/ martes 13 de noviembre de 2018

De las “cosas” del vecino

Vientos



Es materia complicada el poder deshacer la madeja tejida en largos años de vecindad incómoda y miradas inquisidoras entre México y los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestra relación de vecindaje se ha visto disminuida porque ellos, para su crecimiento, nos han necesitado y explotado con menor ferocidad de la que quisieran, porque para su desgracia, según la clase discriminatoria blanca, cohabitan la nación con millones de mexicanos que ya son y piensan como norteamericanos y los necesitan para los trabajos “indignos”, es decir, “bandoleros”, “asesinos”, “violadores”, etcétera, que Mr. Trump quisiera eliminar como sabandijas.

Tomemos como si de un deporte se tratara el asunto. Siempre es mejor reír que llorar. Y el señor presidente norteamericano, en un momento dado puede tener razón en no querer gente ajena en su territorio, en su casa, lo que suena lógico y apreciaríamos si no fuera por sus insultos indebidos. Tampoco nosotros queremos gente ajena en nuestro territorio… a menos que sean inversionistas y nos dominen con su dinero.

El tema viene a cuento por la nueva invasión masiva de centroamericanos y uno que otro colado africano, del Medio Oriente, del Oriente Entero, de Europa y que nosotros, los querendones mexicanos, hasta nos resulta motivo de alegría el recibirlos y darles comida, alojamiento (pobre, pero eficaz) dejando en el hambre y la pobreza tradicional a los mexicanos de acá… y a veces hasta de acullá que nos devuelve Mr. Trump y nos han devuelto (es parte de la historia triste) todos los presidentes del “otro lado”.

Los ilusos hermanos latinoamericanos que dicen ir de viaje a los Estados Unidos, van a topar con pared. Ya se los avisó el mayor discriminador racial de “allá”. Y es posible que haya muertitos por balas de arizonianos, tejanos, californianos o los que se apunten para defenderse de la invasión extranjera; o víctimas del frío o del calor; o peor, de hambre y falta de cobijo.

Todos esos sufrimientos causan violencia y deterioro social. Y nosotros, los mexicanitos, con la esperanza en el más allá, de momento nos desprendemos de algo para ayudar. Pero no olvide el lector el viejo adagio español: “De bolsa seca se saca nada”.

Se me figura Mr. Trump como el gato tras el ratón que lo espera tras el agujero en la pared, hasta que famélico, el ratón sale o se muere de todas maneras. Triste historia de un juego rudo, pero real.


Vientos



Es materia complicada el poder deshacer la madeja tejida en largos años de vecindad incómoda y miradas inquisidoras entre México y los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestra relación de vecindaje se ha visto disminuida porque ellos, para su crecimiento, nos han necesitado y explotado con menor ferocidad de la que quisieran, porque para su desgracia, según la clase discriminatoria blanca, cohabitan la nación con millones de mexicanos que ya son y piensan como norteamericanos y los necesitan para los trabajos “indignos”, es decir, “bandoleros”, “asesinos”, “violadores”, etcétera, que Mr. Trump quisiera eliminar como sabandijas.

Tomemos como si de un deporte se tratara el asunto. Siempre es mejor reír que llorar. Y el señor presidente norteamericano, en un momento dado puede tener razón en no querer gente ajena en su territorio, en su casa, lo que suena lógico y apreciaríamos si no fuera por sus insultos indebidos. Tampoco nosotros queremos gente ajena en nuestro territorio… a menos que sean inversionistas y nos dominen con su dinero.

El tema viene a cuento por la nueva invasión masiva de centroamericanos y uno que otro colado africano, del Medio Oriente, del Oriente Entero, de Europa y que nosotros, los querendones mexicanos, hasta nos resulta motivo de alegría el recibirlos y darles comida, alojamiento (pobre, pero eficaz) dejando en el hambre y la pobreza tradicional a los mexicanos de acá… y a veces hasta de acullá que nos devuelve Mr. Trump y nos han devuelto (es parte de la historia triste) todos los presidentes del “otro lado”.

Los ilusos hermanos latinoamericanos que dicen ir de viaje a los Estados Unidos, van a topar con pared. Ya se los avisó el mayor discriminador racial de “allá”. Y es posible que haya muertitos por balas de arizonianos, tejanos, californianos o los que se apunten para defenderse de la invasión extranjera; o víctimas del frío o del calor; o peor, de hambre y falta de cobijo.

Todos esos sufrimientos causan violencia y deterioro social. Y nosotros, los mexicanitos, con la esperanza en el más allá, de momento nos desprendemos de algo para ayudar. Pero no olvide el lector el viejo adagio español: “De bolsa seca se saca nada”.

Se me figura Mr. Trump como el gato tras el ratón que lo espera tras el agujero en la pared, hasta que famélico, el ratón sale o se muere de todas maneras. Triste historia de un juego rudo, pero real.