/ sábado 14 de diciembre de 2019

Breve historia de un samurái

Pensares


Cerca de Tokio vivía un gran samurái que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí; era famoso por utilizar la técnica de la provocación, esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.

El joven e impactante guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurái, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.

Juntos todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro; arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.

Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo pudiste maestro soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada aun sabiendo que podías perder la lucha en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?

El maestro les preguntó:

-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?

-A quien intentó entregarlo –respondió uno de los alumnos.

Lo mismo pasa con la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan continuarán perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Pensares


Cerca de Tokio vivía un gran samurái que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí; era famoso por utilizar la técnica de la provocación, esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.

El joven e impactante guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurái, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.

Juntos todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro; arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.

Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo pudiste maestro soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada aun sabiendo que podías perder la lucha en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?

El maestro les preguntó:

-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?

-A quien intentó entregarlo –respondió uno de los alumnos.

Lo mismo pasa con la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan continuarán perteneciendo a quien los llevaba consigo.

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