/ viernes 22 de marzo de 2019

El día más importante de mi vida

Pensares


En cierta ocasión, durante una charla con un grupo de amigos me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?

La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di porque las circunstancias no eran apropiadas, sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo. Pero la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos: Lo más importante que he hecho en mi vida fue cuando mi madre cumplió 85 años y yo había viajado a casa de mis padres en la Ciudad de México para celebrar con la familia.

Comencé el día platicando con un amigo acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Mientras jugábamos, un auto se acercó haciendo rechinar las llantas y tocando el claxon con insistencia. Era el padre de mi amigo. Le dijo que su bebé había dejado de respirar y lo había llevado de urgencia al hospital.

En un instante mi amigo subió al auto y se marchó. Por un momento me quedé donde estaba, pero luego traté de pensar qué debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital?, mi presencia allí no iba a servir de nada… ¿Brindarle mi apoyo moral? Bueno, quizás. Pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas y sin duda estarían rodeados de parientes que les ofrecerían consuelo y el apoyo necesario pasara lo que pasara. Lo único que haría sería estorbar. Así que decidí reunirme con mi familia e ir más tarde a ver a mi amigo.

Al poner en marcha el auto que había rentado, me percaté que mi amigo había dejado su camioneta con las llaves puestas estacionado junto a las canchas. Me vi entonces en otro dilema: No podía dejar así el vehículo, pero si lo cerraba y me llevaba las llaves. ¿Qué iba a hacer con ellas? Decidí ir al hospital y entregarle las llaves. Cuando llegué me indicaron en qué sala estaban mi amigo y su esposa… Entré sin hacer ruido. Un médico se acercó a la pareja y en voz baja les comunicó que el bebé había fallecido víctima del síndrome conocido como “muerte de cuna”.

Por largo tiempo estuvieron abrazados llorando. Todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor. Cuando se recuperaron un poco, mi amigo y su esposa se pusieron de pie y caminaron hacia donde estaba el bebé.

Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala del hospital, viendo a mi amigo y su esposa despedirse de su bebé. Eso es lo más importante que he hecho en mi vida.

Aquella experiencia me dejó tres enseñanzas: Primera, estar en esos momentos en que alguien me necesitaba. Segunda: Al aprender a pensar casi me olvido de sentir. Hoy no tengo duda que debí haber subido al auto sin titubear y seguir a mi amigo al hospital. Tercera: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Creemos que las desdichas les pasan a otros… pero al ubicarnos en el mañana dejamos de advertir que miles de cosas pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos. Y desde aquel día busqué un equilibrio entre el trabajo y la vida.

Pensares


En cierta ocasión, durante una charla con un grupo de amigos me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?

La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di porque las circunstancias no eran apropiadas, sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo. Pero la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos: Lo más importante que he hecho en mi vida fue cuando mi madre cumplió 85 años y yo había viajado a casa de mis padres en la Ciudad de México para celebrar con la familia.

Comencé el día platicando con un amigo acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Mientras jugábamos, un auto se acercó haciendo rechinar las llantas y tocando el claxon con insistencia. Era el padre de mi amigo. Le dijo que su bebé había dejado de respirar y lo había llevado de urgencia al hospital.

En un instante mi amigo subió al auto y se marchó. Por un momento me quedé donde estaba, pero luego traté de pensar qué debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital?, mi presencia allí no iba a servir de nada… ¿Brindarle mi apoyo moral? Bueno, quizás. Pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas y sin duda estarían rodeados de parientes que les ofrecerían consuelo y el apoyo necesario pasara lo que pasara. Lo único que haría sería estorbar. Así que decidí reunirme con mi familia e ir más tarde a ver a mi amigo.

Al poner en marcha el auto que había rentado, me percaté que mi amigo había dejado su camioneta con las llaves puestas estacionado junto a las canchas. Me vi entonces en otro dilema: No podía dejar así el vehículo, pero si lo cerraba y me llevaba las llaves. ¿Qué iba a hacer con ellas? Decidí ir al hospital y entregarle las llaves. Cuando llegué me indicaron en qué sala estaban mi amigo y su esposa… Entré sin hacer ruido. Un médico se acercó a la pareja y en voz baja les comunicó que el bebé había fallecido víctima del síndrome conocido como “muerte de cuna”.

Por largo tiempo estuvieron abrazados llorando. Todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor. Cuando se recuperaron un poco, mi amigo y su esposa se pusieron de pie y caminaron hacia donde estaba el bebé.

Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala del hospital, viendo a mi amigo y su esposa despedirse de su bebé. Eso es lo más importante que he hecho en mi vida.

Aquella experiencia me dejó tres enseñanzas: Primera, estar en esos momentos en que alguien me necesitaba. Segunda: Al aprender a pensar casi me olvido de sentir. Hoy no tengo duda que debí haber subido al auto sin titubear y seguir a mi amigo al hospital. Tercera: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Creemos que las desdichas les pasan a otros… pero al ubicarnos en el mañana dejamos de advertir que miles de cosas pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos. Y desde aquel día busqué un equilibrio entre el trabajo y la vida.

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