/ domingo 1 de noviembre de 2020

De Porfirio Díaz a Lázaro Cárdenas

La Espiga


Con 69 millones de pobres existentes en México es justo preguntarse si la Revolución Mexicana cumplió sus promesas, sus ideales de justicia social y redención para las mayorías populares.

En la segunda década del nuevo milenio, México continúa su proceso de transición a la democracia. De manera lenta avanzamos hacia una gobernabilidad democrática pluripartidista que le pueda dar cabida a los sectores populares concebidos alguna vez dentro de los ideales revolucionarios.

De la Colonia Española al Porfiriato y después al neoporfirismo donde la llamada globalización y el libre mercado todavía necesitan incluir a los grupos marginados, a los sobrevivientes del “milagro mexicano”, de la abundancia petrolera y de las décadas perdidas de cero crecimiento económico, la Revolución Mexicana se convirtió en promesas y discursos para las masas empobrecidas, aquella lucha armada que costó más de un millón de vidas es hoy un lejano relato de los bisabuelos, de aquella gente lectora de don Mariano Azuela y de Martín Luis Guzmán, dos autores mexicanos interesados en buscar la grandeza y mezquindad de los caudillos revolucionarios que pretendieron el poder a cualquier precio.

Cuando los revolucionarios mexicanos se convirtieron en oligarcas pusieron de lado los anhelos democráticos, grupos de poder lucharon por sus intereses particulares. A sangre y fuego pelearon por encaramarse a los puestos públicos que permitieran amasar fortunas; familias y grupos solo vieron por acrecentar sus cuentas bancarias dejando a los olvidados de siempre como testigos mudos de sus fechorías.

Madero, Zapata, Carranza, Villa, Obregón…fueron cayendo uno tras de otro, cientos de miles de combatientes anónimos quedaron en sierras y caminos sin ley. Cuando las mansiones de los porfiristas fueron ocupadas por los cachorros de la Revolución Mexicana todo cambió para seguir igual, los nuevos ricos llegaron para ocupar los puestos dejados por la élite de los “científicos”.

Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río levantaron instituciones con algo de lo que fue aquella sed de justicia social, al menos la Constitución de 1917 puso por escrito mucho del contenido de los ideales revolucionarios, los cuales hoy en día suenan a letra muerta.

Plutarco Elías Calles (inspirado en el Partido Fascista Italiano) concibió la idea de crear un partido de masas capaz de ordenar y aglutinar a todos los pretendientes del poder al estilo mexicano, su Partido de Estado se mantuvo invicto por más de 70 años, apenas el 2000 se dio la alternancia en el Poder Ejecutivo federal.

Lázaro Cárdenas del Río con su fe nacionalista puso en práctica la Reforma Agraria contemplada en el Artículo 27 Constitucional, lo cual consiguió la entrega de tierras a millones de compatriotas. El Valle de Mexicali fue mexicanizado con miles de paisanos provenientes de toda la república.


La Espiga


Con 69 millones de pobres existentes en México es justo preguntarse si la Revolución Mexicana cumplió sus promesas, sus ideales de justicia social y redención para las mayorías populares.

En la segunda década del nuevo milenio, México continúa su proceso de transición a la democracia. De manera lenta avanzamos hacia una gobernabilidad democrática pluripartidista que le pueda dar cabida a los sectores populares concebidos alguna vez dentro de los ideales revolucionarios.

De la Colonia Española al Porfiriato y después al neoporfirismo donde la llamada globalización y el libre mercado todavía necesitan incluir a los grupos marginados, a los sobrevivientes del “milagro mexicano”, de la abundancia petrolera y de las décadas perdidas de cero crecimiento económico, la Revolución Mexicana se convirtió en promesas y discursos para las masas empobrecidas, aquella lucha armada que costó más de un millón de vidas es hoy un lejano relato de los bisabuelos, de aquella gente lectora de don Mariano Azuela y de Martín Luis Guzmán, dos autores mexicanos interesados en buscar la grandeza y mezquindad de los caudillos revolucionarios que pretendieron el poder a cualquier precio.

Cuando los revolucionarios mexicanos se convirtieron en oligarcas pusieron de lado los anhelos democráticos, grupos de poder lucharon por sus intereses particulares. A sangre y fuego pelearon por encaramarse a los puestos públicos que permitieran amasar fortunas; familias y grupos solo vieron por acrecentar sus cuentas bancarias dejando a los olvidados de siempre como testigos mudos de sus fechorías.

Madero, Zapata, Carranza, Villa, Obregón…fueron cayendo uno tras de otro, cientos de miles de combatientes anónimos quedaron en sierras y caminos sin ley. Cuando las mansiones de los porfiristas fueron ocupadas por los cachorros de la Revolución Mexicana todo cambió para seguir igual, los nuevos ricos llegaron para ocupar los puestos dejados por la élite de los “científicos”.

Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río levantaron instituciones con algo de lo que fue aquella sed de justicia social, al menos la Constitución de 1917 puso por escrito mucho del contenido de los ideales revolucionarios, los cuales hoy en día suenan a letra muerta.

Plutarco Elías Calles (inspirado en el Partido Fascista Italiano) concibió la idea de crear un partido de masas capaz de ordenar y aglutinar a todos los pretendientes del poder al estilo mexicano, su Partido de Estado se mantuvo invicto por más de 70 años, apenas el 2000 se dio la alternancia en el Poder Ejecutivo federal.

Lázaro Cárdenas del Río con su fe nacionalista puso en práctica la Reforma Agraria contemplada en el Artículo 27 Constitucional, lo cual consiguió la entrega de tierras a millones de compatriotas. El Valle de Mexicali fue mexicanizado con miles de paisanos provenientes de toda la república.