/ sábado 19 de febrero de 2022

El jarrón

PENSARES

¿Cuántas veces hemos dejado que las pequeñeces de la vida nos arruinen momentos preciosos que nunca volverán?

Los integrantes de una humilde familia hacían lo posible por ser felices, pero como eran tiempos duros a veces resultaba difícil, bastaba con ver la fachada de su casa para darse cuenta de que algo no iba bien. Ya no se preocupaban por limpiar las ventanas, ni cuidar el pequeño jardín que tenían al frente; la cerca estaba totalmente destruida y la puerta principal ya no tenía pintura.

Foto: Ilustrativa |Freepik / @ wirestock

Un día el hijo mayor fue al mercado y mientras estaba allí, observaba con curiosidad a la gente entusiasta que compraba. Le llamó poderosamente la atención un bello jarrón en un pequeño puesto donde vendían artículos de segunda mano.

Al verlo, entusiasmado buscó las pocas monedas que tenía en el bolsillo. Era lo justo que se requería para comprarlo, pero hacerlo significaba que se quedaría sin dinero, pensó que no estaba para derroches, pero era muy especial, además a su madre le encantaría.

El vendedor mientras se lo envolvía le dijo:

-Disfrútelo y cuídelo mucho, porque este jarrón es mágico.

Y en efecto, toda la familia se entusiasmó con su compra y nadie le reprochó que se hubiera gastado sus últimas monedas en el. Un día -al observar la belleza del jarrón- el padre se dio cuenta de lo arruinada y descuidada que estaba la sala, así que sin pensarlo buscó una brocha y un poco de pintura que quedaba y en pocas horas dejó la habitación como nueva.

Cuando el segundo hijo vio lo bien que quedó la sala, tomó un cubo con agua y jabón y lavó todas las ventanas. Cuando el tercer hijo miró a través de éstas, notó el terrible estado en que estaba el jardín, así que cortó el césped, quitó las malas hierbas y removió la tierra. El cuarto hijo al ver la tierra limpia plantó semillas.

Cuando llegó el verano, la hija menor volvió al jardín y notó que habían florecido margaritas, cortó algunas y se las llevó a su madre para que las pusiera en el jarrón.

Muchas veces elegimos ser infelices por causa de situaciones pequeñas e intrascendentes a las que prestamos demasiada atención, permitiéndoles que nos afecten profundamente y que nos hagan perder el equilibrio y la felicidad que teníamos. Debemos superar nuestros temores y mejorar nuestra calidad de vida.

* COLUMNA POST MORTEM

PENSARES

¿Cuántas veces hemos dejado que las pequeñeces de la vida nos arruinen momentos preciosos que nunca volverán?

Los integrantes de una humilde familia hacían lo posible por ser felices, pero como eran tiempos duros a veces resultaba difícil, bastaba con ver la fachada de su casa para darse cuenta de que algo no iba bien. Ya no se preocupaban por limpiar las ventanas, ni cuidar el pequeño jardín que tenían al frente; la cerca estaba totalmente destruida y la puerta principal ya no tenía pintura.

Foto: Ilustrativa |Freepik / @ wirestock

Un día el hijo mayor fue al mercado y mientras estaba allí, observaba con curiosidad a la gente entusiasta que compraba. Le llamó poderosamente la atención un bello jarrón en un pequeño puesto donde vendían artículos de segunda mano.

Al verlo, entusiasmado buscó las pocas monedas que tenía en el bolsillo. Era lo justo que se requería para comprarlo, pero hacerlo significaba que se quedaría sin dinero, pensó que no estaba para derroches, pero era muy especial, además a su madre le encantaría.

El vendedor mientras se lo envolvía le dijo:

-Disfrútelo y cuídelo mucho, porque este jarrón es mágico.

Y en efecto, toda la familia se entusiasmó con su compra y nadie le reprochó que se hubiera gastado sus últimas monedas en el. Un día -al observar la belleza del jarrón- el padre se dio cuenta de lo arruinada y descuidada que estaba la sala, así que sin pensarlo buscó una brocha y un poco de pintura que quedaba y en pocas horas dejó la habitación como nueva.

Cuando el segundo hijo vio lo bien que quedó la sala, tomó un cubo con agua y jabón y lavó todas las ventanas. Cuando el tercer hijo miró a través de éstas, notó el terrible estado en que estaba el jardín, así que cortó el césped, quitó las malas hierbas y removió la tierra. El cuarto hijo al ver la tierra limpia plantó semillas.

Cuando llegó el verano, la hija menor volvió al jardín y notó que habían florecido margaritas, cortó algunas y se las llevó a su madre para que las pusiera en el jarrón.

Muchas veces elegimos ser infelices por causa de situaciones pequeñas e intrascendentes a las que prestamos demasiada atención, permitiéndoles que nos afecten profundamente y que nos hagan perder el equilibrio y la felicidad que teníamos. Debemos superar nuestros temores y mejorar nuestra calidad de vida.

* COLUMNA POST MORTEM

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