/ martes 2 de julio de 2019

El gabinetito

EL MURO

A unos les parecen cursis, hay quienes creen que es un rasgo exclusivo de los mexicanos, pero la verdad es que los diminutivos han existido en todos los idiomas desde hace miles de años porque cumplen una función intensificadora o atenuante.

Por ejemplo, lo preciso en latín era decir avia para referirse a la madre de nuestros padres, pero dado que sonaba crudo recurrieron a suavizarlo usando aviola, como si eso no fuera suficiente. En la actualidad empleamos un diminutivo para el diminutivo: Abuelita. Vetus y auris quieren decir viejo y oreja, pero el pueblo latino comenzó a usar vétutus y aurícula que en castellano equivalen a viejito y orejita. En polaco encontramos dzwon-dzwonek-dzwoneczek o campana, campanita, campanitita. En náhuatl citlalli (estrella), cicitlalto (estrellita).

Tomarse un vasito de cervecita tiene una función tranquilizadora porque hace creer que nos daña menos; estar solo no es lo mismo que estar solito; gordito ofende menos que el directo gordo, pero el padre de todos los diminutivos es “ahorita”. Susannah Rigg, cronista de la BBC, narra el desconcierto que sufrió para al final aceptar que “ahorita” en realidad quiere decir “eso jamás ocurrirá” (“The confusing way Mexicans tell time”).

Sorprenden los diminutivos ocultos, es decir, aquellos de los que ni sospechamos, como gabinete o el aposento íntimo propio de los elegidos, que es diminutivo de cabine (el cuarto pequeño), voz de origen francés. Armar un equipo de trabajo, un gabinete, es una tarea sencilla cuando existe libertad operativa, cuando no hay leyes controladoras, porque desde el más elemental aspecto biológico-evolutivo, los humanos nos unimos e incluso nos apareamos con aquellos que se parecen a nosotros física o emocionalmente.

En ese sentido, lo que hoy llamamos nepotismo o darle prioridad al sobrino (nepos-nephew en inglés) no es malo en sí, se castiga solo porque genera inequidad al restarle oportunidad a quienes no tienen la suerte de estar cerca del poderoso. En asuntos de gobierno, integrar un equipo suele ser una tarea complicada por dos circunstancias: Cuando careces de poder real en tu partido y cuando aceptas que –por inexperiencia- tu grupo de cercanos, los que se parecen a ti, no están a la altura de lo que se viene.

Con 69 años de edad, Jaime Bonilla, el gobernador electo, puede darse el lujo de colocar a quien guste en su gabinete, mientras que Marina del Pilar, la alcaldesa de 33 años, deberá cumplir promesas y aceptar imposiciones en puestos clave, además a eso habrá que sumarle que sus contemporáneos amigos son tan inexpertos como ella, por lo que corre el riesgo de armar un gabinetito que incluya en los puestos aun disponibles a eminencias que a pesar de ello no logren hacer clic con la mandataria por no ser afines, lo cual podría entorpecer la tarea de gobernación.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

A unos les parecen cursis, hay quienes creen que es un rasgo exclusivo de los mexicanos, pero la verdad es que los diminutivos han existido en todos los idiomas desde hace miles de años porque cumplen una función intensificadora o atenuante.

Por ejemplo, lo preciso en latín era decir avia para referirse a la madre de nuestros padres, pero dado que sonaba crudo recurrieron a suavizarlo usando aviola, como si eso no fuera suficiente. En la actualidad empleamos un diminutivo para el diminutivo: Abuelita. Vetus y auris quieren decir viejo y oreja, pero el pueblo latino comenzó a usar vétutus y aurícula que en castellano equivalen a viejito y orejita. En polaco encontramos dzwon-dzwonek-dzwoneczek o campana, campanita, campanitita. En náhuatl citlalli (estrella), cicitlalto (estrellita).

Tomarse un vasito de cervecita tiene una función tranquilizadora porque hace creer que nos daña menos; estar solo no es lo mismo que estar solito; gordito ofende menos que el directo gordo, pero el padre de todos los diminutivos es “ahorita”. Susannah Rigg, cronista de la BBC, narra el desconcierto que sufrió para al final aceptar que “ahorita” en realidad quiere decir “eso jamás ocurrirá” (“The confusing way Mexicans tell time”).

Sorprenden los diminutivos ocultos, es decir, aquellos de los que ni sospechamos, como gabinete o el aposento íntimo propio de los elegidos, que es diminutivo de cabine (el cuarto pequeño), voz de origen francés. Armar un equipo de trabajo, un gabinete, es una tarea sencilla cuando existe libertad operativa, cuando no hay leyes controladoras, porque desde el más elemental aspecto biológico-evolutivo, los humanos nos unimos e incluso nos apareamos con aquellos que se parecen a nosotros física o emocionalmente.

En ese sentido, lo que hoy llamamos nepotismo o darle prioridad al sobrino (nepos-nephew en inglés) no es malo en sí, se castiga solo porque genera inequidad al restarle oportunidad a quienes no tienen la suerte de estar cerca del poderoso. En asuntos de gobierno, integrar un equipo suele ser una tarea complicada por dos circunstancias: Cuando careces de poder real en tu partido y cuando aceptas que –por inexperiencia- tu grupo de cercanos, los que se parecen a ti, no están a la altura de lo que se viene.

Con 69 años de edad, Jaime Bonilla, el gobernador electo, puede darse el lujo de colocar a quien guste en su gabinete, mientras que Marina del Pilar, la alcaldesa de 33 años, deberá cumplir promesas y aceptar imposiciones en puestos clave, además a eso habrá que sumarle que sus contemporáneos amigos son tan inexpertos como ella, por lo que corre el riesgo de armar un gabinetito que incluya en los puestos aun disponibles a eminencias que a pesar de ello no logren hacer clic con la mandataria por no ser afines, lo cual podría entorpecer la tarea de gobernación.

vicmarcen09@gmail.com