/ viernes 31 de mayo de 2019

Cuentos y realidad

Pensares


Una de las experiencias más gratas de mi niñez era escuchar o leer un buen cuento.

Claro, si bien mis años de edad no permiten catalogarme como alguien de antaño, es necesario subrayar el hecho que crecí en una época en la que el auge de las computadoras estaba a mucha distancia. Por eso además de ciertas caricaturas televisivas en blanco y negro, los libros de cuentos y sus respectivas ilustraciones constituían un pasatiempo más que divertido para mí.

El comienzo de cada narración creaba cierta entrega, para qué negarlo. Había una vez, en cierta ocasión, érase una vez, en un país lejano, eran las clásicas frases con que se cautivaba de inmediato al lector. Luego el suspenso, los héroes y la aventura, llegaba el inminente desenlace, con el tan esperado final feliz y colorín colorado este cuento se ha acabado. Fantasías narrativas, obsesiones infantiles, finales felices.

Cuando comenzamos a tomar conciencia de la realidad y la vida nos presenta distintos escenarios en los que se afirma nuestro rol como protagonistas de la acción, no es noticia decir que nos vamos dando cuenta que los finales felices muchas veces se concretan solo en los cuentos que tanto amamos durante nuestra niñez.

Esto ocurre cuando alguien a quien consideramos nuestro amigo resulta no ser tal, sino que traiciona la amistad y la confianza que depositamos en su persona, concluyendo abruptamente la relación. Sucede cuando un ser querido lucha por su vida, pero termina feneciendo por causa de una enfermedad; pasa cuando los padres privan a sus hijos de manera intencional o no del cariño y el afecto necesarios para el desarrollo de sus jóvenes vidas. Cuando un vacío emocional traerá secuelas en la vida adulta; acontece cuando nos enfrentamos diariamente con cuestiones propias y ajenas relativas a la vida privada y a la sociedad, para las cuales no encuentran solución, hecho que genera frustración y sentido de fracaso.

Realidades existenciales. Desilusiones de la vida adulta, finales confusos que generan interrogantes.

¿Qué hacemos con esto: Permitimos que la ansiedad, el desengaño y el cinismo caractericen nuestras acciones u optamos por hacer de cuenta que aquí no pasa nada, lo que constituye una especie de suicidio mental? En mi caso los finales felices de los cuentos no siempre han tenido su correlato en diversas circunstancias de mi vida.

Sin embargo, el desarrollo de una estrategia múltiple que contemple la aceptación de los hechos que no puedo cambiar, me lleve a ver la vida como algo integral, como el falso optimismo cuyo ojo prefiere ser esquivo a todo lo que no produzca sensación de bienestar; me conduzca a aprender y tomar lecciones de las experiencias, sean éstas malas o buenas.

Siempre ha sido la clave para sobrevivir: Vivir más allá de la mera existencia. Esto es más que meros finales felices. Se trata de alzar nuestra mirada, observar más allá de la cotidianidad y considerar nuestras vidas como un hecho integral.

No vivamos un cuento ni una novela: Vivamos una realidad.

Pensares


Una de las experiencias más gratas de mi niñez era escuchar o leer un buen cuento.

Claro, si bien mis años de edad no permiten catalogarme como alguien de antaño, es necesario subrayar el hecho que crecí en una época en la que el auge de las computadoras estaba a mucha distancia. Por eso además de ciertas caricaturas televisivas en blanco y negro, los libros de cuentos y sus respectivas ilustraciones constituían un pasatiempo más que divertido para mí.

El comienzo de cada narración creaba cierta entrega, para qué negarlo. Había una vez, en cierta ocasión, érase una vez, en un país lejano, eran las clásicas frases con que se cautivaba de inmediato al lector. Luego el suspenso, los héroes y la aventura, llegaba el inminente desenlace, con el tan esperado final feliz y colorín colorado este cuento se ha acabado. Fantasías narrativas, obsesiones infantiles, finales felices.

Cuando comenzamos a tomar conciencia de la realidad y la vida nos presenta distintos escenarios en los que se afirma nuestro rol como protagonistas de la acción, no es noticia decir que nos vamos dando cuenta que los finales felices muchas veces se concretan solo en los cuentos que tanto amamos durante nuestra niñez.

Esto ocurre cuando alguien a quien consideramos nuestro amigo resulta no ser tal, sino que traiciona la amistad y la confianza que depositamos en su persona, concluyendo abruptamente la relación. Sucede cuando un ser querido lucha por su vida, pero termina feneciendo por causa de una enfermedad; pasa cuando los padres privan a sus hijos de manera intencional o no del cariño y el afecto necesarios para el desarrollo de sus jóvenes vidas. Cuando un vacío emocional traerá secuelas en la vida adulta; acontece cuando nos enfrentamos diariamente con cuestiones propias y ajenas relativas a la vida privada y a la sociedad, para las cuales no encuentran solución, hecho que genera frustración y sentido de fracaso.

Realidades existenciales. Desilusiones de la vida adulta, finales confusos que generan interrogantes.

¿Qué hacemos con esto: Permitimos que la ansiedad, el desengaño y el cinismo caractericen nuestras acciones u optamos por hacer de cuenta que aquí no pasa nada, lo que constituye una especie de suicidio mental? En mi caso los finales felices de los cuentos no siempre han tenido su correlato en diversas circunstancias de mi vida.

Sin embargo, el desarrollo de una estrategia múltiple que contemple la aceptación de los hechos que no puedo cambiar, me lleve a ver la vida como algo integral, como el falso optimismo cuyo ojo prefiere ser esquivo a todo lo que no produzca sensación de bienestar; me conduzca a aprender y tomar lecciones de las experiencias, sean éstas malas o buenas.

Siempre ha sido la clave para sobrevivir: Vivir más allá de la mera existencia. Esto es más que meros finales felices. Se trata de alzar nuestra mirada, observar más allá de la cotidianidad y considerar nuestras vidas como un hecho integral.

No vivamos un cuento ni una novela: Vivamos una realidad.

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