/ jueves 6 de diciembre de 2018

Del caso Ayotzinapa

Vientos


El recién ungido presidente de México, licenciado Andrés Manuel López Obrador, firmó su Primer Decreto dándole vida a eso que llama “Comisión de la Verdad” y cuya intención es regresar al inicio de la investigación de los sucesos de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, cuya verdad está en entredicho.

El caso ofrece múltiples dificultades. En su intención investigadora ejercida por el sexenio recién concluido, intervinieron diversidad de autoridades judiciales mexicanas, abogados en defensa de los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, pero también especialistas venidos del extranjero.

Las conclusiones no han satisfecho el dolor y la angustia de los padres y familiares de los muchachos objeto del dolor social. Y más aún, se piensa que las autoridades judiciales que intervinieron lo hicieron sesgando intenciones para favorecer a instituciones tan bien radicadas en su moral, como las de las fuerzas armadas. No merecen juicio aprobatorio de los deudos, porque unos quieren que los muchachos “que se llevaron vivos, vivos los regresen”, lo cual entendemos; comprendemos lo que una pérdida así significa, pero que desagradablemente se aleja de la realidad, de la lógica que los ubica en el terreno de la ya no existencia. Drama profundo, ignominioso para el resto de la sociedad civil mexicana… y quién sabe qué frutos para los ejecutores desalmados.

Creo, debemos de creer los mexicanos, en el presidente López Obrador. Ha empeñado su palabra de honor, su dignidad a prueba, ante el mundo entero: encontrar la verdad y castigar con justicia, todo lo que esta palabra pueda significar en el ánimo de los deudos directos.

En el caso que nos ocupa, será necesario ubicarnos en la realidad de los escenarios que provocaron estos bochornosos actos. ¿Qué fue lo que provocó la cruel acción? Porque toda la culpa se dirige a los ejecutores a quienes la ley debe castigar sin duda alguna. Pero para llegar a ello resulta imprescindible buscar también los motivos, la causa -imperdonable- que provocó todo este inusitado asunto que ha servido, queriéndolo o no, en materia de publicidad política y posiblemente en otras muertes que no se han informado en el caso. Y que de quiénes lo ordenaron, sobre todo.

Le deseamos a AMLO éxito en su intención ciudadana. Y le aconsejamos poner los pies en el suelo. Hay heridas que nunca se lavan y ésta parece ser una de ellas.


Vientos


El recién ungido presidente de México, licenciado Andrés Manuel López Obrador, firmó su Primer Decreto dándole vida a eso que llama “Comisión de la Verdad” y cuya intención es regresar al inicio de la investigación de los sucesos de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, cuya verdad está en entredicho.

El caso ofrece múltiples dificultades. En su intención investigadora ejercida por el sexenio recién concluido, intervinieron diversidad de autoridades judiciales mexicanas, abogados en defensa de los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, pero también especialistas venidos del extranjero.

Las conclusiones no han satisfecho el dolor y la angustia de los padres y familiares de los muchachos objeto del dolor social. Y más aún, se piensa que las autoridades judiciales que intervinieron lo hicieron sesgando intenciones para favorecer a instituciones tan bien radicadas en su moral, como las de las fuerzas armadas. No merecen juicio aprobatorio de los deudos, porque unos quieren que los muchachos “que se llevaron vivos, vivos los regresen”, lo cual entendemos; comprendemos lo que una pérdida así significa, pero que desagradablemente se aleja de la realidad, de la lógica que los ubica en el terreno de la ya no existencia. Drama profundo, ignominioso para el resto de la sociedad civil mexicana… y quién sabe qué frutos para los ejecutores desalmados.

Creo, debemos de creer los mexicanos, en el presidente López Obrador. Ha empeñado su palabra de honor, su dignidad a prueba, ante el mundo entero: encontrar la verdad y castigar con justicia, todo lo que esta palabra pueda significar en el ánimo de los deudos directos.

En el caso que nos ocupa, será necesario ubicarnos en la realidad de los escenarios que provocaron estos bochornosos actos. ¿Qué fue lo que provocó la cruel acción? Porque toda la culpa se dirige a los ejecutores a quienes la ley debe castigar sin duda alguna. Pero para llegar a ello resulta imprescindible buscar también los motivos, la causa -imperdonable- que provocó todo este inusitado asunto que ha servido, queriéndolo o no, en materia de publicidad política y posiblemente en otras muertes que no se han informado en el caso. Y que de quiénes lo ordenaron, sobre todo.

Le deseamos a AMLO éxito en su intención ciudadana. Y le aconsejamos poner los pies en el suelo. Hay heridas que nunca se lavan y ésta parece ser una de ellas.