/ jueves 7 de noviembre de 2019

Asedio a las clases medias

Cuchillito de Palo


América Latina se enfila hacia la izquierda, sin que las mayorías tengan idea de lo que significa.

La persistencia de Cuba, como ejemplo de la lucha contra el imperialismo y la Venezuela (ahora de Maduro), empuja a otros países al cambio. El neoliberalismo (al que se le debería llamar Capitalismo Salvaje) ha hecho mella en millones de personas a las que ha empobrecido para depositar las riquezas en unas cuantas manos. Se lo debemos a la señora Thatcher, la “Dama de hierro” británica y a Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos. Ambos fueron los artífices de la transformación por la que se entronizó al mercado como monarca absoluto.

En aquellos días todavía de lucha contra el totalitarismo de la Unión Soviética (que tampoco supuso ninguna solución para la humanidad y, por el contrario, esclavizó a naciones enteras), se dio la bienvenida a la nueva corriente.

Las consecuencias empezaron a verse y sentirse: La polarización social acentuada, una injusta distribución de la riqueza y un incremento en el número de pobres.

Estados Unidos es buen ejemplo, aunque muchos compatriotas lo vean como un oasis. A quienes tienen esta percepción les cuesta creer que un altísimo porcentaje de niños carecen de alimentos en sus casas y sobreviven gracias a los que se les proporcionan en la escuela. Van con la ropa hecha jirones, con un triste suéter en inviernos de nieve y frío extremos.

Los servicios gratuitos de salud, inexistentes para quienes no pueden pagar un seguro particular (cada vez son más) con precios inaccesibles.

¿Que hay emigrantes que lo consideran un avance en sus condiciones de vida, frente a las que tenían en su terruño? Es verdad, aunque su nivel de bienestar es poco envidiable.

La queja actual de los chilenos es el ahogo en el que sucumbe la clase media. Al estilo yanqui se vive endrogado, con tarjetas de crédito a tope. Para cubrir gastos esenciales, tiene que trabajar la pareja y si se puede, dobletear las chambas. Se dice que se abatió la pobreza, pero las expectativas de subir un escalón en el nivel económico, obligan a un esfuerzo sobrehumano que no se refleja en la realidad.

En México sucede algo parecido. Los gobiernos exprimen a quienes se supone que tienen un “buen pasar”, cargándoles la mano en los impuestos y con las constantes alzas en todos los renglones, lo que vuelve insuficientes los ingresos. Otra de las grandes quejas de los habitantes del Cono Sur es el costo de los servicios de salud, también equiparable a lo que nos ocurre, con el desabasto de insumos, medicinas y atención de calidad. Quienes no cuentan con ellos, la condena es a muerte.

¿Y la justicia? En plena decadencia, sustituida por el abuso de unas castas divinas ciegas, a esos que fueron gruesos núcleos de habitantes (cada día se comprimen). En ese acoso cotidiano los pueblos dan bandazos y eligen gobernantes de una y otra ideología, sin que ninguno garantice mínimos resultados. Brasil pasó de Lula a la ultraderecha de Bolsonaro y la crisis sigue. La corrupción cierra el círculo de las desgracias y todos roban al parejo. Argentina es muestra fehaciente de la pérdida de brújula social: Se vota por la señora Fernández para la vicepresidencia, cuando no sólo dejó una economía destruida, sino que hay denuncias fuertes de corrupción.

La realidad es que -de momento- los principios están dormidos, urgen vías diferentes y hay una escasez patente de líderes auténticos.

Cuchillito de Palo


América Latina se enfila hacia la izquierda, sin que las mayorías tengan idea de lo que significa.

La persistencia de Cuba, como ejemplo de la lucha contra el imperialismo y la Venezuela (ahora de Maduro), empuja a otros países al cambio. El neoliberalismo (al que se le debería llamar Capitalismo Salvaje) ha hecho mella en millones de personas a las que ha empobrecido para depositar las riquezas en unas cuantas manos. Se lo debemos a la señora Thatcher, la “Dama de hierro” británica y a Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos. Ambos fueron los artífices de la transformación por la que se entronizó al mercado como monarca absoluto.

En aquellos días todavía de lucha contra el totalitarismo de la Unión Soviética (que tampoco supuso ninguna solución para la humanidad y, por el contrario, esclavizó a naciones enteras), se dio la bienvenida a la nueva corriente.

Las consecuencias empezaron a verse y sentirse: La polarización social acentuada, una injusta distribución de la riqueza y un incremento en el número de pobres.

Estados Unidos es buen ejemplo, aunque muchos compatriotas lo vean como un oasis. A quienes tienen esta percepción les cuesta creer que un altísimo porcentaje de niños carecen de alimentos en sus casas y sobreviven gracias a los que se les proporcionan en la escuela. Van con la ropa hecha jirones, con un triste suéter en inviernos de nieve y frío extremos.

Los servicios gratuitos de salud, inexistentes para quienes no pueden pagar un seguro particular (cada vez son más) con precios inaccesibles.

¿Que hay emigrantes que lo consideran un avance en sus condiciones de vida, frente a las que tenían en su terruño? Es verdad, aunque su nivel de bienestar es poco envidiable.

La queja actual de los chilenos es el ahogo en el que sucumbe la clase media. Al estilo yanqui se vive endrogado, con tarjetas de crédito a tope. Para cubrir gastos esenciales, tiene que trabajar la pareja y si se puede, dobletear las chambas. Se dice que se abatió la pobreza, pero las expectativas de subir un escalón en el nivel económico, obligan a un esfuerzo sobrehumano que no se refleja en la realidad.

En México sucede algo parecido. Los gobiernos exprimen a quienes se supone que tienen un “buen pasar”, cargándoles la mano en los impuestos y con las constantes alzas en todos los renglones, lo que vuelve insuficientes los ingresos. Otra de las grandes quejas de los habitantes del Cono Sur es el costo de los servicios de salud, también equiparable a lo que nos ocurre, con el desabasto de insumos, medicinas y atención de calidad. Quienes no cuentan con ellos, la condena es a muerte.

¿Y la justicia? En plena decadencia, sustituida por el abuso de unas castas divinas ciegas, a esos que fueron gruesos núcleos de habitantes (cada día se comprimen). En ese acoso cotidiano los pueblos dan bandazos y eligen gobernantes de una y otra ideología, sin que ninguno garantice mínimos resultados. Brasil pasó de Lula a la ultraderecha de Bolsonaro y la crisis sigue. La corrupción cierra el círculo de las desgracias y todos roban al parejo. Argentina es muestra fehaciente de la pérdida de brújula social: Se vota por la señora Fernández para la vicepresidencia, cuando no sólo dejó una economía destruida, sino que hay denuncias fuertes de corrupción.

La realidad es que -de momento- los principios están dormidos, urgen vías diferentes y hay una escasez patente de líderes auténticos.

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