/ lunes 1 de enero de 2018

ESTRATEGIA$

Propósitos políticos para 2018

La verdad no sé si reír o llorar con las declaraciones de los principales personajes de la llamada “oposición”, referentes al balance de lo acontecido durante 2017. Y más cuando señalan que el PRI es el responsable de todo lo malo que nos caracteriza y que ellos están listos para tomar su lugar y así transformar al país. Estos señores piensan que somos tontos. PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC, PANAL, PES e incluso MORENA, todos son CORRESPONSABLES del acontecer nacional, lo mismo lo bueno que lo malo, aunque en distintas proporciones. Y por más que quieran deslindarse, no tienen argumentos para imputarle a un solo actor los resultados que hoy tenemos. Es cierto que el PRI no sólo gobierna al país, sino también 15 Estados, pero igualmente los es que el PAN lo hace en 12 entidades, el PRD en 4 y un independiente en uno. Y prácticamente todos tienen participación en distintos gobiernos municipales y legislaturas estatales, teniendo como mal antecedente que en muchas instancias han respaldado o recurrido a alianzas con el partido predominante. Esto básicamente en aras de mantenerse en el poder o gozar de privilegios indebidos, importándoles poco las consecuencias adversas que sus decisiones tienen sobre el bienestar general de los mexicanos. Acepten o no, todos los partidos han contribuido a lo que más critican: Al débil crecimiento económico, a la generación de empleos precarios, a la pérdida de poder adquisitivo, a la violencia y crisis de seguridad; a la violación de los derechos humanos, al endeudamiento público y, en general, a la corrupción y la impunidad. Unos por complicidad y otros por complacencia. Y muchos por ser vil reflejo del poco profesionalismo y falta de honestidad que permea en todas las instituciones públicas. La política es el arte de consensuar, es decir, tomar decisiones por acuerdo de las partes. En este proceso, si los actores tienen como fin común la búsqueda de arreglos que permitan maximizar el bienestar general de sus representados deben tener muy claro el qué, el cómo y hasta dónde presionar y cuándo ceder. No obstante, los partidos políticos se han olvidado de esta premisa fundamental, lo cual se traduce en que nadie -ni ellos mismos- tenga claro los fines sociales que persiguen en el ejercicio del poder. Se han desprovisto de definición ideológica. De aquí que esté consolidada la idea de que únicamente buscan el beneficio personal y de grupo. Todos prometen un futuro promisorio, pero la experiencia ya demostró que son palabras al viento. La desigualdad crece y las esperanzas se desvanecen. La mayoría de los mexicanos viven al día, sin tener claro lo que les depara el mañana. En esta campaña electoral debemos exigir a quienes aspiran a un puesto público presenten propuestas concretas a las demandas ciudadanas y no sólo descalificar y denostar a los contrincantes. Hacerlo no ayuda en nada. Sólo contribuye a que crezca el repudio hacia todo lo que tiene que ver con la política, lo que abona a la radicalización social con todos los peligros que ello entraña. Urge que los partidos cuantifiquen metas y definan las políticas que aplicarán para lograrlo. Así, por ejemplo, no se vale que digan van a reducir los sueldos y prestaciones de la alta burocracia, sino que deben señalar en qué consistirán sus propuestas de ley para regular este gasto. Asimismo, cuándo la presentarían al Congreso de la Unión y hasta dónde lucharían para aprobarla. Tampoco queremos compromisos para “donar” parte de sus percepciones a fines sociales, pues está claro que esta estrategia la utilizan con fines clientelares. Las propuestas de mejoría del poder adquisitivo de los salarios deben acompañarlas con metas anuales, no sólo para los mínimos, sino para todos los niveles profesionales. La reducción del gasto corriente deben cuantificarla en términos anuales para especificar en cuánto crecerá la inversión en infraestructura y servicios sociales. Asimismo, hacer lo propio en materia de reducción del déficit fiscal y deuda pública, entre muchos otros temas. En la medida que todos los contendientes presenten planes de gobierno en los términos anteriores, será más fácil lograr los consensos políticos necesarios para avanzar y no seguir en un juego de ruleta donde el futuro de todos es incierto. Y quizá lo más importante sería el inicio hacia una transformación de fondo en materia política que permitiría darle la seriedad y credibilidad a los procesos de gobernanza que todo pueblo merece. Ojalá y los partidos políticos adoptaran estos propósitos para 2018. erovirosa01@gmail.com

Propósitos políticos para 2018

La verdad no sé si reír o llorar con las declaraciones de los principales personajes de la llamada “oposición”, referentes al balance de lo acontecido durante 2017. Y más cuando señalan que el PRI es el responsable de todo lo malo que nos caracteriza y que ellos están listos para tomar su lugar y así transformar al país. Estos señores piensan que somos tontos. PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MC, PANAL, PES e incluso MORENA, todos son CORRESPONSABLES del acontecer nacional, lo mismo lo bueno que lo malo, aunque en distintas proporciones. Y por más que quieran deslindarse, no tienen argumentos para imputarle a un solo actor los resultados que hoy tenemos. Es cierto que el PRI no sólo gobierna al país, sino también 15 Estados, pero igualmente los es que el PAN lo hace en 12 entidades, el PRD en 4 y un independiente en uno. Y prácticamente todos tienen participación en distintos gobiernos municipales y legislaturas estatales, teniendo como mal antecedente que en muchas instancias han respaldado o recurrido a alianzas con el partido predominante. Esto básicamente en aras de mantenerse en el poder o gozar de privilegios indebidos, importándoles poco las consecuencias adversas que sus decisiones tienen sobre el bienestar general de los mexicanos. Acepten o no, todos los partidos han contribuido a lo que más critican: Al débil crecimiento económico, a la generación de empleos precarios, a la pérdida de poder adquisitivo, a la violencia y crisis de seguridad; a la violación de los derechos humanos, al endeudamiento público y, en general, a la corrupción y la impunidad. Unos por complicidad y otros por complacencia. Y muchos por ser vil reflejo del poco profesionalismo y falta de honestidad que permea en todas las instituciones públicas. La política es el arte de consensuar, es decir, tomar decisiones por acuerdo de las partes. En este proceso, si los actores tienen como fin común la búsqueda de arreglos que permitan maximizar el bienestar general de sus representados deben tener muy claro el qué, el cómo y hasta dónde presionar y cuándo ceder. No obstante, los partidos políticos se han olvidado de esta premisa fundamental, lo cual se traduce en que nadie -ni ellos mismos- tenga claro los fines sociales que persiguen en el ejercicio del poder. Se han desprovisto de definición ideológica. De aquí que esté consolidada la idea de que únicamente buscan el beneficio personal y de grupo. Todos prometen un futuro promisorio, pero la experiencia ya demostró que son palabras al viento. La desigualdad crece y las esperanzas se desvanecen. La mayoría de los mexicanos viven al día, sin tener claro lo que les depara el mañana. En esta campaña electoral debemos exigir a quienes aspiran a un puesto público presenten propuestas concretas a las demandas ciudadanas y no sólo descalificar y denostar a los contrincantes. Hacerlo no ayuda en nada. Sólo contribuye a que crezca el repudio hacia todo lo que tiene que ver con la política, lo que abona a la radicalización social con todos los peligros que ello entraña. Urge que los partidos cuantifiquen metas y definan las políticas que aplicarán para lograrlo. Así, por ejemplo, no se vale que digan van a reducir los sueldos y prestaciones de la alta burocracia, sino que deben señalar en qué consistirán sus propuestas de ley para regular este gasto. Asimismo, cuándo la presentarían al Congreso de la Unión y hasta dónde lucharían para aprobarla. Tampoco queremos compromisos para “donar” parte de sus percepciones a fines sociales, pues está claro que esta estrategia la utilizan con fines clientelares. Las propuestas de mejoría del poder adquisitivo de los salarios deben acompañarlas con metas anuales, no sólo para los mínimos, sino para todos los niveles profesionales. La reducción del gasto corriente deben cuantificarla en términos anuales para especificar en cuánto crecerá la inversión en infraestructura y servicios sociales. Asimismo, hacer lo propio en materia de reducción del déficit fiscal y deuda pública, entre muchos otros temas. En la medida que todos los contendientes presenten planes de gobierno en los términos anteriores, será más fácil lograr los consensos políticos necesarios para avanzar y no seguir en un juego de ruleta donde el futuro de todos es incierto. Y quizá lo más importante sería el inicio hacia una transformación de fondo en materia política que permitiría darle la seriedad y credibilidad a los procesos de gobernanza que todo pueblo merece. Ojalá y los partidos políticos adoptaran estos propósitos para 2018. erovirosa01@gmail.com