/ miércoles 22 de junio de 2022

Colombia da el viraje

CUCHILLITO DE PALO

Y se mueve a la izquierda con el triunfo de Gustavo Petro a la Presidencia. Lo que parecía inconcebible, en una democracia bajo la férula de un expresidente, Álvaro Uribe, sucedió. El exguerrillero consigue tirar a la dinastía que manipuló el destino del país sudamericano. Se sueltan del yugo y eligen al opuesto de la medalla, lo que habrá que ver si fue una decisión acertada.

No había mucho de dónde escoger y la contienda se dio entre dos populistas, el que pertenece incluso al logotipo comunista y el de derecha extrema, Rodolfo Hernández. Analistas de esta corriente se inclinaban por Petro frente a la estridencia del que se veía como un remedo de Trump, sin que eso implique que el ganador no comulgue también con esta ola populista que arrasa. Y tan arrasa que cada vez más en el mundo llegan a los gobiernos personajes de esta tendencia que no ha aportado ninguna ventaja a las naciones que presiden, lo que ya tendría que haber ocurrido si supusieran un avance.

Imagen ilustrativa: Freepik

Prometen mucho y cumplen poco o nada. En cuanto a América Latina acceden con facilidad al poder. La creciente desigualdad y la pobreza galopan por el hemisferio sin que los pueblos logren salir adelante de las dramáticas condiciones de vida. Por el contrario, la pandemia vino a agravar el estado de cosas y se sumaron muchos más millones a este sector poblacional, que apenas alcanza a llevarse migajas a la boca.

La guerra de Ucrania y la actual inflación son otros jinetes apocalípticos que asoman las narices y propician el que la mesa familiar esté día a día más vacía de alimentos esenciales para sobrevivir. Con el hambre se multiplican la enfermedad, la imposibilidad de acceder a la educación y se les cree a populistas que llegan con una diarrea verbal pletórica de promesas de un mejor mañana.

Para desgracia de nuestros países, estos liderzuchos no tardan en convertirse en auténticos dictadores, como ha sido el caso de Venezuela y Nicaragua. La situación se vuelve insoportable al restringir libertades, como lleva décadas en Cuba: Coartar la libertad de expresión, encarcelar a los opositores e incluso, matarlos; condenar al destierro a quienes no comulgan con las ruedas de molino de estos tiranos.

En el ínterin ellos se enriquecen y acumulan cuentas bancarias en el extranjero -incluso en el mismo Estados Unidos-. Empobrecen a las mayorías y dejan solo “nomenklaturas”, jerarquías aburguesadas, que viven en la opulencia y disfrutan de los bienes ajenos a un gran porcentaje de la sociedad.

El enorme problema es que no hay estadistas dispuestos a sacar adelante a los países que pudieran dirigir. De momento se le aplaude a Petro, aunque habrá que ver si puede modificar las condiciones económicas y sociales en Colombia, junto a Francia Márquez, la mujer de color que representa el triunfo de los humildes y sometidos y que es la primera en ocupar el puesto de vicepresidenta. Esperemos que no se caiga en el populismo dictatorial de otros lares, por el bien de los colombianos.

CUCHILLITO DE PALO

Y se mueve a la izquierda con el triunfo de Gustavo Petro a la Presidencia. Lo que parecía inconcebible, en una democracia bajo la férula de un expresidente, Álvaro Uribe, sucedió. El exguerrillero consigue tirar a la dinastía que manipuló el destino del país sudamericano. Se sueltan del yugo y eligen al opuesto de la medalla, lo que habrá que ver si fue una decisión acertada.

No había mucho de dónde escoger y la contienda se dio entre dos populistas, el que pertenece incluso al logotipo comunista y el de derecha extrema, Rodolfo Hernández. Analistas de esta corriente se inclinaban por Petro frente a la estridencia del que se veía como un remedo de Trump, sin que eso implique que el ganador no comulgue también con esta ola populista que arrasa. Y tan arrasa que cada vez más en el mundo llegan a los gobiernos personajes de esta tendencia que no ha aportado ninguna ventaja a las naciones que presiden, lo que ya tendría que haber ocurrido si supusieran un avance.

Imagen ilustrativa: Freepik

Prometen mucho y cumplen poco o nada. En cuanto a América Latina acceden con facilidad al poder. La creciente desigualdad y la pobreza galopan por el hemisferio sin que los pueblos logren salir adelante de las dramáticas condiciones de vida. Por el contrario, la pandemia vino a agravar el estado de cosas y se sumaron muchos más millones a este sector poblacional, que apenas alcanza a llevarse migajas a la boca.

La guerra de Ucrania y la actual inflación son otros jinetes apocalípticos que asoman las narices y propician el que la mesa familiar esté día a día más vacía de alimentos esenciales para sobrevivir. Con el hambre se multiplican la enfermedad, la imposibilidad de acceder a la educación y se les cree a populistas que llegan con una diarrea verbal pletórica de promesas de un mejor mañana.

Para desgracia de nuestros países, estos liderzuchos no tardan en convertirse en auténticos dictadores, como ha sido el caso de Venezuela y Nicaragua. La situación se vuelve insoportable al restringir libertades, como lleva décadas en Cuba: Coartar la libertad de expresión, encarcelar a los opositores e incluso, matarlos; condenar al destierro a quienes no comulgan con las ruedas de molino de estos tiranos.

En el ínterin ellos se enriquecen y acumulan cuentas bancarias en el extranjero -incluso en el mismo Estados Unidos-. Empobrecen a las mayorías y dejan solo “nomenklaturas”, jerarquías aburguesadas, que viven en la opulencia y disfrutan de los bienes ajenos a un gran porcentaje de la sociedad.

El enorme problema es que no hay estadistas dispuestos a sacar adelante a los países que pudieran dirigir. De momento se le aplaude a Petro, aunque habrá que ver si puede modificar las condiciones económicas y sociales en Colombia, junto a Francia Márquez, la mujer de color que representa el triunfo de los humildes y sometidos y que es la primera en ocupar el puesto de vicepresidenta. Esperemos que no se caiga en el populismo dictatorial de otros lares, por el bien de los colombianos.

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