/ lunes 12 de noviembre de 2018

El inicio del cambio

Estrategia$


Los mexicanos queremos que México cambie y le vaya bien. Que termine la inseguridad, el autoritarismo y la corrupción. Que se combata la impunidad y, en general, que reine la paz social, el Estado de Derecho y la justicia.

A eso le apostamos en las pasadas elecciones. Y es la esperanza que nos hace condescendientes con los que ya se van y los que están por llegar al gobierno federal.

El triunfo abrumador de Morena no fue casual. Fue producto de promesas de llevar a cabo la permuta exigida. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) habló de una transformación y se le creyó. Las demás opciones se vieron como la continuidad del statu quo, es decir, más de lo mismo, por lo que una mayoría absoluta las rechazó.

El descontento expresado en las urnas contra el gobierno y aquellos que lo solaparon hizo que la administración de Enrique Peña Nieto (EPN) se asombrara y enmudeciera para después paralizarse, lo que originó un vacío de poder. AMLO lo aprovechó y asumió el liderazgo que debía asumir a partir del 1 de diciembre. Así, en los hechos se convirtió en presidente en funciones. Su protagonismo le permitió someter a los medios de comunicación y definir la agenda de los asuntos públicos, algunos con resultados positivos y otros no exentos de gran controversia.

Por lo que respecta a aquello digno de aprobación, está la intervención en las negociaciones del TLCAN que sirvió de pieza clave para destrabar los acuerdos con EUA. En reconocimiento a ello, pudo rebautizar el USMCA como T-MEC sin oposición. Su dominio ha servido para frenar -en parte- los vicios de cada fin de sexenio, en el que el robo de recursos públicos has sido tradicional en el “año de Hidalgo”. Así se reportan excedentes presupuestales en distintas instancias, a la vez que se concluyen obras que tenían visos de quedarse en espera.

Por el lado de la polémica, están la decisión de cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), la consulta nacional hecha para ello y la acusación de corrupción en torno al negocio inmobiliario que se pretendía hacer con los terrenos del actual aeropuerto internacional.

También la inversión en el Tren Maya y la consulta sobre éste. La Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos y la propuesta del coordinador de Morena en la Cámara de Diputados para prohibir el cobro de comisiones de varios servicios que proporcionan los bancos, como son las transferencias interbancarias y la disposición de efectivo, entre otros. El nombramiento de varios colaboradores con dudoso pasado, trago amargo que muchos aún no superan.

A poco más de dos semanas para que finalice lo que debería ser un proceso de transición sin mayores problemas, se comprueba la ineptitud de un gobierno que se lleva además primer lugar en corrupción en la historia moderna de México. A su vez, resaltan algunas de las debilidades que tienen AMLO y sus principales colaboradores.

Es corto el espacio para enumerar todas las fallas en que han incurrido, pero creo que la principal ha sido la falta de coordinación para comunicar el qué, cómo y cuándo en lo referente a decisiones de alto impacto político, económico y social.

Gracias a la apertura democrática y los avances tecnológicos, la proliferación de las redes sociales ha incidido en que seamos más exigente con los gobernantes. Y esta actitud de reclamo crecerá en los próximos años.

Creo que con AMLO habrá menos tolerancia que con EPN, no por cuestiones de ideología o el cambio de rumbo prometido, sino porque el abuso al que se nos ha sometido ha agotado nuestra paciencia. No sólo queremos un cambio, sino también se ejecute velozmente.

La promesa de someterse a revocación de mandato en tres años será su espada de Damocles. Quizá lo más importante es que lo será también para quienes lo acompañan. Veremos de qué están hechos.


Estrategia$


Los mexicanos queremos que México cambie y le vaya bien. Que termine la inseguridad, el autoritarismo y la corrupción. Que se combata la impunidad y, en general, que reine la paz social, el Estado de Derecho y la justicia.

A eso le apostamos en las pasadas elecciones. Y es la esperanza que nos hace condescendientes con los que ya se van y los que están por llegar al gobierno federal.

El triunfo abrumador de Morena no fue casual. Fue producto de promesas de llevar a cabo la permuta exigida. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) habló de una transformación y se le creyó. Las demás opciones se vieron como la continuidad del statu quo, es decir, más de lo mismo, por lo que una mayoría absoluta las rechazó.

El descontento expresado en las urnas contra el gobierno y aquellos que lo solaparon hizo que la administración de Enrique Peña Nieto (EPN) se asombrara y enmudeciera para después paralizarse, lo que originó un vacío de poder. AMLO lo aprovechó y asumió el liderazgo que debía asumir a partir del 1 de diciembre. Así, en los hechos se convirtió en presidente en funciones. Su protagonismo le permitió someter a los medios de comunicación y definir la agenda de los asuntos públicos, algunos con resultados positivos y otros no exentos de gran controversia.

Por lo que respecta a aquello digno de aprobación, está la intervención en las negociaciones del TLCAN que sirvió de pieza clave para destrabar los acuerdos con EUA. En reconocimiento a ello, pudo rebautizar el USMCA como T-MEC sin oposición. Su dominio ha servido para frenar -en parte- los vicios de cada fin de sexenio, en el que el robo de recursos públicos has sido tradicional en el “año de Hidalgo”. Así se reportan excedentes presupuestales en distintas instancias, a la vez que se concluyen obras que tenían visos de quedarse en espera.

Por el lado de la polémica, están la decisión de cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), la consulta nacional hecha para ello y la acusación de corrupción en torno al negocio inmobiliario que se pretendía hacer con los terrenos del actual aeropuerto internacional.

También la inversión en el Tren Maya y la consulta sobre éste. La Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos y la propuesta del coordinador de Morena en la Cámara de Diputados para prohibir el cobro de comisiones de varios servicios que proporcionan los bancos, como son las transferencias interbancarias y la disposición de efectivo, entre otros. El nombramiento de varios colaboradores con dudoso pasado, trago amargo que muchos aún no superan.

A poco más de dos semanas para que finalice lo que debería ser un proceso de transición sin mayores problemas, se comprueba la ineptitud de un gobierno que se lleva además primer lugar en corrupción en la historia moderna de México. A su vez, resaltan algunas de las debilidades que tienen AMLO y sus principales colaboradores.

Es corto el espacio para enumerar todas las fallas en que han incurrido, pero creo que la principal ha sido la falta de coordinación para comunicar el qué, cómo y cuándo en lo referente a decisiones de alto impacto político, económico y social.

Gracias a la apertura democrática y los avances tecnológicos, la proliferación de las redes sociales ha incidido en que seamos más exigente con los gobernantes. Y esta actitud de reclamo crecerá en los próximos años.

Creo que con AMLO habrá menos tolerancia que con EPN, no por cuestiones de ideología o el cambio de rumbo prometido, sino porque el abuso al que se nos ha sometido ha agotado nuestra paciencia. No sólo queremos un cambio, sino también se ejecute velozmente.

La promesa de someterse a revocación de mandato en tres años será su espada de Damocles. Quizá lo más importante es que lo será también para quienes lo acompañan. Veremos de qué están hechos.