/ sábado 18 de abril de 2020

Construir una familia

PENSARES

Navidad es una palabra que engloba alegría, reconciliación, paz y amor. Eso es la verdadera Navidad. Miramos a nuestro alrededor y vemos al mundo enloquecer por la preocupación de la Navidad.

El mes de diciembre siempre ha tenido la connotación amorosa, la representación del renacer del ser inmutable y sereno, pero el ser humano se ha dado a la tarea de hacer de este tiempo un tiempo de mercadeo, de peso, de conflicto, de tristeza, de dolor por no poder dar a los nuestros una representación de nuestro afecto.

Realmente esto no es así, el amor se entrega a través de un abrazo, de un beso, de una caricia. Nosotros hemos convertido el amor en una joya, en un vestido, en un juguete. Es por ello que la Navidad ha perdido su sentido. La unión familiar no se expresa de la manera adecuada. Estamos en unión, pero no lo estamos; nuestros niños tienen los juguetes, pero no tienen los padres que jueguen con ellos porque están ocupados en sus conversaciones de adultos. Los niños se meten en su mundo de juegos y sus padres en su mundo de adultos y la familia va tomando una relación de “tú en tu mundo y yo en el mío”, una separación, una división.

Venimos a un mundo a crearlo con amor y nos hemos perdido en una destrucción de valores; no existe el respeto de los espacios entre nosotros; la libertad se ha confundido y el niño se siente abandonado y recurre a algo que tiene su tiempo. ¿Por qué construir ciudades gloriosas si el ser humano mismo sin construirse queda? ¿De qué nos valen centros comerciales hermosos si nuestros hijos están derrumbándose ante las drogas, el alcohol y los videojuegos?

No tratamos de decirle a nuestro hijo que no consuma licor si nosotros tenemos un vaso en la mano; no tratamos de sacarlo de las drogas con un cigarrillo en nuestra boca. Demos el ejemplo.

Asumamos el propósito de construir una verdadera familia, donde el tiempo sea compartido entre nuestras responsabilidades laborales y la responsabilidad del hogar. Que nuestra vida deje de ser tan monótona, fría y se llene de paz y calor a través del amor incondicional a los nuestros y de los que nos rodean. Debemos tener la intención que aquel que necesite el amor le sea entregado a través de un abrazo y un beso. Que no se quede ningún niño sin el amor de sus padres.

PENSARES

Navidad es una palabra que engloba alegría, reconciliación, paz y amor. Eso es la verdadera Navidad. Miramos a nuestro alrededor y vemos al mundo enloquecer por la preocupación de la Navidad.

El mes de diciembre siempre ha tenido la connotación amorosa, la representación del renacer del ser inmutable y sereno, pero el ser humano se ha dado a la tarea de hacer de este tiempo un tiempo de mercadeo, de peso, de conflicto, de tristeza, de dolor por no poder dar a los nuestros una representación de nuestro afecto.

Realmente esto no es así, el amor se entrega a través de un abrazo, de un beso, de una caricia. Nosotros hemos convertido el amor en una joya, en un vestido, en un juguete. Es por ello que la Navidad ha perdido su sentido. La unión familiar no se expresa de la manera adecuada. Estamos en unión, pero no lo estamos; nuestros niños tienen los juguetes, pero no tienen los padres que jueguen con ellos porque están ocupados en sus conversaciones de adultos. Los niños se meten en su mundo de juegos y sus padres en su mundo de adultos y la familia va tomando una relación de “tú en tu mundo y yo en el mío”, una separación, una división.

Venimos a un mundo a crearlo con amor y nos hemos perdido en una destrucción de valores; no existe el respeto de los espacios entre nosotros; la libertad se ha confundido y el niño se siente abandonado y recurre a algo que tiene su tiempo. ¿Por qué construir ciudades gloriosas si el ser humano mismo sin construirse queda? ¿De qué nos valen centros comerciales hermosos si nuestros hijos están derrumbándose ante las drogas, el alcohol y los videojuegos?

No tratamos de decirle a nuestro hijo que no consuma licor si nosotros tenemos un vaso en la mano; no tratamos de sacarlo de las drogas con un cigarrillo en nuestra boca. Demos el ejemplo.

Asumamos el propósito de construir una verdadera familia, donde el tiempo sea compartido entre nuestras responsabilidades laborales y la responsabilidad del hogar. Que nuestra vida deje de ser tan monótona, fría y se llene de paz y calor a través del amor incondicional a los nuestros y de los que nos rodean. Debemos tener la intención que aquel que necesite el amor le sea entregado a través de un abrazo y un beso. Que no se quede ningún niño sin el amor de sus padres.

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