/ miércoles 21 de julio de 2021

Disruptivos

EL MURO

Mexicali es un pueblo carente de innovaciones, a la espera de que sea la autoridad o un golpe de suerte que mágicamente lo saque de su monotonía conservadora. Buena parte de la culpa la tienen las escuelas.

El sistema escolarizado desde primaria hasta Universidad parte de la idea de que el mucho trabajo, el sufrimiento, la repetición, las horas nalga, la mucha carga académica es sinónimo de aprendizaje útil. Pero los hechos nos dicen que la falta de innovaciones es producto de personas condicionadas a que el cumplimiento de requisitos, es suficiente para sobrevivir, en algunos casos con relativo éxito.

El programa es en primarias | Foto: Cortesía | Cuartoscuro /  Cortesía | Cuartoscuro

El vocalista de Reik, grupo musical integrado por mexicalenses, reveló en una entrevista dos grandes realidades que ocurren incluso en la clase privilegiada local. Primero es que toda la gente de Mexicali sabe que hay un plan para su vida, en su caso estudiar en Monterrey para luego regresar a trabajar en la empresa familiar, al menos que la suerte juegue a nuestro favor.

La segunda, la más interesante, pero que pasó de largo en el linchamiento mediático del que fue víctima, es cuando le preguntan sobre una línea de ropa que pretendía lanzar, acto del cual se arrepintió “porque no me gusta a mí nadar contracorriente, no soy disruptor (disruptivo, es la palabra precisa)…”.

Históricamente los innovadores han sido mal vistos aunque todos disfrutemos de las bondades resultado de sus necedades. De hecho hasta el siglo XVII innovación era sinónimo de herejía y en cierta forma sigue siendo así porque quien propone una mejora rompe con la armonía comodona del mínimo esfuerzo y eso hay que castigarlo o en el peor de los casos, hay que ignorarlo.

Mexicali podrá tener muchos emprendedores, pero lo más triste es que muy pocos salieron directamente como resultado del impulso escolar. La regla general es que la falta de resultados derivados de acudir a la escuela y la comprensible resistencia de responsabilizarla por no cumplir con sus promesas de una vida mejor, terminen siendo el motor que impulse el ánimo de emprender un changarro de cualquier ámbito, menos en aquel para el cual se estudió y no tiene nada de malo, salvo que ni siquiera ese hecho nos orille a cuestionar. Entonces ¿para qué demonios fui a la escuela?

Lo único que ocupan las escuelas es permitir a sus docentes a que junto a sus alumnos encuentren soluciones eficaces a los problemas con los que lidiamos a diario. Que la escuela sea el reflejo de nuestra realidad, no un espejismo. Los actos heréticos disruptivos son muy simples: Dialogar en lugar de memorizar, razonar, resolver, cuestionar, actuar, esa es la mejor innovación con la que podemos empezar.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

Mexicali es un pueblo carente de innovaciones, a la espera de que sea la autoridad o un golpe de suerte que mágicamente lo saque de su monotonía conservadora. Buena parte de la culpa la tienen las escuelas.

El sistema escolarizado desde primaria hasta Universidad parte de la idea de que el mucho trabajo, el sufrimiento, la repetición, las horas nalga, la mucha carga académica es sinónimo de aprendizaje útil. Pero los hechos nos dicen que la falta de innovaciones es producto de personas condicionadas a que el cumplimiento de requisitos, es suficiente para sobrevivir, en algunos casos con relativo éxito.

El programa es en primarias | Foto: Cortesía | Cuartoscuro /  Cortesía | Cuartoscuro

El vocalista de Reik, grupo musical integrado por mexicalenses, reveló en una entrevista dos grandes realidades que ocurren incluso en la clase privilegiada local. Primero es que toda la gente de Mexicali sabe que hay un plan para su vida, en su caso estudiar en Monterrey para luego regresar a trabajar en la empresa familiar, al menos que la suerte juegue a nuestro favor.

La segunda, la más interesante, pero que pasó de largo en el linchamiento mediático del que fue víctima, es cuando le preguntan sobre una línea de ropa que pretendía lanzar, acto del cual se arrepintió “porque no me gusta a mí nadar contracorriente, no soy disruptor (disruptivo, es la palabra precisa)…”.

Históricamente los innovadores han sido mal vistos aunque todos disfrutemos de las bondades resultado de sus necedades. De hecho hasta el siglo XVII innovación era sinónimo de herejía y en cierta forma sigue siendo así porque quien propone una mejora rompe con la armonía comodona del mínimo esfuerzo y eso hay que castigarlo o en el peor de los casos, hay que ignorarlo.

Mexicali podrá tener muchos emprendedores, pero lo más triste es que muy pocos salieron directamente como resultado del impulso escolar. La regla general es que la falta de resultados derivados de acudir a la escuela y la comprensible resistencia de responsabilizarla por no cumplir con sus promesas de una vida mejor, terminen siendo el motor que impulse el ánimo de emprender un changarro de cualquier ámbito, menos en aquel para el cual se estudió y no tiene nada de malo, salvo que ni siquiera ese hecho nos orille a cuestionar. Entonces ¿para qué demonios fui a la escuela?

Lo único que ocupan las escuelas es permitir a sus docentes a que junto a sus alumnos encuentren soluciones eficaces a los problemas con los que lidiamos a diario. Que la escuela sea el reflejo de nuestra realidad, no un espejismo. Los actos heréticos disruptivos son muy simples: Dialogar en lugar de memorizar, razonar, resolver, cuestionar, actuar, esa es la mejor innovación con la que podemos empezar.

vicmarcen09@gmail.com