/ martes 11 de septiembre de 2018

Conflicto estudiantil provocado

Vientos


Los hecho porriles recientes en la UNAM, deben poner en acción la mejor inteligencia que exige aplacar un incendio nacional en ciernes que se mira en el horizonte confundido con hechos históricos que no deben repetirse.

Se acerca octubre y con ello la recordación de los disturbios estudiantiles de 1968, que siendo historia hoy, es suficiente para recalentar animosidades que vibran todavía, quizá, en la memoria de los actores de entonces, viejos o ancianos hoy, si es que aún viven.

Los líderes que ocupan provocar alborotos políticos a través de la exaltación de hechos que no vivieron o actuaron pero dejan pingües ganancias, deben localizarse para conocer objetivos y estimar origen u orígenes. Hoy no se trata de una época olímpica; hoy estamos inmersos en una etapa de transición política, con heridos y varios crímenes de políticos en el proceso electoral. Esto debe hacer reflexionar a las autoridades gubernamentales. Se trata de un grupo e porros que de pronto y sin motivo, prenden la lumbre sin razón aparente, alebrestando a miles de estudiantes que por razón de su edad, para ellos el encendido de un cerillo lo imaginan erupción volcánica que confunden los hechos, las acciones se pervierten y entonces se provoca a la fuerza pública para contener la avalancha que avisa un mucho más allá del inocente encuentro estudiantil y se llega a conductas que se revierten contra la autoridad obligada a poner orden en “la casa”, como en 1968 en el que la imagen del Ejército Nacional quedó manchada cuando el incendio de la lucha entre dos escuelas vocacionales dieron pauta a los líderes insanos para subvertir el orden social que terminó en la tragedia de Tlatelolco.

La historia está llena de casos similares. Los mexicanos tenemos una larga historia de confusiones logradas por inteligencias negras que pusieron al país, irresponsablemente, en momentos críticos terribles que, aunque usted no lo crea, todavía siguen en el espacio de los viejos trastos que ya nadie quisiera utilizar, ni siquiera para dilucidar la verdad de tales eventos negativos, como Tlatelolco, entre otros.

Hoy pareciera que el problema circunscrito a la UNAM se está resolviendo con inteligencia; pero no olvidar que estamos en un proceso de transición política. En donde el arrastre de Andrés Manuel López Obrador creó un profundo agujero en los frentes políticos y que todo puede transformarse de pronto en un zipizape monstruoso en donde el desorden sea de tal magnitud, que un golpe de Estado para establecer el orden, puede ser, ora sí, la gran erupción y el triunfo de la derrota.

¿Mal pensado? Sí, generalmente son “buenos” los “malos” pensamientos.


Vientos


Los hecho porriles recientes en la UNAM, deben poner en acción la mejor inteligencia que exige aplacar un incendio nacional en ciernes que se mira en el horizonte confundido con hechos históricos que no deben repetirse.

Se acerca octubre y con ello la recordación de los disturbios estudiantiles de 1968, que siendo historia hoy, es suficiente para recalentar animosidades que vibran todavía, quizá, en la memoria de los actores de entonces, viejos o ancianos hoy, si es que aún viven.

Los líderes que ocupan provocar alborotos políticos a través de la exaltación de hechos que no vivieron o actuaron pero dejan pingües ganancias, deben localizarse para conocer objetivos y estimar origen u orígenes. Hoy no se trata de una época olímpica; hoy estamos inmersos en una etapa de transición política, con heridos y varios crímenes de políticos en el proceso electoral. Esto debe hacer reflexionar a las autoridades gubernamentales. Se trata de un grupo e porros que de pronto y sin motivo, prenden la lumbre sin razón aparente, alebrestando a miles de estudiantes que por razón de su edad, para ellos el encendido de un cerillo lo imaginan erupción volcánica que confunden los hechos, las acciones se pervierten y entonces se provoca a la fuerza pública para contener la avalancha que avisa un mucho más allá del inocente encuentro estudiantil y se llega a conductas que se revierten contra la autoridad obligada a poner orden en “la casa”, como en 1968 en el que la imagen del Ejército Nacional quedó manchada cuando el incendio de la lucha entre dos escuelas vocacionales dieron pauta a los líderes insanos para subvertir el orden social que terminó en la tragedia de Tlatelolco.

La historia está llena de casos similares. Los mexicanos tenemos una larga historia de confusiones logradas por inteligencias negras que pusieron al país, irresponsablemente, en momentos críticos terribles que, aunque usted no lo crea, todavía siguen en el espacio de los viejos trastos que ya nadie quisiera utilizar, ni siquiera para dilucidar la verdad de tales eventos negativos, como Tlatelolco, entre otros.

Hoy pareciera que el problema circunscrito a la UNAM se está resolviendo con inteligencia; pero no olvidar que estamos en un proceso de transición política. En donde el arrastre de Andrés Manuel López Obrador creó un profundo agujero en los frentes políticos y que todo puede transformarse de pronto en un zipizape monstruoso en donde el desorden sea de tal magnitud, que un golpe de Estado para establecer el orden, puede ser, ora sí, la gran erupción y el triunfo de la derrota.

¿Mal pensado? Sí, generalmente son “buenos” los “malos” pensamientos.