/ martes 19 de junio de 2018

El silencio como traición

Vientos


Cuando un presidente en los Estados Unidos del norte de América ha fallado en su encomienda y traiciona su juramento al tomar la protesta reglamentaria del poder y luego de ello causa agravios a su pueblo, el Congreso de la Unión lo capta y lo defenestra.

La presencia antidemocrática del señor Donald Trump que llegó a la presidencia de los EU por selección de notables y no por elección directa del voto del pueblo cuya mayoría la obtuvo la señora Clinton, está sumando a su propio drama la autodestrucción del imperio en una fase de reversión política nacionalista que se está acercando demasiado rápido a un autoritarismo solapado -quien lo dijera- por ese Congreso de la Unión que siempre ha presumido y no pocas veces avalado, el indubitable sentido democrático de Abraham Lincoln en su discurso de Gettisburg: “… un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. El espíritu belicoso del pueblo estadounidense, en vista del horror de las guerras en las que la imprudencia ha provocado la consternación de millones de hogares norteamericanos, venía dejándose sentir de diversas maneras en contra de las mismas. Eso lo sabe muy bien el Congreso de la Unión, pero pareciera que su dominio republicano hace soslayo de lo evidente y como el avestruz prefiere enterrar la cabeza en la tierra para no ver su tragedia y su traición en paralelo con el señor presidente Trump, como si un poder más fuerte empujara la nave norteamericana hacia el precipicio traicionando sus principios espirituales traídos en el “Mayflower” y se desbocaran bajo el manto de una dictadura de la oligarquía.

Es evidente que el señor Trump juega con la vida de los norteamericanos cancelando su futuro, cuando ellos mismos son los inventores, con los judíos a la cabeza, del neoliberalismo que centraliza el poder real en el profundo misterio que convenció al presidente coreano como antes convenció (esa fuerza anónima) a la inserción de China a una danza suprema en la que el resto del mundo es espectador, incluyendo a Europa, pero no a Inglaterra que se salió de la UE cuando sintió que el movimiento económico mundial camina, sospechosamente, hacia un nuevo sistema en donde el poder se centra poco a poco en poquísimas manos… o bolsillos, si usted lo prefiere.

El Congreso de los Estados Unidos del norte de América debe de intervenir y ya, a menos que sean también parte incluida en el reparto del mundo cuando lo decidan los nuevos o el nuevo amo.

Pero nada es gratis en este mundo de luchas comerciales. Las guerras son eso y por eso Hitler eliminó a los judíos, a quienes vio orejas, cola y cuernos de diablos. Y mire usted cuántas vidas costó entre alemanes, judíos, rusos, ingleses, italianos, belgas y norteamericanos. ¿Quieren repetir otro holocausto, pero ahora al revés? En fin…


Vientos


Cuando un presidente en los Estados Unidos del norte de América ha fallado en su encomienda y traiciona su juramento al tomar la protesta reglamentaria del poder y luego de ello causa agravios a su pueblo, el Congreso de la Unión lo capta y lo defenestra.

La presencia antidemocrática del señor Donald Trump que llegó a la presidencia de los EU por selección de notables y no por elección directa del voto del pueblo cuya mayoría la obtuvo la señora Clinton, está sumando a su propio drama la autodestrucción del imperio en una fase de reversión política nacionalista que se está acercando demasiado rápido a un autoritarismo solapado -quien lo dijera- por ese Congreso de la Unión que siempre ha presumido y no pocas veces avalado, el indubitable sentido democrático de Abraham Lincoln en su discurso de Gettisburg: “… un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. El espíritu belicoso del pueblo estadounidense, en vista del horror de las guerras en las que la imprudencia ha provocado la consternación de millones de hogares norteamericanos, venía dejándose sentir de diversas maneras en contra de las mismas. Eso lo sabe muy bien el Congreso de la Unión, pero pareciera que su dominio republicano hace soslayo de lo evidente y como el avestruz prefiere enterrar la cabeza en la tierra para no ver su tragedia y su traición en paralelo con el señor presidente Trump, como si un poder más fuerte empujara la nave norteamericana hacia el precipicio traicionando sus principios espirituales traídos en el “Mayflower” y se desbocaran bajo el manto de una dictadura de la oligarquía.

Es evidente que el señor Trump juega con la vida de los norteamericanos cancelando su futuro, cuando ellos mismos son los inventores, con los judíos a la cabeza, del neoliberalismo que centraliza el poder real en el profundo misterio que convenció al presidente coreano como antes convenció (esa fuerza anónima) a la inserción de China a una danza suprema en la que el resto del mundo es espectador, incluyendo a Europa, pero no a Inglaterra que se salió de la UE cuando sintió que el movimiento económico mundial camina, sospechosamente, hacia un nuevo sistema en donde el poder se centra poco a poco en poquísimas manos… o bolsillos, si usted lo prefiere.

El Congreso de los Estados Unidos del norte de América debe de intervenir y ya, a menos que sean también parte incluida en el reparto del mundo cuando lo decidan los nuevos o el nuevo amo.

Pero nada es gratis en este mundo de luchas comerciales. Las guerras son eso y por eso Hitler eliminó a los judíos, a quienes vio orejas, cola y cuernos de diablos. Y mire usted cuántas vidas costó entre alemanes, judíos, rusos, ingleses, italianos, belgas y norteamericanos. ¿Quieren repetir otro holocausto, pero ahora al revés? En fin…