/ jueves 9 de julio de 2020

El viaje a EU: Una visita de alto riesgo

El viaje a los Estados Unidos de América no es una visita de Estado, sino un acto más de campaña, por lo que llama la atención el hecho de que el primer viaje del presidente López Obrador al extranjero parezca más un encuentro de subordinación y agradecimiento que un acto de dignidad y respeto.

La agenda del viaje al vecino país del norte no podría ser más limitada y poco ambiciosa: En lugar de plantear temas de extrema urgencia como la no construcción del muro, el respeto a nuestros connacionales y los apoyos a los países del Triángulo del Norte, la temática se limitará al recientemente entrado en vigor TMEC y a una cena con empresarios. De esta forma, la agenda se reduce a temas meramente económicos. De lado quedan cuestiones urgentes como la cooperación entre ambas naciones en materia de cambio climático, derechos de los migrantes y tráfico de armas. Además se ha relegado a la diplomacia parlamentaria, instrumento esencial en las relaciones bilaterales que por el momento duerme el sueño de los justos al no haber encuentros con congresistas.

Sin duda hay una agenda oculta que ambos mandatarios abordarán con el mayor sigilo: Las presiones de Estados Unidos para que México siga siendo un tercer país seguro, la exigencia de acciones de mayor impacto contra los cárteles o las medidas que se tendrán que adoptar ante la intervención del gobierno vecino en la reducción de la producción de petróleo a favor de México, lo que incluso estuvo a punto de descarrilar las negociaciones con la OPEP.

Se ha advertido que el viaje de López Obrador, quien al parecer ha olvidado las ideas que escribió en su libro “Oye Trump”, es un error estratégico en materia de política exterior. Quizá la misiva más importante sea la enviada por el embajador emérito Bernardo Sepúlveda al canciller Ebrard en la que le advierte que la visita “habrá de producir una reacción de profunda antipatía en el Partido Demócrata”.

Dado el clima de polarización que prevalece en los Estados Unidos, el viaje puede tener consecuencias adversas en nuestras relaciones bilaterales, ya que la negativa a reunirse con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, puede ser interpretada como un apoyo abierto a la candidatura de Donald Trump.

No sabemos a ciencia cierta qué medidas tendrá que adoptar México a petición del gobierno estadounidense, lo que sí es un hecho es que este viaje no es una expresión de soberanía y dignidad, sino una visita de cortesía que rebaja a nuestro país a la condición de patio trasero y operador de las imposiciones de un candidato que, estando en campaña, se reúne con un Presidente que ha hecho de este viaje otro acto más de campaña.

El viaje a los Estados Unidos de América no es una visita de Estado, sino un acto más de campaña, por lo que llama la atención el hecho de que el primer viaje del presidente López Obrador al extranjero parezca más un encuentro de subordinación y agradecimiento que un acto de dignidad y respeto.

La agenda del viaje al vecino país del norte no podría ser más limitada y poco ambiciosa: En lugar de plantear temas de extrema urgencia como la no construcción del muro, el respeto a nuestros connacionales y los apoyos a los países del Triángulo del Norte, la temática se limitará al recientemente entrado en vigor TMEC y a una cena con empresarios. De esta forma, la agenda se reduce a temas meramente económicos. De lado quedan cuestiones urgentes como la cooperación entre ambas naciones en materia de cambio climático, derechos de los migrantes y tráfico de armas. Además se ha relegado a la diplomacia parlamentaria, instrumento esencial en las relaciones bilaterales que por el momento duerme el sueño de los justos al no haber encuentros con congresistas.

Sin duda hay una agenda oculta que ambos mandatarios abordarán con el mayor sigilo: Las presiones de Estados Unidos para que México siga siendo un tercer país seguro, la exigencia de acciones de mayor impacto contra los cárteles o las medidas que se tendrán que adoptar ante la intervención del gobierno vecino en la reducción de la producción de petróleo a favor de México, lo que incluso estuvo a punto de descarrilar las negociaciones con la OPEP.

Se ha advertido que el viaje de López Obrador, quien al parecer ha olvidado las ideas que escribió en su libro “Oye Trump”, es un error estratégico en materia de política exterior. Quizá la misiva más importante sea la enviada por el embajador emérito Bernardo Sepúlveda al canciller Ebrard en la que le advierte que la visita “habrá de producir una reacción de profunda antipatía en el Partido Demócrata”.

Dado el clima de polarización que prevalece en los Estados Unidos, el viaje puede tener consecuencias adversas en nuestras relaciones bilaterales, ya que la negativa a reunirse con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, puede ser interpretada como un apoyo abierto a la candidatura de Donald Trump.

No sabemos a ciencia cierta qué medidas tendrá que adoptar México a petición del gobierno estadounidense, lo que sí es un hecho es que este viaje no es una expresión de soberanía y dignidad, sino una visita de cortesía que rebaja a nuestro país a la condición de patio trasero y operador de las imposiciones de un candidato que, estando en campaña, se reúne con un Presidente que ha hecho de este viaje otro acto más de campaña.