/ sábado 6 de marzo de 2021

Cielo e infierno

Pensares


Cierto día, un gran sabio religioso le pidió a Dios que le permitiera ver cómo era el cielo y el infierno para compartir su experiencia con los demás hombres.

El sabio de inmediato se sumergió en sueños y mediante el poder de Dios, su alma viajó a los diferentes destinos. Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única habitación era un largo e interminable comedor. El comedor era tan amplio como una autopista y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más variados platillos y manjares existentes.

El sabio observó detenidamente sus caras y notó que estaban enfermos y tenían hambre, ya que sus brazos no alcanzaban a alimentarse. El sabio simplemente observó detenidamente y en silencio imaginaba que el cielo sería totalmente diferente.

Después de observar unos segundos más, Dios decidió mostrarle al sabio el cielo. El sabio comenzó a mover sus manos mientras ascendía en ese lento trance.

Cuál sería el asombro al ver la misma mansión y entrar en ella. La única habitación era un gran comedor con las mismas dimensiones y características del infierno; estaba servida con los mismos platillos ostentosos. Sabía que algo diferente tenía que ocurrir.

Observó que los comensales a pesar de tener cucharas tan largas como remos se veían saludables, llenos de vigor y felices. El sabio se preguntó a sí mismo: ¿Pero cómo están tan felices si ellos por sí mismos no pueden alimentarse? Y observó que cada comensal alimentaba al que estaba al frente.

Recordemos que en nuestra vida Dios nos da la oportunidad de escoger entre cielo e infierno. Lo que no sabemos es que nuestra vida la volvemos cielo o infierno dependiendo de nuestra buena convivencia orientada hacia el bienestar de todos.

Pensares


Cierto día, un gran sabio religioso le pidió a Dios que le permitiera ver cómo era el cielo y el infierno para compartir su experiencia con los demás hombres.

El sabio de inmediato se sumergió en sueños y mediante el poder de Dios, su alma viajó a los diferentes destinos. Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única habitación era un largo e interminable comedor. El comedor era tan amplio como una autopista y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más variados platillos y manjares existentes.

El sabio observó detenidamente sus caras y notó que estaban enfermos y tenían hambre, ya que sus brazos no alcanzaban a alimentarse. El sabio simplemente observó detenidamente y en silencio imaginaba que el cielo sería totalmente diferente.

Después de observar unos segundos más, Dios decidió mostrarle al sabio el cielo. El sabio comenzó a mover sus manos mientras ascendía en ese lento trance.

Cuál sería el asombro al ver la misma mansión y entrar en ella. La única habitación era un gran comedor con las mismas dimensiones y características del infierno; estaba servida con los mismos platillos ostentosos. Sabía que algo diferente tenía que ocurrir.

Observó que los comensales a pesar de tener cucharas tan largas como remos se veían saludables, llenos de vigor y felices. El sabio se preguntó a sí mismo: ¿Pero cómo están tan felices si ellos por sí mismos no pueden alimentarse? Y observó que cada comensal alimentaba al que estaba al frente.

Recordemos que en nuestra vida Dios nos da la oportunidad de escoger entre cielo e infierno. Lo que no sabemos es que nuestra vida la volvemos cielo o infierno dependiendo de nuestra buena convivencia orientada hacia el bienestar de todos.

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