/ lunes 3 de diciembre de 2018

Capítulo IV de la Historia

Vientos


Soplan vientos nuevos sobre la historia mexicana. Brillos nuevos alumbran sus cielos y las esperanzas, de pronto, cambian y cobran inusitadas fuerzas. Su horizonte se ensancha y un “novísimo Sol” empuña el “bastón de mando” concedido por los legítimos dueños de las tierras mexicanas.

Punto y aparte del discurso, la emoción producida que al calentar los espíritus se apuntala a un pueblo, lo estimula, lo manda al frente de batalla y lo condecora antes de la victoria imaginada. La emoción se hace ímpetu y confianza; y el grito de las multitudes renueva la fe del brazo del Mesías tabasqueño.

Los nuevos aires traen un tufo socialista que asusta al vecino del Norte y al empresariado mexicano. No asusta al pueblo por su inconsciencia que ignora que su guía busca con su audacia su crucifixión. La Gloria siempre se acomoda en los pasos previos al sacrificio. Las luces muy brillantes a veces son la proliferación de las velas…

Y ahí, entre la marejada de entusiasmos, un error: el cambio de los colores en la banda presidencial. Cambiar sólo por cambiar es siempre error. La Bandera Nacional no tiene arriba ni abajo, sus bandas son verticales: el verde, la esperanza, a la izquierda aferrada a la astabandera. Y sigue el blanco, que es la paz deseada en donde posa el Escudo Oficial que nos representa no a unos Estados Unidos Mexicanos que es una vacilada, pero sí a México que es el águila devorando una serpiente parada sobre un nopal. Y finalmente el rojo que dicen los abuelos es la sangre ¡tanta! derramada por todos los mexicanos que entregaron a su pueblo de entonces y futuro, sus vidas para hacer cierta la esperanza (renovada ahora por cuarta ocasión) y la tranquilidad. Si usted estira una bandera y la hace cinta o banda, el verde queda en su lugar para que el águila permanezca erguida. Con el nuevo modelo “pejista”, el águila irá de cabeza o para dejarla erguida, entonces nuestra bandera empezará en rojo… ya empezó, es decir, por la sangre derramada. Eso es un cambio que debe ser constitucional, pues existe una ley al respecto y me extraña que el nuevo Secretario de la Defensa Nacional no haya reparado en ello.

Pero terminemos. Los rayos nuevos del nuevo Sol calentarán los cuerpos mientras no lleguen las primeras heladas. Tenemos mucho trabajo al frente. Los ingleses inventaron algo que es práctico y aceptable: “Muerto el rey, viva el rey”. Si queremos un México grande, habrá que apuntalar, en lo positivo, al que llega. ¿O usted tiene una idea mejor?


Vientos


Soplan vientos nuevos sobre la historia mexicana. Brillos nuevos alumbran sus cielos y las esperanzas, de pronto, cambian y cobran inusitadas fuerzas. Su horizonte se ensancha y un “novísimo Sol” empuña el “bastón de mando” concedido por los legítimos dueños de las tierras mexicanas.

Punto y aparte del discurso, la emoción producida que al calentar los espíritus se apuntala a un pueblo, lo estimula, lo manda al frente de batalla y lo condecora antes de la victoria imaginada. La emoción se hace ímpetu y confianza; y el grito de las multitudes renueva la fe del brazo del Mesías tabasqueño.

Los nuevos aires traen un tufo socialista que asusta al vecino del Norte y al empresariado mexicano. No asusta al pueblo por su inconsciencia que ignora que su guía busca con su audacia su crucifixión. La Gloria siempre se acomoda en los pasos previos al sacrificio. Las luces muy brillantes a veces son la proliferación de las velas…

Y ahí, entre la marejada de entusiasmos, un error: el cambio de los colores en la banda presidencial. Cambiar sólo por cambiar es siempre error. La Bandera Nacional no tiene arriba ni abajo, sus bandas son verticales: el verde, la esperanza, a la izquierda aferrada a la astabandera. Y sigue el blanco, que es la paz deseada en donde posa el Escudo Oficial que nos representa no a unos Estados Unidos Mexicanos que es una vacilada, pero sí a México que es el águila devorando una serpiente parada sobre un nopal. Y finalmente el rojo que dicen los abuelos es la sangre ¡tanta! derramada por todos los mexicanos que entregaron a su pueblo de entonces y futuro, sus vidas para hacer cierta la esperanza (renovada ahora por cuarta ocasión) y la tranquilidad. Si usted estira una bandera y la hace cinta o banda, el verde queda en su lugar para que el águila permanezca erguida. Con el nuevo modelo “pejista”, el águila irá de cabeza o para dejarla erguida, entonces nuestra bandera empezará en rojo… ya empezó, es decir, por la sangre derramada. Eso es un cambio que debe ser constitucional, pues existe una ley al respecto y me extraña que el nuevo Secretario de la Defensa Nacional no haya reparado en ello.

Pero terminemos. Los rayos nuevos del nuevo Sol calentarán los cuerpos mientras no lleguen las primeras heladas. Tenemos mucho trabajo al frente. Los ingleses inventaron algo que es práctico y aceptable: “Muerto el rey, viva el rey”. Si queremos un México grande, habrá que apuntalar, en lo positivo, al que llega. ¿O usted tiene una idea mejor?