/ viernes 20 de septiembre de 2019

El alma de la fiesta

En algún lugar...


En algún lugar victorioso, la corona de laurel otorga el poder y el atributo para redescubrir el acervo patriótico y así, el pasado se reinventa en una secuencia de rituales con matices y bemoles…

Una de las tradiciones de nuestra mexicanidad linda y querida, es la ceremonia del Grito de la Independencia. Curiosamente no existe un protocolo oficial que determine los eventos y los momentos del festejo y el ritual se ha reinventado una y otra vez, entre omisiones y adecuaciones. Hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta el número exacto de vivas que deben gritarse, en qué momento se debe tocar la campana o si debe ondearse la bandera simultáneamente; qué gestos hacer durante el espectáculo de los fuegos artificiales y qué sé yo…

La primera conmemoración fue al alba del 16 de septiembre de 1812 cuando Ignacio López Rayón ordenó una descarga de la artillería y el repique de las campanas. Se realizó una misa y hubo una serenata, pero no se evocó aquel grito de Miguel Hidalgo que glorificó a la religión y al rey de España enardeciendo la insurrección contra Napoleón III (¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno!).

Desde entonces, cada régimen contribuyó en la configuración del ritual vigente: José María Morelos lo instaura como aniversario oficial de la “Independencia y nuestra santa libertad”. En 1825, Guadalupe Victoria recibió a embajadores y clérigos. Pero la aportación más significativa fue en 1867. El primer gobernante que lo celebró en el pueblo de Dolores fue el emperador Maximiliano, quien pronunció un discurso desde una ventana en la casa de Miguel Hidalgo y terminó exclamando: ¡Mexicanos, que viva la Independencia y la memoria de sus héroes!

Por las ironías de la historia, el alma de la fiesta cívica nacional es la aportación de un príncipe extranjero que se sentía mexicano.

Y continuaron los cambios: Desde 1845 el festejo inicia el 15 de septiembre. El carácter religioso de la celebración se erradicó en el régimen de Benito Juárez; Porfirio Díaz tocó la campana de Dolores que trasladaron a Palacio Nacional. Durante el siglo XX el ritual no tuvo cambios y ahora el presidente López Obrador vitoreó 20 veces y se eliminó la lujosa cena oficial.

Me queda claro que en torno al ritual del Grito nada está escrito, pero detecto una omisión: Nunca se ha incluido la legendaria taza de chocolate, caliente y espumoso, que le dio valor a Miguel Hidalgo para salir e incitar la sublevación. Simbolizaría la primera de las victorias de los ideales de la Ilustración que doblegaron a los prejuicios de la época; enalteceríamos el punto sin retorno, el momento en que una decisión cambió la vida de los insurgentes y de todos los mexicanos.

Ojalá que algún día lo incluyan en las fiestas patrias y creo que es muy probable porque el pasado seguirá reinventándose en una secuencia de rituales con matices y bemoles...

En algún lugar...


En algún lugar victorioso, la corona de laurel otorga el poder y el atributo para redescubrir el acervo patriótico y así, el pasado se reinventa en una secuencia de rituales con matices y bemoles…

Una de las tradiciones de nuestra mexicanidad linda y querida, es la ceremonia del Grito de la Independencia. Curiosamente no existe un protocolo oficial que determine los eventos y los momentos del festejo y el ritual se ha reinventado una y otra vez, entre omisiones y adecuaciones. Hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta el número exacto de vivas que deben gritarse, en qué momento se debe tocar la campana o si debe ondearse la bandera simultáneamente; qué gestos hacer durante el espectáculo de los fuegos artificiales y qué sé yo…

La primera conmemoración fue al alba del 16 de septiembre de 1812 cuando Ignacio López Rayón ordenó una descarga de la artillería y el repique de las campanas. Se realizó una misa y hubo una serenata, pero no se evocó aquel grito de Miguel Hidalgo que glorificó a la religión y al rey de España enardeciendo la insurrección contra Napoleón III (¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno!).

Desde entonces, cada régimen contribuyó en la configuración del ritual vigente: José María Morelos lo instaura como aniversario oficial de la “Independencia y nuestra santa libertad”. En 1825, Guadalupe Victoria recibió a embajadores y clérigos. Pero la aportación más significativa fue en 1867. El primer gobernante que lo celebró en el pueblo de Dolores fue el emperador Maximiliano, quien pronunció un discurso desde una ventana en la casa de Miguel Hidalgo y terminó exclamando: ¡Mexicanos, que viva la Independencia y la memoria de sus héroes!

Por las ironías de la historia, el alma de la fiesta cívica nacional es la aportación de un príncipe extranjero que se sentía mexicano.

Y continuaron los cambios: Desde 1845 el festejo inicia el 15 de septiembre. El carácter religioso de la celebración se erradicó en el régimen de Benito Juárez; Porfirio Díaz tocó la campana de Dolores que trasladaron a Palacio Nacional. Durante el siglo XX el ritual no tuvo cambios y ahora el presidente López Obrador vitoreó 20 veces y se eliminó la lujosa cena oficial.

Me queda claro que en torno al ritual del Grito nada está escrito, pero detecto una omisión: Nunca se ha incluido la legendaria taza de chocolate, caliente y espumoso, que le dio valor a Miguel Hidalgo para salir e incitar la sublevación. Simbolizaría la primera de las victorias de los ideales de la Ilustración que doblegaron a los prejuicios de la época; enalteceríamos el punto sin retorno, el momento en que una decisión cambió la vida de los insurgentes y de todos los mexicanos.

Ojalá que algún día lo incluyan en las fiestas patrias y creo que es muy probable porque el pasado seguirá reinventándose en una secuencia de rituales con matices y bemoles...

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