/ martes 23 de julio de 2019

Burundanga

El Muro


En nombre del santo patrono del ahorro, un buen día de verano del 2014 los legisladores decidieron que era bueno que las elecciones estatal y federal corrieran juntas, es decir, que concurrieran o como se dice coloquialmente, empatarlas, según esto porque además de todo el ciudadano necesitaba respirar aire libre de polución electoral por lapsos más largos.

Pero lograr la concurrencia no es sencillo simplemente porque no puedes emparejar lo que está disparejo, a menos que inicies un procedimiento legal que te obligue a forzar la cuadratura. Porque 3, la duración en años de los alcaldes/legisladores en el cargo, es número primo, pero además impar, mientras que 6 sí es par aunque no primo, así que por más que los extiendas jamás llegarán a empalmarse en procesos electorales que, por si fuera poco, ocurren tanto en años pares como impares.

Por eso durante la discusión del asunto, allá en la primavera del 14, algunos diputados se quebraban la cabeza buscando cómo hacer el ajuste siendo justos a la vez, uno de ellos incluso tuvo la ocurrencia de que podrían ser dos períodos de 4 años más uno de 2 en el caso de Gobernador, lo cual tampoco cuadra. Total que en julio de 2014 la XXI Legislatura resolvió el galimatías matemático de una forma simplona: Dejaron -por única vez- en 2 años todos los períodos gubernativos, lo cual no implica tanto conflicto para los legisladores, pero en el caso del titular del Ejecutivo sí, ya que pierde 2 terceras partes de su tiempo en el encargo.

En ese entonces, todo era dulzura para el PAN y PRI. Peña Nieto era tan popular como para lograr una portada en la revista “Time” bajo el ya legendario lema “Saving Mexico”, mientras que Francisco Vega recién probaba las mieles del poder, así que seguramente ninguno de los políticos involucrados en la negociación y posterior aprobación, vio con malos ojos el “sacrificarse” en el puesto de Gobernador aunque fueran 2 años porque cualquiera de ellos se sentía con posibilidades, quizá recordando el caso de Óscar Baylón Chacón (duró casi 10 meses en el cargo).

Pero perdidos en la soberbia, tanto panistas como priístas le abrieron la puerta a la oposición. Ni en la peor de sus pesadillas creyeron que la vida política daría un vuelco tan espectacular como el que ocurrió. Pero tampoco la gente de Morena y mucho menos Jaime Bonilla, imaginaron estar donde hoy están.


Y bien, por qué razón el Congreso no decidió desde un principio por un período de 5 años siendo viable. El “argumento” más sólido –alterno al del ahorro- es la inconveniencia de empatar la elección de Gobernador con la de Presidente, ya que toda la atención se la llevaría los aspirantes presidenciales, como si el fenómeno de la baja participación ciudadana solo se debiera a esa única razón y no a la burundanga, el enredo que generan los propios políticos.

El Muro


En nombre del santo patrono del ahorro, un buen día de verano del 2014 los legisladores decidieron que era bueno que las elecciones estatal y federal corrieran juntas, es decir, que concurrieran o como se dice coloquialmente, empatarlas, según esto porque además de todo el ciudadano necesitaba respirar aire libre de polución electoral por lapsos más largos.

Pero lograr la concurrencia no es sencillo simplemente porque no puedes emparejar lo que está disparejo, a menos que inicies un procedimiento legal que te obligue a forzar la cuadratura. Porque 3, la duración en años de los alcaldes/legisladores en el cargo, es número primo, pero además impar, mientras que 6 sí es par aunque no primo, así que por más que los extiendas jamás llegarán a empalmarse en procesos electorales que, por si fuera poco, ocurren tanto en años pares como impares.

Por eso durante la discusión del asunto, allá en la primavera del 14, algunos diputados se quebraban la cabeza buscando cómo hacer el ajuste siendo justos a la vez, uno de ellos incluso tuvo la ocurrencia de que podrían ser dos períodos de 4 años más uno de 2 en el caso de Gobernador, lo cual tampoco cuadra. Total que en julio de 2014 la XXI Legislatura resolvió el galimatías matemático de una forma simplona: Dejaron -por única vez- en 2 años todos los períodos gubernativos, lo cual no implica tanto conflicto para los legisladores, pero en el caso del titular del Ejecutivo sí, ya que pierde 2 terceras partes de su tiempo en el encargo.

En ese entonces, todo era dulzura para el PAN y PRI. Peña Nieto era tan popular como para lograr una portada en la revista “Time” bajo el ya legendario lema “Saving Mexico”, mientras que Francisco Vega recién probaba las mieles del poder, así que seguramente ninguno de los políticos involucrados en la negociación y posterior aprobación, vio con malos ojos el “sacrificarse” en el puesto de Gobernador aunque fueran 2 años porque cualquiera de ellos se sentía con posibilidades, quizá recordando el caso de Óscar Baylón Chacón (duró casi 10 meses en el cargo).

Pero perdidos en la soberbia, tanto panistas como priístas le abrieron la puerta a la oposición. Ni en la peor de sus pesadillas creyeron que la vida política daría un vuelco tan espectacular como el que ocurrió. Pero tampoco la gente de Morena y mucho menos Jaime Bonilla, imaginaron estar donde hoy están.


Y bien, por qué razón el Congreso no decidió desde un principio por un período de 5 años siendo viable. El “argumento” más sólido –alterno al del ahorro- es la inconveniencia de empatar la elección de Gobernador con la de Presidente, ya que toda la atención se la llevaría los aspirantes presidenciales, como si el fenómeno de la baja participación ciudadana solo se debiera a esa única razón y no a la burundanga, el enredo que generan los propios políticos.