/ lunes 6 de diciembre de 2021

El populista se encumbra sobre las masas

Angélica de la Peña | El Sol de México

En la campaña de 2006, López Obrador ya evidenciaba cierta fascinación por estar arriba de un templete frente a las masas aglutinadas por su convocatoria. Sus mítines se caracterizaban en que él se separaba varios metros hacia adelante para arengar solo, dejando atrás a sus acompañantes.

Era la táctica para potenciar su figura y su discurso sencillo, coloquial, explosivo y reiterativo, fundado en los resentimientos por la corrupción, decisiones incorrectas de los gobiernos en turno y la evidente desigualdad social.

AMLO fue construyendo un liderazgo popular y carismático; insurrecto contra las instituciones, siempre ha sido honesto respecto de mandarlas al diablo. Hay que reconocer que su presencia exaltaba particularmente al público concentrado en este gran espacio rodeado por la Catedral Metropolitana la más importante del catolicismo; del Palacio Nacional y del Antiguo Palacio de Ayuntamiento. No hay populistas sin escenarios impactantes.

Después de las elecciones de julio del 2006, Andrés Manuel convocó a una movilización hacia el Zócalo donde exigió al IFE y al TE se revisara la elección voto por voto, casilla por casilla y para presionar, hizo una consulta a quienes ocupaban este espacio para que a mano alzada apoyaran la decisión de quedarse ahí hasta que se lograra la revisión de la votación que perdía frente a Calderón por una diferencia de 0.56%. Después del discurso enardecido por lo que llamó fraude, las manos alzadas fueron suficientes para que decidiera, además tomar Paseo de la Reforma desde el Auditorio Nacional hacia el Zócalo durante 47 días, donde montó un gran escenario.

¿Por qué recordar ese episodio? Porque hoy a tres años de su gobierno volvió a “mostrar el músculo” al llenar -dice- con 200,000 personas la explanada del centro de la Ciudad de México con una diferencia cualitativa: Hoy vive en el más grande Palacio de todo México, el Palacio Nacional y tiene el poder por el que tanto luchó.

Aunque reafirme su egolatría y fascinación por las porras de las masas ahora como Presidente de México, es inevitable el cubetazo de agua helada sobre su AMLOfest del 1 de diciembre, cuyos costos deben dilucidarse. Hablo de la economía del país que no va nada bien; a estas fechas alrededor de 18,700 millones de dólares han salido del país en lo que los economistas denominan como flujo egresivo y que se incrementa cada día; en palabras llanas: Se trata de una fuga permanente de capitales.

Un dato curioso: El fenómeno de fuga de capitales se vivió a partir de la segunda mitad de los sexenios de Echeverría y de López Portillo; imaginémonos lo que nos deparará al país a partir del festival con acarreados de los tres primeros años de este gobierno. Más allá de que reafirme su egolatría y fascinación por las porras de las masas, las consecuencias de su gestión nos caerán encima a toda la sociedad, incluidas a las masas que hoy le miran hacia arriba.

Cuando llegue el momento histórico, de nada servirá regodearse recordando las decenas de miles de personas coreando sus porras, eso finalmente es volátil. Nada excusará la rendición de cuentas desde otro pódium: El de la valoración de los datos duros sobre si hubo desarrollo, estancamiento o retroceso, estabilidad o estado fallido. Ahí no servirá el montaje de un escenario teatral para eludir su responsabilidad. Ojalá rectifique.


Angélica de la Peña | El Sol de México

En la campaña de 2006, López Obrador ya evidenciaba cierta fascinación por estar arriba de un templete frente a las masas aglutinadas por su convocatoria. Sus mítines se caracterizaban en que él se separaba varios metros hacia adelante para arengar solo, dejando atrás a sus acompañantes.

Era la táctica para potenciar su figura y su discurso sencillo, coloquial, explosivo y reiterativo, fundado en los resentimientos por la corrupción, decisiones incorrectas de los gobiernos en turno y la evidente desigualdad social.

AMLO fue construyendo un liderazgo popular y carismático; insurrecto contra las instituciones, siempre ha sido honesto respecto de mandarlas al diablo. Hay que reconocer que su presencia exaltaba particularmente al público concentrado en este gran espacio rodeado por la Catedral Metropolitana la más importante del catolicismo; del Palacio Nacional y del Antiguo Palacio de Ayuntamiento. No hay populistas sin escenarios impactantes.

Después de las elecciones de julio del 2006, Andrés Manuel convocó a una movilización hacia el Zócalo donde exigió al IFE y al TE se revisara la elección voto por voto, casilla por casilla y para presionar, hizo una consulta a quienes ocupaban este espacio para que a mano alzada apoyaran la decisión de quedarse ahí hasta que se lograra la revisión de la votación que perdía frente a Calderón por una diferencia de 0.56%. Después del discurso enardecido por lo que llamó fraude, las manos alzadas fueron suficientes para que decidiera, además tomar Paseo de la Reforma desde el Auditorio Nacional hacia el Zócalo durante 47 días, donde montó un gran escenario.

¿Por qué recordar ese episodio? Porque hoy a tres años de su gobierno volvió a “mostrar el músculo” al llenar -dice- con 200,000 personas la explanada del centro de la Ciudad de México con una diferencia cualitativa: Hoy vive en el más grande Palacio de todo México, el Palacio Nacional y tiene el poder por el que tanto luchó.

Aunque reafirme su egolatría y fascinación por las porras de las masas ahora como Presidente de México, es inevitable el cubetazo de agua helada sobre su AMLOfest del 1 de diciembre, cuyos costos deben dilucidarse. Hablo de la economía del país que no va nada bien; a estas fechas alrededor de 18,700 millones de dólares han salido del país en lo que los economistas denominan como flujo egresivo y que se incrementa cada día; en palabras llanas: Se trata de una fuga permanente de capitales.

Un dato curioso: El fenómeno de fuga de capitales se vivió a partir de la segunda mitad de los sexenios de Echeverría y de López Portillo; imaginémonos lo que nos deparará al país a partir del festival con acarreados de los tres primeros años de este gobierno. Más allá de que reafirme su egolatría y fascinación por las porras de las masas, las consecuencias de su gestión nos caerán encima a toda la sociedad, incluidas a las masas que hoy le miran hacia arriba.

Cuando llegue el momento histórico, de nada servirá regodearse recordando las decenas de miles de personas coreando sus porras, eso finalmente es volátil. Nada excusará la rendición de cuentas desde otro pódium: El de la valoración de los datos duros sobre si hubo desarrollo, estancamiento o retroceso, estabilidad o estado fallido. Ahí no servirá el montaje de un escenario teatral para eludir su responsabilidad. Ojalá rectifique.