/ jueves 14 de enero de 2021

El asalto al Capitolio, lecciones para México

El asalto al Capitolio de Estados Unidos el pasado 6 de enero, fue el dramático desenlace de años de polarización, confrontación, mentiras y difamaciones.

Desde su campaña, el presidente Donald Trump enarboló un discurso caracterizado por el odio y el miedo. Si bien Trump es el efecto y no la causa de la polarización que se vive en el vecino país del norte, sus acciones y sus palabras exacerbaron las divisiones, profundizaron los resentimientos y generaron encono, tal como sucede hoy día con el discurso del Presidente de México.

Afortunadamente los reiterados intentos por vulnerar el sistema político de checks and balances (pesos y contrapesos), concentrar el poder en una sola persona y gobernar mediante decretos ilegales, se enfrentaron con instituciones sólidas y robustas que soportaron con éxito el embate populista. Este tipo de acciones han representado en nuestro país un reto para la oposición que ha conformado un dique ante el intento de desaparecer órganos constitucionales autónomos y vulnerar el Estado de Derecho.

La cancelación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés) y de la política de asilo fueron bloqueados por jueces, pero el daño que se hizo a la política exterior con base en una visión nativista y supremacista fue desgarrador.

Para México la gran lección es que la mejor política interior es la política exterior, ya que ésta impide el aislamiento, promueve la inversión y la inserción competitiva en el mundo.

El asalto al Capitolio fue el resultado lamentable de años de dividir y confrontar, de faltar a la verdad y armar conspiraciones hasta el último momento. Trump había anunciado que si perdía la elección argumentaría fraude, pero pocos creyeron que sus dichos tendrían un efecto tan importante en sus seguidores, al grado de poner en riesgo la transición del gobierno y cobrar la vida de cinco personas.

El Capitolio es un emblema del Estado norteamericano, representa lo mejor de su democracia: El imperio de la ley, la desconcentración del poder, la igualdad ante la Constitución, el vigor de las instituciones y la concreción de los anhelos de libertad.

La lección que vivió el pueblo estadounidense ha sido dolorosa y ejemplar para el mundo y dejará una huella profunda durante varios años.

Queda para el mundo y para México la lección de lo que puede significar una Presidencia que alienta la confrontación, viola las normas y genera resentimientos y odios. Hoy, en medio de la peor pandemia en más de 100 años, la decencia, la moderación, el hablar con la verdad y el apego a las leyes e instituciones deben caracterizar a los gobiernos para que tomen conciencia de que la toma del Capitolio fue también una señal de que, en política, nunca debemos dar por hecho que la democracia existe per se, sino que se debe cultivar, nutrir y proteger todos los días.


El asalto al Capitolio de Estados Unidos el pasado 6 de enero, fue el dramático desenlace de años de polarización, confrontación, mentiras y difamaciones.

Desde su campaña, el presidente Donald Trump enarboló un discurso caracterizado por el odio y el miedo. Si bien Trump es el efecto y no la causa de la polarización que se vive en el vecino país del norte, sus acciones y sus palabras exacerbaron las divisiones, profundizaron los resentimientos y generaron encono, tal como sucede hoy día con el discurso del Presidente de México.

Afortunadamente los reiterados intentos por vulnerar el sistema político de checks and balances (pesos y contrapesos), concentrar el poder en una sola persona y gobernar mediante decretos ilegales, se enfrentaron con instituciones sólidas y robustas que soportaron con éxito el embate populista. Este tipo de acciones han representado en nuestro país un reto para la oposición que ha conformado un dique ante el intento de desaparecer órganos constitucionales autónomos y vulnerar el Estado de Derecho.

La cancelación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés) y de la política de asilo fueron bloqueados por jueces, pero el daño que se hizo a la política exterior con base en una visión nativista y supremacista fue desgarrador.

Para México la gran lección es que la mejor política interior es la política exterior, ya que ésta impide el aislamiento, promueve la inversión y la inserción competitiva en el mundo.

El asalto al Capitolio fue el resultado lamentable de años de dividir y confrontar, de faltar a la verdad y armar conspiraciones hasta el último momento. Trump había anunciado que si perdía la elección argumentaría fraude, pero pocos creyeron que sus dichos tendrían un efecto tan importante en sus seguidores, al grado de poner en riesgo la transición del gobierno y cobrar la vida de cinco personas.

El Capitolio es un emblema del Estado norteamericano, representa lo mejor de su democracia: El imperio de la ley, la desconcentración del poder, la igualdad ante la Constitución, el vigor de las instituciones y la concreción de los anhelos de libertad.

La lección que vivió el pueblo estadounidense ha sido dolorosa y ejemplar para el mundo y dejará una huella profunda durante varios años.

Queda para el mundo y para México la lección de lo que puede significar una Presidencia que alienta la confrontación, viola las normas y genera resentimientos y odios. Hoy, en medio de la peor pandemia en más de 100 años, la decencia, la moderación, el hablar con la verdad y el apego a las leyes e instituciones deben caracterizar a los gobiernos para que tomen conciencia de que la toma del Capitolio fue también una señal de que, en política, nunca debemos dar por hecho que la democracia existe per se, sino que se debe cultivar, nutrir y proteger todos los días.