Vientos
Siempre he creído que las teorías se fundamentan –cuando su referencia es el ser humano- en la idealización del objeto referenciado y que eso es partir de un error.
El ser humano en su desarrollo no crea usted que abandona del todo su espíritu salvaje con el que nace y que lo individualiza y lo constriñe a su ser íntimo, a su yo inseparable que le conserva su egoísmo que es al mismo tiempo ese blindaje que lo hace atento –generalmente- a la conservación de la vida y por lo tanto, el ser él, el primero. Esto se muestra con más claridad en las actividades deportivas… o en las bélicas. El ser humano es y se le conserva con su educación, un ser competitivo que en los negocios suele ser muy cruel… y la política es un negocio, como las religiones.
Con el brevísimo “dedal” humanístico que abrimos, arribemos a la teoría democrática (gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo); pero que en el caso de ser “representativa”, la ilusión se agiganta.
De alguna manera el creador o creadores de esta ilusión político-filosófica, advirtieron su impotencia para lograr resumir a todos los ciudadanos de un colectivo humano equis, para tomar un acuerdo. “Las sociedades crecieron demográficamente” se dijeron e idearon la cesión de una parte del poder a una persona en representación de un grupo de ciudadanos determinado. En México se crearon las diputaciones de distrito, dos senadurías (originalmente) por entidad federativa y claro, otra ilusión: tales representantes acreditarían las esperanzas de los ciudadanos y los partidos se encargarían en las cámaras de exponer el pensamiento “lúcido” de las mayorías. Nunca tuvieron presentes las trampas partidarias y el interés de estas agrupaciones de intereses que votando por bancadas podrían pegar a los mejores intereses comunitarios o quizá globales. Y se pervirtió, así, la buena teoría democrática que descansa en imaginar que el hombre es “por naturaleza, bueno y honesto”.
La democracia “a la mexicana”, quizá más llena de subterfugios que en otras latitudes del mundo político, encontró en la representatividad un medio para escalar el poder político y los recursos económicos necesarios con los jugosos salarios y prestaciones y todo lo demás que viene con el “traje del monje”. Y más allá, los partidos de oportunidad que nacen para dar apoyos electorales y cobrar cuotas con chambas y limosnas de uno que otro puesto de elección popular. Para eso sirven las representaciones.
Pero se acabó el espacio. Ni modo, continuaré mañana si se me permite.