/ sábado 9 de octubre de 2021

El capullo

PENSARES

Un capullo cuando está cerrado está protegido del viento y la lluvia; sus pétalos delicados y su estigma están encerrados libres de daños, atrapados, juntitos y seguros, pero la presión crece, algo los empuja una contra la otra y el final es que en la cima del capullo la cubierta protectora se ha partido y algunos de los pétalos están siendo empujados hacia afuera.

En realidad algunos de los pétalos estaban entusiasmados de ser libres, de poder moverse como quisieran, de saludar al sol del que habían oído tanto, pero otros eran más cautelosos, temiendo cambios innecesarios. Ahora regresa el informe de los pétalos superiores de que el sol estaba apagado y que estaban azotados por el

Capullo

viento; intentaban volver al capullo y todo lo que lograban era aumentar la rotura exponiendo a otros pétalos.

Un gran pétalo estaba muy callado en toda la discusión resultante. Sabía que ahora estaba cerca del sol, había esperado tanto, empujó con toda su fuerza; podía ver la rotura justo sobre él, debo intentarlo otra vez decidió, necesito echarle una mirada, así que se enfocó y lo intentó de nuevo. Empujó y empujó hasta que la prisión fue demasiada para el capullo y se partió por un costado. El pétalo volteó los ojos hacia afuera:

-Qué maravilla, qué aire tan fresco, los olores, el perfume, las posibilidades, la

libertad. ¡Es maravilloso! -gritó a los pétalos tras él-. Vengan, mostrémosle al mundo cuán hermosos somos. Pero el riesgo -argumentaron los demás pétalos- guardémonos aquí, es más cómodo. Ahora que el capullo está roto, justo se oyó una vocecita afuera:

-Papito, ven rápido, el capullo se está abriendo. Mira el hermoso color.

-¿Puedes oler el perfume?, fue la respuesta. No, no hay olor, podrás olerlo cuando todos los pétalos se abran, será maravilloso.

Los pétalos se quedaron en silencio por unos momentos. De repente comprendieron: Florecer eventualmente les costaría todo, pero para ello habían sido creados; quedarse en el capullo y morir en la parra era impensable. Necesitamos florecer, necesitamos empujar todos juntos, necesitamos ser el mejor y más atractivo florecimiento. Entonces las abejas vendrán y beberán de nosotros y aunque muramos, en realidad viviremos para siempre.

Cerca de el en la tierra yacía un capullo, nunca se había abierto al sol. La parra lo había dejado caer al suelo como inútil. Cuán triste nunca haber experimentado el sol, nunca haber alcanzado la realización; cuán agradecido estaba de haber sido aquel gran pétalo con la visión y el valor de guiarlos hacia afuera.

Esto nos muestra que aunque se corren riesgos a veces muy grandes al atrevernos a buscar algo mejor, la recompensa más que lo justifica. Por otro lado el aferrarnos en lo que ya hemos vivido, como si pudiésemos hacerlo acaba por llevarnos al desastre.

Aprendamos del capullo que se arriesgó, las grandes oportunidades de la vida son riesgosas.

PENSARES

Un capullo cuando está cerrado está protegido del viento y la lluvia; sus pétalos delicados y su estigma están encerrados libres de daños, atrapados, juntitos y seguros, pero la presión crece, algo los empuja una contra la otra y el final es que en la cima del capullo la cubierta protectora se ha partido y algunos de los pétalos están siendo empujados hacia afuera.

En realidad algunos de los pétalos estaban entusiasmados de ser libres, de poder moverse como quisieran, de saludar al sol del que habían oído tanto, pero otros eran más cautelosos, temiendo cambios innecesarios. Ahora regresa el informe de los pétalos superiores de que el sol estaba apagado y que estaban azotados por el

Capullo

viento; intentaban volver al capullo y todo lo que lograban era aumentar la rotura exponiendo a otros pétalos.

Un gran pétalo estaba muy callado en toda la discusión resultante. Sabía que ahora estaba cerca del sol, había esperado tanto, empujó con toda su fuerza; podía ver la rotura justo sobre él, debo intentarlo otra vez decidió, necesito echarle una mirada, así que se enfocó y lo intentó de nuevo. Empujó y empujó hasta que la prisión fue demasiada para el capullo y se partió por un costado. El pétalo volteó los ojos hacia afuera:

-Qué maravilla, qué aire tan fresco, los olores, el perfume, las posibilidades, la

libertad. ¡Es maravilloso! -gritó a los pétalos tras él-. Vengan, mostrémosle al mundo cuán hermosos somos. Pero el riesgo -argumentaron los demás pétalos- guardémonos aquí, es más cómodo. Ahora que el capullo está roto, justo se oyó una vocecita afuera:

-Papito, ven rápido, el capullo se está abriendo. Mira el hermoso color.

-¿Puedes oler el perfume?, fue la respuesta. No, no hay olor, podrás olerlo cuando todos los pétalos se abran, será maravilloso.

Los pétalos se quedaron en silencio por unos momentos. De repente comprendieron: Florecer eventualmente les costaría todo, pero para ello habían sido creados; quedarse en el capullo y morir en la parra era impensable. Necesitamos florecer, necesitamos empujar todos juntos, necesitamos ser el mejor y más atractivo florecimiento. Entonces las abejas vendrán y beberán de nosotros y aunque muramos, en realidad viviremos para siempre.

Cerca de el en la tierra yacía un capullo, nunca se había abierto al sol. La parra lo había dejado caer al suelo como inútil. Cuán triste nunca haber experimentado el sol, nunca haber alcanzado la realización; cuán agradecido estaba de haber sido aquel gran pétalo con la visión y el valor de guiarlos hacia afuera.

Esto nos muestra que aunque se corren riesgos a veces muy grandes al atrevernos a buscar algo mejor, la recompensa más que lo justifica. Por otro lado el aferrarnos en lo que ya hemos vivido, como si pudiésemos hacerlo acaba por llevarnos al desastre.

Aprendamos del capullo que se arriesgó, las grandes oportunidades de la vida son riesgosas.

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