/ lunes 6 de agosto de 2018

El rousseanismo de hoy

VIENTOS

Me agrada citar con frecuencia a Juan Jacobo Rousseau, porque este célebre autor suizo-francés proviene de una mediana educación y un poder de observación social formidable que le permitió llegar a la autoría de lo que llamó “El Contrato Social”, que de alguna manera es el antecedente de las adecuaciones originales que luego fueron el parto de la democracia actual.

Juan Jacobo decía que el hombre nació libre, pero “sin embargo vive en todas partes entre cadenas”. Y como afirmación sentenció que “el mismo que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás”. Y por ello pensó que podría encontrar respuesta a la cuestión resultante de lo anteriormente expuesto sobre “¿cómo opera esta transformación?”. Y puso en negro y blanco una apreciación que puede aún ser objeto de una reflexión acuciosa: “Si no atendemos más que a la fuerza y a los efectos que de ella se derivan, diría que en tanto un pueblo está obligado a obedecer, hace bien; tan pronto como puede sacudir el yugo y lo sacude, obra mejor aún, pues recobrando su libertad con el mismo derecho como le fue arrebatada, prueba que fue creado para disfrutar de ella. De lo contrario, no será nunca digno de arrebatársela. Pero el orden social constituye un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Sin embargo este derecho no es un derecho natural; está fundado sobre convenciones”.

El sentido común de Rousseau, su lógica impresionante, esa arquitectura intelectual adecuada por sus innatas virtudes, propiciaron, según mi modesta interpretación, el desarrollo de la teoría del Contrato Social que es una solución democrática de avanzada en los tiempos de Rousseau (siglo XVIII), teoría que ya contenía el sacrificio de las partes sociales (las personas) en favor de las otras; es decir, la aportación general para construir el bien común y cuidarlo con honestidad, con responsabilidad y con justicia social.

De ahí nació otra concepción: la “unidad en la diversidad”, en la que han participado varios autores como Frederich Hegel y posteriores que han asumido la tesis que cobró ciudadanía muchos años después de la muerte de Juan Jacobo Rousseau.

Quizá hoy es el momento de que los mexicanos castiguemos un poco nuestra soberbia ancestral y nuestro también ancestral sospechosismo para reconstruirnos con los vientos del huracán AMLO. ¿Por qué no? Nos lo puede impedir ese yoyismo denigrante que padecemos. Detengámoslo un tiempo, tres años por suponer lo impreciso y viajemos juntos sin perder la verticalidad. Lo que creamos como personas injusto, lo podemos reprobar. Y que los partidos silencien sus bancadas por orgullos de pedantería política. Vayamos juntos en la diversidad. México es más importante que todo lo demás.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx


VIENTOS

Me agrada citar con frecuencia a Juan Jacobo Rousseau, porque este célebre autor suizo-francés proviene de una mediana educación y un poder de observación social formidable que le permitió llegar a la autoría de lo que llamó “El Contrato Social”, que de alguna manera es el antecedente de las adecuaciones originales que luego fueron el parto de la democracia actual.

Juan Jacobo decía que el hombre nació libre, pero “sin embargo vive en todas partes entre cadenas”. Y como afirmación sentenció que “el mismo que se considera amo, no deja por eso de ser menos esclavo que los demás”. Y por ello pensó que podría encontrar respuesta a la cuestión resultante de lo anteriormente expuesto sobre “¿cómo opera esta transformación?”. Y puso en negro y blanco una apreciación que puede aún ser objeto de una reflexión acuciosa: “Si no atendemos más que a la fuerza y a los efectos que de ella se derivan, diría que en tanto un pueblo está obligado a obedecer, hace bien; tan pronto como puede sacudir el yugo y lo sacude, obra mejor aún, pues recobrando su libertad con el mismo derecho como le fue arrebatada, prueba que fue creado para disfrutar de ella. De lo contrario, no será nunca digno de arrebatársela. Pero el orden social constituye un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás. Sin embargo este derecho no es un derecho natural; está fundado sobre convenciones”.

El sentido común de Rousseau, su lógica impresionante, esa arquitectura intelectual adecuada por sus innatas virtudes, propiciaron, según mi modesta interpretación, el desarrollo de la teoría del Contrato Social que es una solución democrática de avanzada en los tiempos de Rousseau (siglo XVIII), teoría que ya contenía el sacrificio de las partes sociales (las personas) en favor de las otras; es decir, la aportación general para construir el bien común y cuidarlo con honestidad, con responsabilidad y con justicia social.

De ahí nació otra concepción: la “unidad en la diversidad”, en la que han participado varios autores como Frederich Hegel y posteriores que han asumido la tesis que cobró ciudadanía muchos años después de la muerte de Juan Jacobo Rousseau.

Quizá hoy es el momento de que los mexicanos castiguemos un poco nuestra soberbia ancestral y nuestro también ancestral sospechosismo para reconstruirnos con los vientos del huracán AMLO. ¿Por qué no? Nos lo puede impedir ese yoyismo denigrante que padecemos. Detengámoslo un tiempo, tres años por suponer lo impreciso y viajemos juntos sin perder la verticalidad. Lo que creamos como personas injusto, lo podemos reprobar. Y que los partidos silencien sus bancadas por orgullos de pedantería política. Vayamos juntos en la diversidad. México es más importante que todo lo demás.

jaimepardoverdugo@yahoo.com.mx