Hay que aprender de la historia.