/ miércoles 25 de abril de 2018

Debates: un tirito, dijeron…

Vientos

El INE le puso cerebro al encuentro de los presidenciales incluyendo, muy a su pesar, al tocayo Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón “El Bronco” y el camino se dio sin espinas -lo que hubo fueron espinillas- y todos tan felices que hubieran podido salir del brazo y por la calle. Un buen ejemplo de que en México, con mantequilla, todo se resbala mejor.

Sin encontrar puntos límites, una primera parte pareció que tomarían agotado al ya cansado de tantos golpes, Andrés Manuel López Obrador, que sucumbiría bajo el fuego nutrido de los algodonazos de José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés. Pero la presencia lúdica del “Bronco” y la fraseología propia de una dama, de la siempre señora Margarita Zavala Gómez del Campo, tuvieron la eficacia anestésica para evitar una cirugía ruda de corazón abierto…

Pero el “Peje” (“No lagarto”) se hundió en su estrategia evasora, burló al enemigo, y llegó a la otra orilla sin haber dicho nada para llevar a casa, hizo oídos sordos, largó el colmillo y lo que pareció una derrota se estacionó en el “ai’nos vemos raza” y se fue tranquilo con uno que otro rasguño que se tomó por los opositores de su destino, como un triunfo de la pobreza anímica… del “Peje”.

Pero volvió el huracán soplando sus alebrestados vientos entre Ricardito y José Antonio, cuando el enemigo a vencer era el tabasqueño y así éste, del callejón de los “malditos”, muy tranquilo y casi contento por el espectáculo, se sentó a verlos y oírlos. Cuando Ricardito se dio cuenta de que se le quemaban los tamales ante sus merititos ojos, reanudó el ataque, sacó sus instrumentos de la guerra y entonces el “Peje” tocó a retirada, enmudeció, se metió en su concha de almeja costeña y calló. En sus declaraciones del lunes dijo que seguirá con su estrategia del silencio y aunque no lo dijo, se acordó de su “amigo del alma” Carlos Salinas de Gortari y en una paráfrasis, impensable en su calcificado centro motor, imaginó un “háganse bolas”.

He repetido aquí, sin fundamento alguno, lo que prueba que no es fácil puntualizar la razón que se tiene cuando los hados prefieren la cortedad o negación de la luz suprema, explicar en un espacio como éste toda una teoría en la que intervienen factores más allá de los comunes como los juegos visuales ante un público harto de los políticos que es una manera de llamar a todos los que gustan de la materia y la persiguen con denuedo pero también con majadería y con el abuso de eso que llaman libertad de expresión confundiéndola con la bellaquería.

Pero cortemos por lo sano. El primer debate ya acabó y creo que el que se llevó la mejor tajada fue Ricardo Anaya. Fue el más concreto. El más incisivo. El más preparado para la puesta en escena de otro más de los bodrios esos que se anuncian espectaculares y terminan en un teatrito de cuarta. Pero no importa, pronto habrá más de lo mismo: Iguales tiritos, las mismas pistolas, los mismos sueños para aliviar nuestras desdichas como acabar con la pobreza, con la corrupción, con… lo que quieran, que al fin y al cabo lo único que están haciendo es acabar con México y los mexicanos. Pero claro, la culpa es de los ciudadanos. ¿No se ha dicho hasta el cansancio que los pueblos tienen los gobiernos que merecen? Pues eso es cuando tales ciudadanos prefieren hacerse como el tío Lolo y abandonar las urnas porque el domingo hay que descansar, ver el fútbol o irse a la playa (donde hay).

Al final de la historia, somos tan pocos los preocupados, que en verdad de verdad, deberíamos de ser los candidatos… Digo.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx


Vientos

El INE le puso cerebro al encuentro de los presidenciales incluyendo, muy a su pesar, al tocayo Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón “El Bronco” y el camino se dio sin espinas -lo que hubo fueron espinillas- y todos tan felices que hubieran podido salir del brazo y por la calle. Un buen ejemplo de que en México, con mantequilla, todo se resbala mejor.

Sin encontrar puntos límites, una primera parte pareció que tomarían agotado al ya cansado de tantos golpes, Andrés Manuel López Obrador, que sucumbiría bajo el fuego nutrido de los algodonazos de José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés. Pero la presencia lúdica del “Bronco” y la fraseología propia de una dama, de la siempre señora Margarita Zavala Gómez del Campo, tuvieron la eficacia anestésica para evitar una cirugía ruda de corazón abierto…

Pero el “Peje” (“No lagarto”) se hundió en su estrategia evasora, burló al enemigo, y llegó a la otra orilla sin haber dicho nada para llevar a casa, hizo oídos sordos, largó el colmillo y lo que pareció una derrota se estacionó en el “ai’nos vemos raza” y se fue tranquilo con uno que otro rasguño que se tomó por los opositores de su destino, como un triunfo de la pobreza anímica… del “Peje”.

Pero volvió el huracán soplando sus alebrestados vientos entre Ricardito y José Antonio, cuando el enemigo a vencer era el tabasqueño y así éste, del callejón de los “malditos”, muy tranquilo y casi contento por el espectáculo, se sentó a verlos y oírlos. Cuando Ricardito se dio cuenta de que se le quemaban los tamales ante sus merititos ojos, reanudó el ataque, sacó sus instrumentos de la guerra y entonces el “Peje” tocó a retirada, enmudeció, se metió en su concha de almeja costeña y calló. En sus declaraciones del lunes dijo que seguirá con su estrategia del silencio y aunque no lo dijo, se acordó de su “amigo del alma” Carlos Salinas de Gortari y en una paráfrasis, impensable en su calcificado centro motor, imaginó un “háganse bolas”.

He repetido aquí, sin fundamento alguno, lo que prueba que no es fácil puntualizar la razón que se tiene cuando los hados prefieren la cortedad o negación de la luz suprema, explicar en un espacio como éste toda una teoría en la que intervienen factores más allá de los comunes como los juegos visuales ante un público harto de los políticos que es una manera de llamar a todos los que gustan de la materia y la persiguen con denuedo pero también con majadería y con el abuso de eso que llaman libertad de expresión confundiéndola con la bellaquería.

Pero cortemos por lo sano. El primer debate ya acabó y creo que el que se llevó la mejor tajada fue Ricardo Anaya. Fue el más concreto. El más incisivo. El más preparado para la puesta en escena de otro más de los bodrios esos que se anuncian espectaculares y terminan en un teatrito de cuarta. Pero no importa, pronto habrá más de lo mismo: Iguales tiritos, las mismas pistolas, los mismos sueños para aliviar nuestras desdichas como acabar con la pobreza, con la corrupción, con… lo que quieran, que al fin y al cabo lo único que están haciendo es acabar con México y los mexicanos. Pero claro, la culpa es de los ciudadanos. ¿No se ha dicho hasta el cansancio que los pueblos tienen los gobiernos que merecen? Pues eso es cuando tales ciudadanos prefieren hacerse como el tío Lolo y abandonar las urnas porque el domingo hay que descansar, ver el fútbol o irse a la playa (donde hay).

Al final de la historia, somos tan pocos los preocupados, que en verdad de verdad, deberíamos de ser los candidatos… Digo.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx