/ miércoles 1 de junio de 2022

Discutamos sin miedo

EL MURO

¿Y si los problemas de inseguridad en Mexicali, se debieran en buena parte a la mala migración? ¿Y si promover leyes que favorecen a los gais implica empoderarlos políticamente, por encima de decenas de miles de personas que también sufren por falta de atención, pero son impopulares?

La medrosía es una mala acompañante, quizá por eso los problemas sociales se tratan por encimita porque nadie quiere arriesgarse al linchamiento y lo que por encimita se aborda poco o nada se resuelve. Por eso, para muchos crear quimeras, mundos imaginarios en donde todo marcha bien, es menos riesgoso que buscar soluciones sensatas.

Foto: Cortesía

Sí, migrar es humano; sí, los humanos somos empáticos, primordialmente con nuestros cercanos, pero existen límites. Los primeros grupos pobladores eran territoriales al extremo, selectivos con quienes convivían; expulsaban al tramposo, había control porque les importaba su gente. Todo lo anterior está registrado en nuestro ADN. Lo tenemos los humanos, también algunas especies del reino animal (“Is it good to cooperate?: Testing the theory on morality…”, “Animal morality…”).

Nadie en su sano juicio acepta sin quejarse a quien viene a destruir. Sin embargo, eso es lo que vemos a diario en la ciudad: Personas que aborrecen a Mexicali, la contaminan, la critican, con la complacencia de casi todos.

Por otro lado, en el municipio cerca del 15% de la población vive bajo una condición de discapacidad. Hay gente que no ve, no oye o no puede caminar, pero a pesar de eso carecen de leyes de apoyo para hacerles la vida menos complicada, para ingresarlos a la actividad pública como cualquiera de nosotros, quizá sea porque aún no vemos una manifestación de ciegos o de personas en sillas de ruedas bloqueando edificios para exigir la colocación de rampas o para evitar que a alguien se le ocurra pintar de otro color las zonas azules.

Sí, proteger a los menores de ser presionados o sometidos para modificar su orientación sexual parece ser algo positivo, pero ese no es el único sector poblacional que vive en el desamparo, aunque quizá sí sea el más ruidoso, el más amenazador, el que mejor prensa tiene; por ende, el grupo con más poder, que como es natural y sin ningún recato, tiende a ver por los suyos sin importarle el resto, como debe de ser.

No se confundan por favor: Que algo sea común, normal e incluso legalmente aceptado, no necesariamente significa que sea lo óptimo para el desarrollo social. No es sano vivir en un mundo donde reinen los medrosos, porque los movimientos de fobias tienen una base biológica y si los asuntos no se discuten a fondo, el temor pasa a convertirse en odio irracional. Entretanto, recordemos que la inclusión incluye a todos.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

¿Y si los problemas de inseguridad en Mexicali, se debieran en buena parte a la mala migración? ¿Y si promover leyes que favorecen a los gais implica empoderarlos políticamente, por encima de decenas de miles de personas que también sufren por falta de atención, pero son impopulares?

La medrosía es una mala acompañante, quizá por eso los problemas sociales se tratan por encimita porque nadie quiere arriesgarse al linchamiento y lo que por encimita se aborda poco o nada se resuelve. Por eso, para muchos crear quimeras, mundos imaginarios en donde todo marcha bien, es menos riesgoso que buscar soluciones sensatas.

Foto: Cortesía

Sí, migrar es humano; sí, los humanos somos empáticos, primordialmente con nuestros cercanos, pero existen límites. Los primeros grupos pobladores eran territoriales al extremo, selectivos con quienes convivían; expulsaban al tramposo, había control porque les importaba su gente. Todo lo anterior está registrado en nuestro ADN. Lo tenemos los humanos, también algunas especies del reino animal (“Is it good to cooperate?: Testing the theory on morality…”, “Animal morality…”).

Nadie en su sano juicio acepta sin quejarse a quien viene a destruir. Sin embargo, eso es lo que vemos a diario en la ciudad: Personas que aborrecen a Mexicali, la contaminan, la critican, con la complacencia de casi todos.

Por otro lado, en el municipio cerca del 15% de la población vive bajo una condición de discapacidad. Hay gente que no ve, no oye o no puede caminar, pero a pesar de eso carecen de leyes de apoyo para hacerles la vida menos complicada, para ingresarlos a la actividad pública como cualquiera de nosotros, quizá sea porque aún no vemos una manifestación de ciegos o de personas en sillas de ruedas bloqueando edificios para exigir la colocación de rampas o para evitar que a alguien se le ocurra pintar de otro color las zonas azules.

Sí, proteger a los menores de ser presionados o sometidos para modificar su orientación sexual parece ser algo positivo, pero ese no es el único sector poblacional que vive en el desamparo, aunque quizá sí sea el más ruidoso, el más amenazador, el que mejor prensa tiene; por ende, el grupo con más poder, que como es natural y sin ningún recato, tiende a ver por los suyos sin importarle el resto, como debe de ser.

No se confundan por favor: Que algo sea común, normal e incluso legalmente aceptado, no necesariamente significa que sea lo óptimo para el desarrollo social. No es sano vivir en un mundo donde reinen los medrosos, porque los movimientos de fobias tienen una base biológica y si los asuntos no se discuten a fondo, el temor pasa a convertirse en odio irracional. Entretanto, recordemos que la inclusión incluye a todos.

vicmarcen09@gmail.com