PENSARES
El nuevo sacerdote llegó a comienzos de octubre entusiasmado con su primera oportunidad. Cuando vio la iglesia, la encontró en pésimas condiciones y requería de mucho trabajo de reparación; se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para oficiar su primer servicio en Nochebuena.
Trabajó arduamente reparando los bancos, las paredes, pintando y para el 18 de diciembre ya habían concluido con casi todos los trabajos, adelantándose a la meta trazada.
El 19 de diciembre cayó una terrible tempestad que azotó el área por dos días completos. El día 21 el sacerdote fue a ver la iglesia; su corazón se contrajo cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando que cayera la pared frontal del santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un enorme hueco. El sacerdote limpió el desastre en el piso y luego salió a su casa. En el camino notó que una tienda local estaba llevando a cabo una venta tipo mercado de pulgas con fines caritativos y decidió entrar.
Uno de los artículos era un hermoso mantel hecho a mano, con bellos colores y una cruz bordada en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal; lo compró y volvió camino a la iglesia.
Para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo desde la dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió. El sacerdote la invitó a esperar en la iglesia, pues el próximo autobús tardaría 45 minutos en llegar. La señora se sentó sin prestar atención al pastor, mientras éste buscaba una escalera y ganchos para colocar el mantel como tapiz en la pared.
Entonces él la miró, su cara estaba blanca como una hoja de papel:
-Padre, ¿dónde consiguió usted ese mantel?
El padre le explicó. La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB aparecían bordadas. Eran sus iniciales. Ella había hecho ese mantel 35 años atrás en Austria. Apenas podía creerlo cuando el pastor le contó cómo acababa de obtenerlo. La mujer le explicó que antes de la guerra ella y su esposo tenían una posición holgada en Austria, cuando los nazis llegaron la forzaron a irse, luego fue enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo ni su casa.
El pastor le ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer. El servicio de Nochebuena fue maravilloso, la iglesia estaba casi llena. Al final el sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos dijeron que volverían.
Un hombre mayor que el pastor reconoció del vecindario seguía sentado mirando hacia el frente. Al preguntarle dónde había obtenido ese mantel que estaba en la pared, pues su esposa había hecho uno idéntico en Austria. El pastor le preguntó si le permitiría llevarlo a dar una vuelta y se dirigieron a la casa donde el padre había llevado a la mujer tres días atrás. Tocó la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.
Las casualidades no existen, hay una razón que solo conoce Dios...
