/ lunes 18 de junio de 2018

El totalitario

EL MURO

La culta sociedad que había pasado por una etapa compleja se reía de los excéntricos ideales del joven político, minimizaba su capacidad, hasta que comenzó a escalar peldaños del poder, los suficientes como para convertirse en el líder de la nación con un 90% de aprobación.

Moraleja: Nunca subestimes el valor de la palabra porque puede convencer a cualquiera, sobre todo al triste, derrotado, sin señales de un futuro promisorio, pero también a quien no quiere hacer mucho esfuerzo. Eso lo entienden muy bien los religiosos, los charlatanes metidos a “coaches”, los esotéricos y… los políticos.

Ceder ante el encanto de las soluciones simplonas no es propio de las sociedades del tercer mundo ni está relacionado con un pueblo carente de inteligencia, sino que le pregunten a los alemanes por Hitler, que en una década logró canalizar las frustraciones de su pueblo, creando enemigos falsos o a los norteamericanos por Trump.

El problema con los mitos reconfortantes es que solo son la puerta de entrada para luego consolidarse en el poder de una forma grosera: “Chávez, Uribe y Lula aprendieron no solo a imponer sus reglas entre chistes y amenazas, sino a dominar a través de terceros… lograron fanatizar a sus seguidores a partir del odio a un enemigo… y construyeron una dirección suprema, elevada casi a un plano metafísico”, escribe The New York Times.

Pero aunque identificar el patrón de operación es claro, las advertencias del peligro de un gobierno totalitario difícilmente surten efecto porque se pierden entre la marabunta electoral. Los enajenados seguidores del candidato señalado se encargan de descalificar cualquier comentario que consideren ofensivo y los analistas serios han sido incapaces de explicar el asunto, con una claridad discursiva que compita con la de los políticos.

De poco valen las evidencias del mal futuro si el supuesto mal presente es agobiante; cuando el mensaje de esperanza se instala en la médula, la verdadera amenaza la representa quien osa cuestionar al sagrado líder.

Quien explica muy bien la relación de las carencias afectivas en la elección de un guía de vida, es el neurólogo francés de origen judío Boris Cyrulnik en su libro “(Super) héroes, ¿por qué los necesitamos?”. Perdió a sus padres en la Segunda Guerra Mundial y encontró en los superhéroes la fortaleza para salir adelante. Como le tocó crecer bajo la influencia del nazismo, estudió a fondo el impacto de los dirigentes totalitarios.

“Lo que existe entre el héroe y el pueblo por él salvado es, ciertamente, una relación erótica: Si te entregas a mí, si te abandonas a mis órdenes, podrás volver a gozar de la vida…”.

El papel de la presión social en la nueva borregada cumple un papel primordial: “… Cuando decimos ‘sí’ tan solo para permanecer en el grupo ¿qué ocurre con nuestra autenticidad? Un ‘yes man’ dice siempre sí, de tanto miedo que tiene de perder el afecto de los demás. Así es como se experimenta una gran tranquilidad sometiéndose a la doxa, ese conjunto de opiniones admitidas que nos evita pensar y nos ayuda a balar en medio del rebaño”. Segunda llamada.

vicmarcen09@gmail.com



EL MURO

La culta sociedad que había pasado por una etapa compleja se reía de los excéntricos ideales del joven político, minimizaba su capacidad, hasta que comenzó a escalar peldaños del poder, los suficientes como para convertirse en el líder de la nación con un 90% de aprobación.

Moraleja: Nunca subestimes el valor de la palabra porque puede convencer a cualquiera, sobre todo al triste, derrotado, sin señales de un futuro promisorio, pero también a quien no quiere hacer mucho esfuerzo. Eso lo entienden muy bien los religiosos, los charlatanes metidos a “coaches”, los esotéricos y… los políticos.

Ceder ante el encanto de las soluciones simplonas no es propio de las sociedades del tercer mundo ni está relacionado con un pueblo carente de inteligencia, sino que le pregunten a los alemanes por Hitler, que en una década logró canalizar las frustraciones de su pueblo, creando enemigos falsos o a los norteamericanos por Trump.

El problema con los mitos reconfortantes es que solo son la puerta de entrada para luego consolidarse en el poder de una forma grosera: “Chávez, Uribe y Lula aprendieron no solo a imponer sus reglas entre chistes y amenazas, sino a dominar a través de terceros… lograron fanatizar a sus seguidores a partir del odio a un enemigo… y construyeron una dirección suprema, elevada casi a un plano metafísico”, escribe The New York Times.

Pero aunque identificar el patrón de operación es claro, las advertencias del peligro de un gobierno totalitario difícilmente surten efecto porque se pierden entre la marabunta electoral. Los enajenados seguidores del candidato señalado se encargan de descalificar cualquier comentario que consideren ofensivo y los analistas serios han sido incapaces de explicar el asunto, con una claridad discursiva que compita con la de los políticos.

De poco valen las evidencias del mal futuro si el supuesto mal presente es agobiante; cuando el mensaje de esperanza se instala en la médula, la verdadera amenaza la representa quien osa cuestionar al sagrado líder.

Quien explica muy bien la relación de las carencias afectivas en la elección de un guía de vida, es el neurólogo francés de origen judío Boris Cyrulnik en su libro “(Super) héroes, ¿por qué los necesitamos?”. Perdió a sus padres en la Segunda Guerra Mundial y encontró en los superhéroes la fortaleza para salir adelante. Como le tocó crecer bajo la influencia del nazismo, estudió a fondo el impacto de los dirigentes totalitarios.

“Lo que existe entre el héroe y el pueblo por él salvado es, ciertamente, una relación erótica: Si te entregas a mí, si te abandonas a mis órdenes, podrás volver a gozar de la vida…”.

El papel de la presión social en la nueva borregada cumple un papel primordial: “… Cuando decimos ‘sí’ tan solo para permanecer en el grupo ¿qué ocurre con nuestra autenticidad? Un ‘yes man’ dice siempre sí, de tanto miedo que tiene de perder el afecto de los demás. Así es como se experimenta una gran tranquilidad sometiéndose a la doxa, ese conjunto de opiniones admitidas que nos evita pensar y nos ayuda a balar en medio del rebaño”. Segunda llamada.

vicmarcen09@gmail.com