/ jueves 21 de septiembre de 2023

Fin de sexenio, ¿habrá otra crisis?

Dr. Cuauhtémoc López Guzmán

Los acontecimientos del 2019 en América latina, Ecuador, Bolivia, Chile y antes Nicaragua revelan un odio y decepción de la sociedad a sus gobernantes, las manifestaciones obligaron a los gobiernos a dar marcha atrás a sus políticas impopulares.

¿Podría pasar lo mismo en México en un corto o mediano plazo? Hasta la fecha algunas decisiones gubernamentales han movilizado a la ciudadanía y a movimientos sociales en gran escala, pero jamás con la contundencia de otras naciones de América Latina o Francia, como el caso de los chalecos amarillos.

En México las movilizaciones exigiendo seguridad y fin a la violencia o las del 2017 contra el aumento al precio de la gasolina no modificaron la estrategia o postura del gobierno en turno. Al parecer existe una neutralización sutil de estos movimientos gracias a una estrategia de ceder (limitada e incoherente) a nuevas políticas de resarcimiento social. Aunque el gobernante no resuelva el problema, pero el deseo y la promesa de cambio nutren el imaginario colectivo de esperanza.

La sociedad mexicana ha vivido tres graves crisis de credibilidad y decepción ciudadana al finalizar un sexenio. La primera crisis fue con José López Portillo con la mega devaluación del peso y la estatización de los bancos después de que este presidente prometió que gracias a los ingresos del petróleo viviríamos en la abundancia.

La segunda crisis sucedió con Carlos Salinas de Gortari con los sucesos de 1994, la rebelión armada en Chipas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruiz Massieu. En diciembre otra gran devaluación del peso; cuando se anunciaba que las bondades del libre comercio y el modelo económico aplicado por tecnócratas con un alto nivel académico nos permitirían ingresar en un mediano plazo en el primer mundo.

La tercera crisis de credibilidad fue la de la alternancia protagonizada por Vicente Fox en el 2000. El arribo a la Presidencia de la República con un candidato surgido de un partido que presumía ser democrático en oposición al modelo autoritario del PRI hizo suponer un cambio integral de grandes dimensiones en las relaciones intergubernamentales a nivel vertical (sistema federal) y horizontal (entre poderes), así como con la sociedad civil. Además, no se lograron las promesas mesiánicas de Fox respecto al crecimiento económico anual del 7% del PIB, un millón y medio de empleos nuevos anuales y un aumento sostenido en el ingreso de los mexicanos.

Sin dejar una crisis económica en 2006, Vicente Fox desperdició la oportunidad de cambiar las reglas informales de reparto y usufructo del poder; la supuesta vocación democrático- reformadora quedó truncada y se evidenciaron conductas deshonestas y corruptas tal y como lo hacían los priistas.

Ahora estamos ante la posibilidad que se repita este final trágico sexenal, sobre todo porque se han creado enormes expectativas de progreso y bienestar con el término utópico “La esperanza de México”.

Quizás la Cuarta Transformación sea la cuarta crisis en esta serie histórica trágica cíclica sexenal. Si esto sucede, en un mediano plazo la frustración, ira, repudio y decepciones acumulados en la sociedad pueden desembocar en escenarios críticos y caóticos, tal como ha sucedido en América del Sur. Y ante la crisis de la pandemia, todos los gobiernos en el mundo serán evaluados y juzgados ante su capacidad de respuesta en relación con la implementación de políticas de sanidad y de recuperación económica.

Los discursos centrados en la idea de la esperanza de México junto con la Cuarta Transformación configuran una utopía, pues carecen de un proyecto coherente, estratégico y consensual. El fin de sexenio del actual presidente bien pudiera ser el peor desastre político- social del siglo XXI. Pobre México.

Mail to: lopezguzmanc.wordpress.com

Dr. Cuauhtémoc López Guzmán

Los acontecimientos del 2019 en América latina, Ecuador, Bolivia, Chile y antes Nicaragua revelan un odio y decepción de la sociedad a sus gobernantes, las manifestaciones obligaron a los gobiernos a dar marcha atrás a sus políticas impopulares.

¿Podría pasar lo mismo en México en un corto o mediano plazo? Hasta la fecha algunas decisiones gubernamentales han movilizado a la ciudadanía y a movimientos sociales en gran escala, pero jamás con la contundencia de otras naciones de América Latina o Francia, como el caso de los chalecos amarillos.

En México las movilizaciones exigiendo seguridad y fin a la violencia o las del 2017 contra el aumento al precio de la gasolina no modificaron la estrategia o postura del gobierno en turno. Al parecer existe una neutralización sutil de estos movimientos gracias a una estrategia de ceder (limitada e incoherente) a nuevas políticas de resarcimiento social. Aunque el gobernante no resuelva el problema, pero el deseo y la promesa de cambio nutren el imaginario colectivo de esperanza.

La sociedad mexicana ha vivido tres graves crisis de credibilidad y decepción ciudadana al finalizar un sexenio. La primera crisis fue con José López Portillo con la mega devaluación del peso y la estatización de los bancos después de que este presidente prometió que gracias a los ingresos del petróleo viviríamos en la abundancia.

La segunda crisis sucedió con Carlos Salinas de Gortari con los sucesos de 1994, la rebelión armada en Chipas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruiz Massieu. En diciembre otra gran devaluación del peso; cuando se anunciaba que las bondades del libre comercio y el modelo económico aplicado por tecnócratas con un alto nivel académico nos permitirían ingresar en un mediano plazo en el primer mundo.

La tercera crisis de credibilidad fue la de la alternancia protagonizada por Vicente Fox en el 2000. El arribo a la Presidencia de la República con un candidato surgido de un partido que presumía ser democrático en oposición al modelo autoritario del PRI hizo suponer un cambio integral de grandes dimensiones en las relaciones intergubernamentales a nivel vertical (sistema federal) y horizontal (entre poderes), así como con la sociedad civil. Además, no se lograron las promesas mesiánicas de Fox respecto al crecimiento económico anual del 7% del PIB, un millón y medio de empleos nuevos anuales y un aumento sostenido en el ingreso de los mexicanos.

Sin dejar una crisis económica en 2006, Vicente Fox desperdició la oportunidad de cambiar las reglas informales de reparto y usufructo del poder; la supuesta vocación democrático- reformadora quedó truncada y se evidenciaron conductas deshonestas y corruptas tal y como lo hacían los priistas.

Ahora estamos ante la posibilidad que se repita este final trágico sexenal, sobre todo porque se han creado enormes expectativas de progreso y bienestar con el término utópico “La esperanza de México”.

Quizás la Cuarta Transformación sea la cuarta crisis en esta serie histórica trágica cíclica sexenal. Si esto sucede, en un mediano plazo la frustración, ira, repudio y decepciones acumulados en la sociedad pueden desembocar en escenarios críticos y caóticos, tal como ha sucedido en América del Sur. Y ante la crisis de la pandemia, todos los gobiernos en el mundo serán evaluados y juzgados ante su capacidad de respuesta en relación con la implementación de políticas de sanidad y de recuperación económica.

Los discursos centrados en la idea de la esperanza de México junto con la Cuarta Transformación configuran una utopía, pues carecen de un proyecto coherente, estratégico y consensual. El fin de sexenio del actual presidente bien pudiera ser el peor desastre político- social del siglo XXI. Pobre México.

Mail to: lopezguzmanc.wordpress.com