/ sábado 8 de febrero de 2020

Cuando ames a alguien

Pensares


Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino y de otros más lejanos. Muchas le ofrecían además de su belleza y encantos muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.

Cierto día llegó una mendiga al palacio de este rey y con mucha lucha consiguió una audiencia:

-No tengo nada material que ofrecerte, solo puedo darte el gran amor que siento por ti –le dijo al rey-. Puedo hacer algo para demostrarte ese amor.

Esto despertó la curiosidad del rey, quien le preguntó qué sería eso que podía hacer:

-Pasaré 100 días en tu balcón sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar esos 100 días entonces me convertiré en tu esposa.

El rey -sorprendido más que conmovido- aceptó el reto y le dijo:

-Acepto. Si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa.

Dicho esto, la mujer empezó su sacrificio. Empezaron a pasar los días y la mujer finalmente desfallecía del hambre y del frío, pero la alentaba imaginarse al lado de su gran amor. De vez en cuando el rey asomaba la cara desde la comodidad de su habitación para verla y le hacía señas de aliento con el pulgar.

Así fue pasando el tiempo, 20 días, 50, la gente del reino estaba feliz, pues pensaba que por fin tendrían una reina; 90 días y el rey continuaba asomando su cabeza de vez en cuando para ver los progresos de la mujer. Esta mujer es increíble, pensaba para sí mismo y volvía a darle alientos con señas.

Al fin llegó el día 99 y todo el pueblo comenzó a reunirse en las afueras del palacio para ver el momento en que aquella mendiga se convertiría en la esposa del rey. Fueron contando las horas, a las 12:00 de la noche de ese día tendrían reina. La pobre estaba muy desmejorada, había enflaquecido mucho y contraído enfermedades. Entonces sucedió a las 11:00 de la noche de aquel día 99, faltando apenas una hora para que llegara el día 100, la valiente mujer se rindió y decidió retirarse de aquel palacio. Dio una triste mirada al sorprendido rey y sin decir ni mediar palabra se marchó.

La gente estaba conmocionada, nadie podía entender porqué aquella valiente mujer se había rendido faltando tan solo una hora para ver sus sueños convertirse en realidad, había soportado tanto. Al llegar a su casa su padre se había enterado de lo ocurrido y le preguntó:

-¿Por qué te rendiste a tan solo instantes de ser reina?

Y ante su asombro le respondió:

-Estuve 99 días y 23 horas en su balcón soportando todo tipo de calamidades y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio; me veía padecer y solo me alentaba a continuar sin mostrar un poco de piedad ante mi sufrimiento. Esperé todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: Una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí mismo, no merece mi amor.

Cuando amas a alguien y sientes que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar, aunque te duela retírate. Quien no te haga sentir valorada, no sea capaz de dar lo mismo que tú y no puede establecer el mismo compromiso, la misma entrega, simplemente no te merece.

Pensares


Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino y de otros más lejanos. Muchas le ofrecían además de su belleza y encantos muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.

Cierto día llegó una mendiga al palacio de este rey y con mucha lucha consiguió una audiencia:

-No tengo nada material que ofrecerte, solo puedo darte el gran amor que siento por ti –le dijo al rey-. Puedo hacer algo para demostrarte ese amor.

Esto despertó la curiosidad del rey, quien le preguntó qué sería eso que podía hacer:

-Pasaré 100 días en tu balcón sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar esos 100 días entonces me convertiré en tu esposa.

El rey -sorprendido más que conmovido- aceptó el reto y le dijo:

-Acepto. Si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa.

Dicho esto, la mujer empezó su sacrificio. Empezaron a pasar los días y la mujer finalmente desfallecía del hambre y del frío, pero la alentaba imaginarse al lado de su gran amor. De vez en cuando el rey asomaba la cara desde la comodidad de su habitación para verla y le hacía señas de aliento con el pulgar.

Así fue pasando el tiempo, 20 días, 50, la gente del reino estaba feliz, pues pensaba que por fin tendrían una reina; 90 días y el rey continuaba asomando su cabeza de vez en cuando para ver los progresos de la mujer. Esta mujer es increíble, pensaba para sí mismo y volvía a darle alientos con señas.

Al fin llegó el día 99 y todo el pueblo comenzó a reunirse en las afueras del palacio para ver el momento en que aquella mendiga se convertiría en la esposa del rey. Fueron contando las horas, a las 12:00 de la noche de ese día tendrían reina. La pobre estaba muy desmejorada, había enflaquecido mucho y contraído enfermedades. Entonces sucedió a las 11:00 de la noche de aquel día 99, faltando apenas una hora para que llegara el día 100, la valiente mujer se rindió y decidió retirarse de aquel palacio. Dio una triste mirada al sorprendido rey y sin decir ni mediar palabra se marchó.

La gente estaba conmocionada, nadie podía entender porqué aquella valiente mujer se había rendido faltando tan solo una hora para ver sus sueños convertirse en realidad, había soportado tanto. Al llegar a su casa su padre se había enterado de lo ocurrido y le preguntó:

-¿Por qué te rendiste a tan solo instantes de ser reina?

Y ante su asombro le respondió:

-Estuve 99 días y 23 horas en su balcón soportando todo tipo de calamidades y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio; me veía padecer y solo me alentaba a continuar sin mostrar un poco de piedad ante mi sufrimiento. Esperé todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: Una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí mismo, no merece mi amor.

Cuando amas a alguien y sientes que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar, aunque te duela retírate. Quien no te haga sentir valorada, no sea capaz de dar lo mismo que tú y no puede establecer el mismo compromiso, la misma entrega, simplemente no te merece.

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