/ miércoles 23 de marzo de 2022

Cambios de onda

EL MURO

Sí existen los males que duran más de 100 años, aquellos donde un cambio de onda, un ajuste de ruta, llega a pasos muy lentos y también humanos que los resistan.

Han transcurrido ya dos semanas de la hora de sueño que nos fue robada, muchos aún lo resienten y no, no son exagerados ni personas debiluchas, simplemente su cuerpo reacciona ante una imposición social que rompe con el orden natural. Las investigaciones “Genetics of the human circadian clock…” “The brain, circadian rhytms, and clock genes”, “Natural sleep and its seasonal variations…”, “Por qué el ciclo circadiano es…”, nos dejan claro que el cuerpo o mejor dicho, el cerebro, está de muchas formas coordinado con el ciclo solar.

Foto: Archivo | El Sol de Tijuana

En el mundo primitivo las personas dormían más en invierno, cuando las noches son más largas y el entorno frío es poco propicio para andar afuera. Curiosamente la hora de acostarse no estaba conectada con la ausencia de luz solar, sino ocurría hasta una o dos horas después. El momento de levantarse era una hora antes de salir el sol. En la actualidad, en las pocas comunidades de cazadores-recolectores no saben lo que es el insomnio, es más, su vocabulario carece de una palabra para definir el acto de cuando una persona no puede conciliar el sueño.

Por fortuna, 104 años después, la autoridad en los Estados Unidos ha decidido poner fin a los cambios de hora por inútiles. Aunque faltan algunos detalles formales para su aprobación, finalmente ocurrirá, ahora la discusión llegará sobre la conveniencia de quedarse con uno u otro horario, ya sea el estándar o el de verano, algo que no es poca cosa.

Por otro lado, hay males seglares, o sea, que llevan siglos, pero como están cubiertos con un velo casi sagrado, es difícil aceptar los perjuicios causados e incluso a veces es complicado atribuirles la causa de algún conflicto. Por ejemplo, nuestra sociedad cachanilla vive con la falacia del sacrificio bien arraigada, aquella en la cual todo éxito social viene forzosamente antecedido de sufrimiento en la vida escolar universitaria.

Los discursis (discursos cursis, mensajes agradables e impactantes, pero huecos, poco sustanciosos) más socorridos son “levántate temprano, esfuérzate, estudia mucho, desvélate que al final verás que todo el esfuerzo habrá valido la pena…”. Como si la vida no fuera ya cruel de por sí, nosotros, familia, docentes, nos hacemos cargo de hacerla peor, en lugar de buscar la forma de que los aprendizajes sean amenos, útiles, pero primordialmente orientados a resultados medibles.

Un cambio de onda en la educación superior nos caería muy bien, nomás que no se tarde un siglo en llegar.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

Sí existen los males que duran más de 100 años, aquellos donde un cambio de onda, un ajuste de ruta, llega a pasos muy lentos y también humanos que los resistan.

Han transcurrido ya dos semanas de la hora de sueño que nos fue robada, muchos aún lo resienten y no, no son exagerados ni personas debiluchas, simplemente su cuerpo reacciona ante una imposición social que rompe con el orden natural. Las investigaciones “Genetics of the human circadian clock…” “The brain, circadian rhytms, and clock genes”, “Natural sleep and its seasonal variations…”, “Por qué el ciclo circadiano es…”, nos dejan claro que el cuerpo o mejor dicho, el cerebro, está de muchas formas coordinado con el ciclo solar.

Foto: Archivo | El Sol de Tijuana

En el mundo primitivo las personas dormían más en invierno, cuando las noches son más largas y el entorno frío es poco propicio para andar afuera. Curiosamente la hora de acostarse no estaba conectada con la ausencia de luz solar, sino ocurría hasta una o dos horas después. El momento de levantarse era una hora antes de salir el sol. En la actualidad, en las pocas comunidades de cazadores-recolectores no saben lo que es el insomnio, es más, su vocabulario carece de una palabra para definir el acto de cuando una persona no puede conciliar el sueño.

Por fortuna, 104 años después, la autoridad en los Estados Unidos ha decidido poner fin a los cambios de hora por inútiles. Aunque faltan algunos detalles formales para su aprobación, finalmente ocurrirá, ahora la discusión llegará sobre la conveniencia de quedarse con uno u otro horario, ya sea el estándar o el de verano, algo que no es poca cosa.

Por otro lado, hay males seglares, o sea, que llevan siglos, pero como están cubiertos con un velo casi sagrado, es difícil aceptar los perjuicios causados e incluso a veces es complicado atribuirles la causa de algún conflicto. Por ejemplo, nuestra sociedad cachanilla vive con la falacia del sacrificio bien arraigada, aquella en la cual todo éxito social viene forzosamente antecedido de sufrimiento en la vida escolar universitaria.

Los discursis (discursos cursis, mensajes agradables e impactantes, pero huecos, poco sustanciosos) más socorridos son “levántate temprano, esfuérzate, estudia mucho, desvélate que al final verás que todo el esfuerzo habrá valido la pena…”. Como si la vida no fuera ya cruel de por sí, nosotros, familia, docentes, nos hacemos cargo de hacerla peor, en lugar de buscar la forma de que los aprendizajes sean amenos, útiles, pero primordialmente orientados a resultados medibles.

Un cambio de onda en la educación superior nos caería muy bien, nomás que no se tarde un siglo en llegar.

vicmarcen09@gmail.com