/ sábado 20 de julio de 2019

Entuerto bajacaliforniano

Cuchillito de Palo


Imposible levantarse sin algún entripado. La 4T conlleva vivir con el alma en un hilo, sobre todo cuando avasallan el Estado de Derecho y lo convierten en una entelequia. Lo de Baja California rebasa a cualquier pesadilla.

“Por sus pistolas” el Congreso local decidió alargar el gobierno del ya electo Jaime Bonilla a 5 años. La ciudadanía le dio su voto por 2, en vista de la reforma que se había hecho -como en otros Estados de la República- para homologar las fechas de sus comicios.

Los trastupijes, visibles; la corrupción, a todo lo que da; el cinismo, apoteósico. La demencia en su más perfecta expresión. El panista Kiko Vega acabó con lo que le quedaba de prestigio a su Partido. Su desgobierno, de pronóstico reservado, llevó a la sociedad a repudiar las siglas que lo administraron durante 29 años.

La gran conquista democrática llegó cuando Acción Nacional rompió la hegemonía priísta y accedió al mandato con Ernesto Ruffo. Por primera vez se reconoció el triunfo de los opositores y se sentó en la silla grande un blanquiazul. Vega liquidó el esfuerzo de generaciones que se partieron el brazo para forzar a la apertura de la baraja partidista, enlodando su cuna política.

La decepción llevó a la gente a sufragar por el que tras su funesta actitud llegará al cargo en el descrédito. El señor Bonilla es el típico empresariete al que le “latió la política”. Con dos nacionalidades -gringa y mexicana- vivió más de una década del otro lado dedicado a sus “negocios”. Como el dinero por sí solo no da las mieles del poder, decidió incursionar por esa vía. Cuatachísimo, del “mero cuate”, fue diputado y senador.

Como el par de años de mandato se ve que le parecían poco, en campaña su Partido Morena decidió intentar alargar el período. Las instituciones a cargo les dieron con un canto en las narices. Con el triunfo en la bolsa, movieron al mentado Congreso local para que saliera con semejante barbaridad. El desaguisado lo hicieron panistas, priístas y perredistas. Todos contra la Constitución.

Se especula que a los legisladores de marras los compraron; que se aceptó a cambio de que no se persiga al sátrapa que deja las arcas vacías. Ni hay ni habrá jamás razón de peso para atropellar la Carta Magna y burlarse de quienes sufragaron. ¿Y el cuatachísimo? Mudo ante la afrenta contra todos los mexicanos, hasta que apareció Cuauhtémoc Cárdenas y los puso de vuelta y media. Porfirio Muñoz Ledo hizo otro tanto e incluso exigió que se desaparecieran los poderes en la entidad. La vox populi en pleno se unió al coro de agraviados y se plantea presentar una controversia ante la Suprema Corte.

¿Y el tal Bonilla? Dijo que “él no era abogado y no sabía”, cuando salió a “relucir el peine” del que será su secretario de Gobierno, Amador Rodríguez Lozano. El siniestro personaje, que por fortuna caminaba en las sombras -sin dejar de ejercer su oficio de alquimista y trácala- le montó el escenario. Fugitivo del PRI, al que renunció en el 2001-cuando se negaron a darle la candidatura de Baja California- recorrió algunos Estados como “asesor” de campañas y gobernadores. Se le reconoce, desde hace décadas, por su cola larga, su capacidad para armar enredos inauditos y su destreza para “comprar lo comprable”.

Trágico el que AMLO se quedara calladito (el que calla otorga). Patético el atentado democrático que avizora peor incertidumbre y ráfagas dictatoriales.

Cuchillito de Palo


Imposible levantarse sin algún entripado. La 4T conlleva vivir con el alma en un hilo, sobre todo cuando avasallan el Estado de Derecho y lo convierten en una entelequia. Lo de Baja California rebasa a cualquier pesadilla.

“Por sus pistolas” el Congreso local decidió alargar el gobierno del ya electo Jaime Bonilla a 5 años. La ciudadanía le dio su voto por 2, en vista de la reforma que se había hecho -como en otros Estados de la República- para homologar las fechas de sus comicios.

Los trastupijes, visibles; la corrupción, a todo lo que da; el cinismo, apoteósico. La demencia en su más perfecta expresión. El panista Kiko Vega acabó con lo que le quedaba de prestigio a su Partido. Su desgobierno, de pronóstico reservado, llevó a la sociedad a repudiar las siglas que lo administraron durante 29 años.

La gran conquista democrática llegó cuando Acción Nacional rompió la hegemonía priísta y accedió al mandato con Ernesto Ruffo. Por primera vez se reconoció el triunfo de los opositores y se sentó en la silla grande un blanquiazul. Vega liquidó el esfuerzo de generaciones que se partieron el brazo para forzar a la apertura de la baraja partidista, enlodando su cuna política.

La decepción llevó a la gente a sufragar por el que tras su funesta actitud llegará al cargo en el descrédito. El señor Bonilla es el típico empresariete al que le “latió la política”. Con dos nacionalidades -gringa y mexicana- vivió más de una década del otro lado dedicado a sus “negocios”. Como el dinero por sí solo no da las mieles del poder, decidió incursionar por esa vía. Cuatachísimo, del “mero cuate”, fue diputado y senador.

Como el par de años de mandato se ve que le parecían poco, en campaña su Partido Morena decidió intentar alargar el período. Las instituciones a cargo les dieron con un canto en las narices. Con el triunfo en la bolsa, movieron al mentado Congreso local para que saliera con semejante barbaridad. El desaguisado lo hicieron panistas, priístas y perredistas. Todos contra la Constitución.

Se especula que a los legisladores de marras los compraron; que se aceptó a cambio de que no se persiga al sátrapa que deja las arcas vacías. Ni hay ni habrá jamás razón de peso para atropellar la Carta Magna y burlarse de quienes sufragaron. ¿Y el cuatachísimo? Mudo ante la afrenta contra todos los mexicanos, hasta que apareció Cuauhtémoc Cárdenas y los puso de vuelta y media. Porfirio Muñoz Ledo hizo otro tanto e incluso exigió que se desaparecieran los poderes en la entidad. La vox populi en pleno se unió al coro de agraviados y se plantea presentar una controversia ante la Suprema Corte.

¿Y el tal Bonilla? Dijo que “él no era abogado y no sabía”, cuando salió a “relucir el peine” del que será su secretario de Gobierno, Amador Rodríguez Lozano. El siniestro personaje, que por fortuna caminaba en las sombras -sin dejar de ejercer su oficio de alquimista y trácala- le montó el escenario. Fugitivo del PRI, al que renunció en el 2001-cuando se negaron a darle la candidatura de Baja California- recorrió algunos Estados como “asesor” de campañas y gobernadores. Se le reconoce, desde hace décadas, por su cola larga, su capacidad para armar enredos inauditos y su destreza para “comprar lo comprable”.

Trágico el que AMLO se quedara calladito (el que calla otorga). Patético el atentado democrático que avizora peor incertidumbre y ráfagas dictatoriales.

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