/ jueves 15 de febrero de 2018

El “despeñadero” de Peña

Vientos

He escuchado en otras personas esta pregunta que desde luego este escribidor no puede contestar: “¿Cuál es el atractivo que tiene ir y luchar – porque es una lucha despiadada –por adquirir la presidencia de México?”.

Mi edad me permite referirme como testigo de razón, de estas terribles y desgastantes – en todos sentidos – luchas electorales que refiero desde la del licenciado Miguel Alemán Valdez hasta la actual; es decir, puedo contar como estudiante y ciudadano sobre 12 elecciones (72 años menos 8 meses), y solo he visto entrar a jóvenes y un viejo a una presidencia que los deja, al final, con excepciones muy vistas, listos, como se dice en “los toros”, para el arrastres. Y peor, de ninguno hablan bien según los críticos políticos y quienes me lo han preguntado con preocupación o con ironía.

Pronto – y poco vivirán quienes no lo vean – el licenciado Enrique Peña Nieto dejará el poder que llama la Constitución Supremo Poder Ejecutivo. Supongo que habrá de sentir muchas dudas acerca de si fue en realidad valioso su sacrificio. Y digo sacrificio, porque debe serlo así pues la responsabilidad es mayúscula y el trato ciudadano terrible en su contra (como siempre ha sucedido, reitero) cuando deja el cargo y se enfrenta al juicio de la historia.

Con el presidente Peña Nieto tal vez el juicio será dividido. Su tarea de protección social llegó a cientos de miles de ciudadanos, pero no llegó a otros cientos de miles. Es natural. En algunos casos sólo se cosechó críticas porque en el reparto de auxilios pocos son los que quedan conformes y, a veces, la intención obra en contrario. Sin embargo, la intención fue buena, aunque para algunos fue poca o una “acción política solamente”, incluso su personal atención en el caso de los sismos y fenómenos climáticos extremos que hubo de enfrentar como Ejecutivo superior y realmente único responsable, pues no olvidemos que las llamadas secretarías de Estado en México, no lo son, sino se trata de secretarios de gabinete o sean empleados del Ejecutivo sin libertad de actuar su responsabilidad jurídicamente diseñada. Y así como los despeñaderos presidenciales abren sus negras bocas para destrozar las caídas de quienes no osaron sacrificarse en aras de la Patria… supongo.

Despeñadero viene de la imaginación del hombre cuando se cae a un precipicio rocoso. En el caso de nuestro presidente, el apellido pareciera ad hoc. Pero ahora el que se pregunta es este escribidor: ¿Valió la pena tanta lucha para obtener críticasnegativas cuando se adquiere la libertad de decirlo aún con el riesgo de morirse por cuenta de apasionados defensores del Señor Presidente?

En lo personal, jamás estuve de acuerdo con la “perestroika” del joven e inteligente presidente Peña Nieto. Soy cardenista de don Lázaro Cárdenas del Río que impactó mi niñez con la Expropiación Petrolera. Peña Nieto acabó con ese mundo mío. Pero ¿hizo bien? ¿El equivocado fui yo? Solamente el tiempo lo decidirá y yo ya no lo tengo. Y las nuevas generaciones tal vez no lo hagan porque su vida es otra y cuando abran los ojos, todo pasado será simplemente historia. Del despeñadero de Peña, quizá solo habrá apuntes intrascendentes. Como siempre.

Cronista de Mexicali

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx

Vientos

He escuchado en otras personas esta pregunta que desde luego este escribidor no puede contestar: “¿Cuál es el atractivo que tiene ir y luchar – porque es una lucha despiadada –por adquirir la presidencia de México?”.

Mi edad me permite referirme como testigo de razón, de estas terribles y desgastantes – en todos sentidos – luchas electorales que refiero desde la del licenciado Miguel Alemán Valdez hasta la actual; es decir, puedo contar como estudiante y ciudadano sobre 12 elecciones (72 años menos 8 meses), y solo he visto entrar a jóvenes y un viejo a una presidencia que los deja, al final, con excepciones muy vistas, listos, como se dice en “los toros”, para el arrastres. Y peor, de ninguno hablan bien según los críticos políticos y quienes me lo han preguntado con preocupación o con ironía.

Pronto – y poco vivirán quienes no lo vean – el licenciado Enrique Peña Nieto dejará el poder que llama la Constitución Supremo Poder Ejecutivo. Supongo que habrá de sentir muchas dudas acerca de si fue en realidad valioso su sacrificio. Y digo sacrificio, porque debe serlo así pues la responsabilidad es mayúscula y el trato ciudadano terrible en su contra (como siempre ha sucedido, reitero) cuando deja el cargo y se enfrenta al juicio de la historia.

Con el presidente Peña Nieto tal vez el juicio será dividido. Su tarea de protección social llegó a cientos de miles de ciudadanos, pero no llegó a otros cientos de miles. Es natural. En algunos casos sólo se cosechó críticas porque en el reparto de auxilios pocos son los que quedan conformes y, a veces, la intención obra en contrario. Sin embargo, la intención fue buena, aunque para algunos fue poca o una “acción política solamente”, incluso su personal atención en el caso de los sismos y fenómenos climáticos extremos que hubo de enfrentar como Ejecutivo superior y realmente único responsable, pues no olvidemos que las llamadas secretarías de Estado en México, no lo son, sino se trata de secretarios de gabinete o sean empleados del Ejecutivo sin libertad de actuar su responsabilidad jurídicamente diseñada. Y así como los despeñaderos presidenciales abren sus negras bocas para destrozar las caídas de quienes no osaron sacrificarse en aras de la Patria… supongo.

Despeñadero viene de la imaginación del hombre cuando se cae a un precipicio rocoso. En el caso de nuestro presidente, el apellido pareciera ad hoc. Pero ahora el que se pregunta es este escribidor: ¿Valió la pena tanta lucha para obtener críticasnegativas cuando se adquiere la libertad de decirlo aún con el riesgo de morirse por cuenta de apasionados defensores del Señor Presidente?

En lo personal, jamás estuve de acuerdo con la “perestroika” del joven e inteligente presidente Peña Nieto. Soy cardenista de don Lázaro Cárdenas del Río que impactó mi niñez con la Expropiación Petrolera. Peña Nieto acabó con ese mundo mío. Pero ¿hizo bien? ¿El equivocado fui yo? Solamente el tiempo lo decidirá y yo ya no lo tengo. Y las nuevas generaciones tal vez no lo hagan porque su vida es otra y cuando abran los ojos, todo pasado será simplemente historia. Del despeñadero de Peña, quizá solo habrá apuntes intrascendentes. Como siempre.

Cronista de Mexicali

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx