/ martes 20 de febrero de 2018

El “Chupacabras” y la política

Vientos

El título es un antojo festivo, como una ironía metafísica, como penetración a las oscuridades entelequiales que nos hacen sentir a los vertebrados pensantes como Merlines capaces de penetrar los misterios del más allá de lo natural…

El famosísimo internacionalmente y de características extragaláxicas, el “chupacabras” como cualquier marihuanada de ilusiones pavorosas, dejó de estar entre nosotros hilo tempore. Y claro, lo aplauden las cabras y sus machos… que no son muchos, pero eso sí, bien cornamentados. No más materia, pues, para el divertimiento social; no más jaladas mentales con pretensiones argumentistas para producciones cinematográficas: el fenómeno sufrió una transformación, una mutación fantasmagórica: la política (¿O fue al revés?), también del ramo vampirístico, de chupasangre, que dice por ahí un genio del chupacabrismo, que ahora sí “hará historia” (¿junto con quién?). Sea como sea que también hay crédulos y conversos, como en el “chupacabrismo”.

Claro que con la unión o junta de quien sea, hará historia. Es un aviso revolucionario. Si gana el genio, todo será como en casa: igual. Si pierde, la revolución, asunto que en lo recóndito se ha venido generando con pequeñas guerritas, asaltos, pruebas de eficiencia militar, estrategias armadas aquí, allá, acullá. El general Cienfuegos va a necesitar un millón de fuegos para colmar las ansias de novillero, las facultades de histrión con ínfulas de Mussolini.

Y como la política “a la mexicana” me da rica y en paralelo no poca vergüenza, voy a corregirle la pauta a los mexicanos que viven en los EU y que al decir de la compañera María Antonieta Collins, cuando les preguntan cómo ven las elecciones en México, responden: “son como un ring de box”. Y pues permítanme: el ring (palabra inglesa que significa anillo) en México se dice cuadrilátero, que es más claro y justo; y box llegó al castellano como boxeo. Pero más allá de la expresión idiomática, bueno fuera que los contrincantes políticos se subieran al “ring” y se dieran de bofetadas en “round robin” hasta lograr un vencedor. El resultado sería el mismo, porque habría un final, con una diferencia clara: no habría insultos. Entre los boxeadores existe una cosa de mucho valor: la dignidad. En cambio, en la política, no se conoce. Se pueden insultar en exceso y ni se entibian. Un muchachito osado le dice hasta la despedida al PRI y el PRI ni se conmueve. Un candidato es acusado de andar entre ladrones y ni cosquillas. No hay demandas penales para la restitución de la imagen del supuestamente insultado. ¿O será que deveras el silencio es la aceptación?

Y retornando a la figura inmortal del “chupacabras”, hemos de aceptar que eso ya se acabó. Lo que sigue es una pregunta: Y los políticos ¿cuándo?


jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx

Vientos

El título es un antojo festivo, como una ironía metafísica, como penetración a las oscuridades entelequiales que nos hacen sentir a los vertebrados pensantes como Merlines capaces de penetrar los misterios del más allá de lo natural…

El famosísimo internacionalmente y de características extragaláxicas, el “chupacabras” como cualquier marihuanada de ilusiones pavorosas, dejó de estar entre nosotros hilo tempore. Y claro, lo aplauden las cabras y sus machos… que no son muchos, pero eso sí, bien cornamentados. No más materia, pues, para el divertimiento social; no más jaladas mentales con pretensiones argumentistas para producciones cinematográficas: el fenómeno sufrió una transformación, una mutación fantasmagórica: la política (¿O fue al revés?), también del ramo vampirístico, de chupasangre, que dice por ahí un genio del chupacabrismo, que ahora sí “hará historia” (¿junto con quién?). Sea como sea que también hay crédulos y conversos, como en el “chupacabrismo”.

Claro que con la unión o junta de quien sea, hará historia. Es un aviso revolucionario. Si gana el genio, todo será como en casa: igual. Si pierde, la revolución, asunto que en lo recóndito se ha venido generando con pequeñas guerritas, asaltos, pruebas de eficiencia militar, estrategias armadas aquí, allá, acullá. El general Cienfuegos va a necesitar un millón de fuegos para colmar las ansias de novillero, las facultades de histrión con ínfulas de Mussolini.

Y como la política “a la mexicana” me da rica y en paralelo no poca vergüenza, voy a corregirle la pauta a los mexicanos que viven en los EU y que al decir de la compañera María Antonieta Collins, cuando les preguntan cómo ven las elecciones en México, responden: “son como un ring de box”. Y pues permítanme: el ring (palabra inglesa que significa anillo) en México se dice cuadrilátero, que es más claro y justo; y box llegó al castellano como boxeo. Pero más allá de la expresión idiomática, bueno fuera que los contrincantes políticos se subieran al “ring” y se dieran de bofetadas en “round robin” hasta lograr un vencedor. El resultado sería el mismo, porque habría un final, con una diferencia clara: no habría insultos. Entre los boxeadores existe una cosa de mucho valor: la dignidad. En cambio, en la política, no se conoce. Se pueden insultar en exceso y ni se entibian. Un muchachito osado le dice hasta la despedida al PRI y el PRI ni se conmueve. Un candidato es acusado de andar entre ladrones y ni cosquillas. No hay demandas penales para la restitución de la imagen del supuestamente insultado. ¿O será que deveras el silencio es la aceptación?

Y retornando a la figura inmortal del “chupacabras”, hemos de aceptar que eso ya se acabó. Lo que sigue es una pregunta: Y los políticos ¿cuándo?


jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx