/ miércoles 28 de octubre de 2020

Es nuestra culpa…

EL MURO

Tenemos los gobernantes que nuestro sistema de creencias, nuestra capacidad, nuestro sistema de valores, nos permite aspirar. Si creemos que son chafas, es porque todo lo anterior es débil. Si los políticos nos parecen inoperantes, es porque en parte así somos nosotros. Tenemos el gobierno que merecemos.

Es nuestra culpa cuando celebramos que alguien haya obtenido un puesto sin antes siquiera haber observado resultados. Al festejar las formas, la pompa, la ceremonia suntuosa, el cargo, los millones en sueldo, olvidamos el fondo. Convertimos al tigre de la rifa en un manso corderito. Les hacemos más fácil el trabajo de gobernar.

Es nuestra culpa dejar la responsabilidad de nuestros actos a otros. La formación de valores no es tarea de la escuela, tampoco brindar amor ni fortalecer la confianza, eso es trabajo de la familia. La escuela está obligada a mostrar el camino de la productividad, guiar para la vida (en esta parte, haciendo equipo con los padres de familia) y en ocasiones ni siquiera eso hace bien porque le presionamos para que “arregle” a nuestras criaturas.

Es nuestra culpa porque ante la ausencia de valores cívicos auténticos, aquellos que buscan el bien común, recurrimos a los nuestros, ajustamos creencias de acuerdo a nuestros intereses, luego cuando las cosas no funcionan, buscamos responsables por todos lados y terminamos encontrándolos tanto en el gobierno como en el sistema educativo. Es nuestra culpa cuando justificamos las torpezas de los gobernantes, es nuestra culpa cuando les permitimos compararse con otros igual de malos que ellos, pero ni de chiste se nos ocurre orillarlos a una comparación con los mejores.

Aunque parezca extraño, existen comunidades cuyos políticos muestran en los hechos un trabajo acorde a las necesidades comunitarias. Ser un ciudadano exigente, con bases y sensatez, usualmente permite cosechar beneficios.

Es nuestra culpa mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Es nuestra culpa el egoísmo llevado a extremos enfermizos. Somos capaces de poner en riesgo la salud de la familia solo por satisfacer nuestro deseo por divertirnos, haciendo a un lado los cuidados, las recomendaciones sanitarias. Es nuestra culpa enojarnos cuando nos echan la culpa, pero por más vueltas que le demos a la situación, si casi todo lo que vemos a nuestro alrededor está chueco, corrupto, contaminado, sucio, ilegal, abandonado o incompleto, debemos aceptar que solo es un reflejo de nosotros. Lo siento.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

Tenemos los gobernantes que nuestro sistema de creencias, nuestra capacidad, nuestro sistema de valores, nos permite aspirar. Si creemos que son chafas, es porque todo lo anterior es débil. Si los políticos nos parecen inoperantes, es porque en parte así somos nosotros. Tenemos el gobierno que merecemos.

Es nuestra culpa cuando celebramos que alguien haya obtenido un puesto sin antes siquiera haber observado resultados. Al festejar las formas, la pompa, la ceremonia suntuosa, el cargo, los millones en sueldo, olvidamos el fondo. Convertimos al tigre de la rifa en un manso corderito. Les hacemos más fácil el trabajo de gobernar.

Es nuestra culpa dejar la responsabilidad de nuestros actos a otros. La formación de valores no es tarea de la escuela, tampoco brindar amor ni fortalecer la confianza, eso es trabajo de la familia. La escuela está obligada a mostrar el camino de la productividad, guiar para la vida (en esta parte, haciendo equipo con los padres de familia) y en ocasiones ni siquiera eso hace bien porque le presionamos para que “arregle” a nuestras criaturas.

Es nuestra culpa porque ante la ausencia de valores cívicos auténticos, aquellos que buscan el bien común, recurrimos a los nuestros, ajustamos creencias de acuerdo a nuestros intereses, luego cuando las cosas no funcionan, buscamos responsables por todos lados y terminamos encontrándolos tanto en el gobierno como en el sistema educativo. Es nuestra culpa cuando justificamos las torpezas de los gobernantes, es nuestra culpa cuando les permitimos compararse con otros igual de malos que ellos, pero ni de chiste se nos ocurre orillarlos a una comparación con los mejores.

Aunque parezca extraño, existen comunidades cuyos políticos muestran en los hechos un trabajo acorde a las necesidades comunitarias. Ser un ciudadano exigente, con bases y sensatez, usualmente permite cosechar beneficios.

Es nuestra culpa mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Es nuestra culpa el egoísmo llevado a extremos enfermizos. Somos capaces de poner en riesgo la salud de la familia solo por satisfacer nuestro deseo por divertirnos, haciendo a un lado los cuidados, las recomendaciones sanitarias. Es nuestra culpa enojarnos cuando nos echan la culpa, pero por más vueltas que le demos a la situación, si casi todo lo que vemos a nuestro alrededor está chueco, corrupto, contaminado, sucio, ilegal, abandonado o incompleto, debemos aceptar que solo es un reflejo de nosotros. Lo siento.

vicmarcen09@gmail.com