/ miércoles 30 de diciembre de 2020

Esperanza en el 21

EL MURO

Esperar es el acto de fe más completo al cual una persona puede aspirar. Esperar es una de esas palabras en el castellano, con el significado más bello e inspirador.

Hace alrededor de 5 mil años, tribus nómadas en lo que hoy es Europa, utilizaban la expresión “speh” para decretar que cualquier acontecimiento difícil pronto estaría mejor, solo era cuestión de tiempo. En sánscrito, el derivado “sphayate” se usó como sinónimo de algo que engordará de tanta bondad. Al transcurrir de los siglos, “speh” llegó al español para crear nuestra espera.

Esperar implica liberar la presión sobre algo fuera de nuestro control. Cuando las cosas se ponen feas, lo mejor es dejar que los días corran para que una fuerza distinta ordene el caos. A esa acción la llamamos Esperanza. Confianza es el acto de creer; crianza es producir algo de la nada; enseñanza implica señalar el mejor camino; esperanza es tener la certeza en algo bueno para el futuro.

Esperar funciona con lo que no podemos manejar. Esperamos sí, pero en el inter también hacemos algo por nuestra cuenta, porque para ser ayudados debemos ayudarnos. Nos pidieron paciencia, que viene significando –de acuerdo a su etimología- pacer, pastar con calma, comer en la tranquilidad de nuestros hogares, pero a juzgar por los hechos a la mayoría le costó trabajo esperar, en algunos casos la impaciencia tenía justificación, pero en muchos otros no.

El que espera desespera y ese fue nuestro problema. La pandemia pudo haber tomado otro camino, tal vez con menos daños, si hubiéramos creído en nuestra autoridad, pero eso nunca ocurrió. De creer deriva crédito. Las empresas sueltan productos sin pagarlos porque creen que pagaremos de alguna manera. En el riesgo del coronavirus han creído muy pocos.

El vacío de confianza, la falta de crédito no fue llenado por nadie, ni por la gente del sector Salud ni por la prensa, tampoco por las universidades, ya que ellos y muchos otros, lejos de entender el problema, se montaron en un pedestal de superioridad moral, desde el cual pandejearon a quienes pensaran distinto a ellos.

Hoy solo nos resta esperar al arribo masivo de vacunas para que de a poco todo vuelva a la normalidad allá por el verano. Aprenderán de esto quienes decidan hacerlo. Los demás, si no podemos ayudar ni queremos aprender, lo mejor sería hacernos a un lado a esperar, porque mucho ayuda quien no estorba. Esperemos que este 2021 nos llene a todos de bendiciones. Feliz Año Nuevo.

EL MURO

Esperar es el acto de fe más completo al cual una persona puede aspirar. Esperar es una de esas palabras en el castellano, con el significado más bello e inspirador.

Hace alrededor de 5 mil años, tribus nómadas en lo que hoy es Europa, utilizaban la expresión “speh” para decretar que cualquier acontecimiento difícil pronto estaría mejor, solo era cuestión de tiempo. En sánscrito, el derivado “sphayate” se usó como sinónimo de algo que engordará de tanta bondad. Al transcurrir de los siglos, “speh” llegó al español para crear nuestra espera.

Esperar implica liberar la presión sobre algo fuera de nuestro control. Cuando las cosas se ponen feas, lo mejor es dejar que los días corran para que una fuerza distinta ordene el caos. A esa acción la llamamos Esperanza. Confianza es el acto de creer; crianza es producir algo de la nada; enseñanza implica señalar el mejor camino; esperanza es tener la certeza en algo bueno para el futuro.

Esperar funciona con lo que no podemos manejar. Esperamos sí, pero en el inter también hacemos algo por nuestra cuenta, porque para ser ayudados debemos ayudarnos. Nos pidieron paciencia, que viene significando –de acuerdo a su etimología- pacer, pastar con calma, comer en la tranquilidad de nuestros hogares, pero a juzgar por los hechos a la mayoría le costó trabajo esperar, en algunos casos la impaciencia tenía justificación, pero en muchos otros no.

El que espera desespera y ese fue nuestro problema. La pandemia pudo haber tomado otro camino, tal vez con menos daños, si hubiéramos creído en nuestra autoridad, pero eso nunca ocurrió. De creer deriva crédito. Las empresas sueltan productos sin pagarlos porque creen que pagaremos de alguna manera. En el riesgo del coronavirus han creído muy pocos.

El vacío de confianza, la falta de crédito no fue llenado por nadie, ni por la gente del sector Salud ni por la prensa, tampoco por las universidades, ya que ellos y muchos otros, lejos de entender el problema, se montaron en un pedestal de superioridad moral, desde el cual pandejearon a quienes pensaran distinto a ellos.

Hoy solo nos resta esperar al arribo masivo de vacunas para que de a poco todo vuelva a la normalidad allá por el verano. Aprenderán de esto quienes decidan hacerlo. Los demás, si no podemos ayudar ni queremos aprender, lo mejor sería hacernos a un lado a esperar, porque mucho ayuda quien no estorba. Esperemos que este 2021 nos llene a todos de bendiciones. Feliz Año Nuevo.