/ lunes 13 de agosto de 2018

Cochinas multas

EL MURO

Abandonar el cadáver del compañero caído era la norma en una etapa del nomadismo primitivo en la que la contaminación ni siquiera estaba en mente.

Además, qué daño podían hacerle al planeta las 300 mil personas que lo poblaban en la era del paleolítico, por si fuera poco, gracias a esa conducta con sus difuntos fue posible el descubrimiento de huesos en buen estado, con los cuales los científicos pudieron determinar el estilo de vida prehistórico con una alimentación basada en pescado, animales terrestres, plantas (“Genome sequence of a 45,000-year-old modern human from western Siberia”).

En la obra de Sófocles, la protagonista Antígona se rebela contra el gobernante Creonte porque impidió que el cuerpo de su hermano Polinices fuera sepultado, dejándolo a merced de animales carroñeros.

En esa época, hace 2 mil 500 años, la población era de millones, pero aún no existía la dañosa “modernidad”, por lo que no podemos hablar de contaminación.

Fue el siglo XVIII el parteaguas de la descomposición, porque los 800 millones de personas que habitaban el mundo se vieron favorecidas por la revolución tecnológica de la agricultura (nuevas técnicas de siembra, nuevos cultivos), mejor sistema de transporte, mejores caminos. Tuvieron que llegar las primeras ordenanzas municipales para controlar el foco de infección en que se estaban convirtiendo los núcleos de población.

El asunto de la contaminación es algo simple de explicar, pero complicado de aceptar: El cerebro evolucionó para favorecer las señales de nuestro entorno que representen un daño inmediato. Somos eficaces en interpretar los peligros de corto plazo porque requerimos garantizar nuestra supervivencia a costa de ignorar lo que venga después, sobre todo si requiere esfuerzo.

Si tirar un papel, dejar las heces de las mascotas por días, no me provocó malestar alguno, entonces no me interesa resolverlo, es así de sencillo. La campaña para evitar el uso del popote fue un éxito porque no implicaba sacrificios para hacernos sentir valiosos e importantes, solo requería seguir como estábamos (digo, con cuántos popotes de uso inevitable se topa uno en su vida diaria, si acaso el del raspado); en la mente de muchos aparecía un sonriente delfín agradecido, pero no los compungidos rostros de familias que dependen económicamente de la industria del popote. Por eso los castigos son una buena opción.

En la Biblia hay 24 referencias al valor de castigar como herramienta de control (“…y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta y le pagaré conforme a sus obras”), porque las campañas de concientización son inútiles, ya que se van a la parte del cerebro que implica esforzarse, por más que sean exitosas por su alto valor de

recordación: “Basura, basura, te voy a acabar…”.
El nuevo reglamento del Ayuntamiento, conocido como “multas ecológicas”, es esencialmente el mismo que sí cumplimos cuando cruzamos a California. Lástima que el año próximo habrá elecciones y multar no es precisamente la mejor estrategia ganadora de votos…

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

Abandonar el cadáver del compañero caído era la norma en una etapa del nomadismo primitivo en la que la contaminación ni siquiera estaba en mente.

Además, qué daño podían hacerle al planeta las 300 mil personas que lo poblaban en la era del paleolítico, por si fuera poco, gracias a esa conducta con sus difuntos fue posible el descubrimiento de huesos en buen estado, con los cuales los científicos pudieron determinar el estilo de vida prehistórico con una alimentación basada en pescado, animales terrestres, plantas (“Genome sequence of a 45,000-year-old modern human from western Siberia”).

En la obra de Sófocles, la protagonista Antígona se rebela contra el gobernante Creonte porque impidió que el cuerpo de su hermano Polinices fuera sepultado, dejándolo a merced de animales carroñeros.

En esa época, hace 2 mil 500 años, la población era de millones, pero aún no existía la dañosa “modernidad”, por lo que no podemos hablar de contaminación.

Fue el siglo XVIII el parteaguas de la descomposición, porque los 800 millones de personas que habitaban el mundo se vieron favorecidas por la revolución tecnológica de la agricultura (nuevas técnicas de siembra, nuevos cultivos), mejor sistema de transporte, mejores caminos. Tuvieron que llegar las primeras ordenanzas municipales para controlar el foco de infección en que se estaban convirtiendo los núcleos de población.

El asunto de la contaminación es algo simple de explicar, pero complicado de aceptar: El cerebro evolucionó para favorecer las señales de nuestro entorno que representen un daño inmediato. Somos eficaces en interpretar los peligros de corto plazo porque requerimos garantizar nuestra supervivencia a costa de ignorar lo que venga después, sobre todo si requiere esfuerzo.

Si tirar un papel, dejar las heces de las mascotas por días, no me provocó malestar alguno, entonces no me interesa resolverlo, es así de sencillo. La campaña para evitar el uso del popote fue un éxito porque no implicaba sacrificios para hacernos sentir valiosos e importantes, solo requería seguir como estábamos (digo, con cuántos popotes de uso inevitable se topa uno en su vida diaria, si acaso el del raspado); en la mente de muchos aparecía un sonriente delfín agradecido, pero no los compungidos rostros de familias que dependen económicamente de la industria del popote. Por eso los castigos son una buena opción.

En la Biblia hay 24 referencias al valor de castigar como herramienta de control (“…y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta y le pagaré conforme a sus obras”), porque las campañas de concientización son inútiles, ya que se van a la parte del cerebro que implica esforzarse, por más que sean exitosas por su alto valor de

recordación: “Basura, basura, te voy a acabar…”.
El nuevo reglamento del Ayuntamiento, conocido como “multas ecológicas”, es esencialmente el mismo que sí cumplimos cuando cruzamos a California. Lástima que el año próximo habrá elecciones y multar no es precisamente la mejor estrategia ganadora de votos…

vicmarcen09@gmail.com