/ miércoles 26 de enero de 2022

Gobernar es cosa seria

EL MURO

En 2018, Jacinta Ardern, entonces de 37 años de edad, primera ministra de Nueva Zelanda, dio a luz en pleno ejercicio del poder, motivo por el cual tomó una licencia de seis semanas por maternidad. Obvio, fue criticada por sus gobernados, con especial encono por sus detractores, pero los buenos resultados en el desarrollo de su gobierno terminaron acallando los cuestionamientos.

El domingo pasado Jacinta anunció la cancelación de la ceremonia por su matrimonio debido a un brote de Covid: “Mi boda no tendrá lugar… No soy diferente a miles de otros neozelandeses que han sufrido impactos mucho más devastadores por la pandemia, el más devastador es el no poder estar con un ser querido…”. Y es que gobernar es cosa seria.

La primer ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardem sostiene a su hija recién nacida junto a su pareja Clarke gayford | Archivo EFE | David Roland

Es tan serio el asunto que en Baja California deberíamos empezar a ver señales claras sobre cómo saldremos adelante. Somos un Estado relativamente joven, poco poblado, como para que no exista un control, ni una forma de operar sensata. Cada administración gubernamental ha hecho lo suficiente para enredar más todo este asunto, pero ya debería ser tiempo de pensar en resultados, no en simulaciones. No sería digno de aplaudir al ver a la fuerza del Estado atacando las consecuencias, sino hasta cuando la veamos esforzándose en evitar que ocurran los problemas.

Suponemos que gobernar no debe ser sencillo, motivo de más como para que nuestros políticos no se empeñen en hacernos creer, con actos frívolos e insulsos, que sí lo es. Un jefe de Estado debería siempre tener en mente el destino al cual quiere llevar a sus gobernados y trabajar para conseguirlo. Si nos vende bien la idea, de entrada a todos los ciudadanos debería quedarnos claro cómo sería la tierra prometida porque seríamos capaces de visualizarla en nuestra mente, sin necesidad de tanta palabrería o de campañas de promoción.

Nadie busca un todólogo ni un genio de alto IQ, ni un intelectual libresco como gobernante porque además no sería lo más recomendable, mucho menos a alguien chistoso que parche errores, improvise soluciones y que se justifique cuando las cosas no resulten, sino a alguien que opere su gobierno con el más mínimo sentido común.

Estamos acostumbrados a exigirle a la autoridad la solución de problemas sobre todo cuando brota una crisis, pero no sabemos cómo pedirle resultados cuando las aguas vuelven a su cauce, cuando la novedad de lo impactante pasa al olvido. El gobierno local tiene un gran reto, pero los ciudadanos tenemos otro más grande: Estarle recordando siempre que debe decirnos a dónde quiere llevarnos y cómo vamos a llegar ahí.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

En 2018, Jacinta Ardern, entonces de 37 años de edad, primera ministra de Nueva Zelanda, dio a luz en pleno ejercicio del poder, motivo por el cual tomó una licencia de seis semanas por maternidad. Obvio, fue criticada por sus gobernados, con especial encono por sus detractores, pero los buenos resultados en el desarrollo de su gobierno terminaron acallando los cuestionamientos.

El domingo pasado Jacinta anunció la cancelación de la ceremonia por su matrimonio debido a un brote de Covid: “Mi boda no tendrá lugar… No soy diferente a miles de otros neozelandeses que han sufrido impactos mucho más devastadores por la pandemia, el más devastador es el no poder estar con un ser querido…”. Y es que gobernar es cosa seria.

La primer ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardem sostiene a su hija recién nacida junto a su pareja Clarke gayford | Archivo EFE | David Roland

Es tan serio el asunto que en Baja California deberíamos empezar a ver señales claras sobre cómo saldremos adelante. Somos un Estado relativamente joven, poco poblado, como para que no exista un control, ni una forma de operar sensata. Cada administración gubernamental ha hecho lo suficiente para enredar más todo este asunto, pero ya debería ser tiempo de pensar en resultados, no en simulaciones. No sería digno de aplaudir al ver a la fuerza del Estado atacando las consecuencias, sino hasta cuando la veamos esforzándose en evitar que ocurran los problemas.

Suponemos que gobernar no debe ser sencillo, motivo de más como para que nuestros políticos no se empeñen en hacernos creer, con actos frívolos e insulsos, que sí lo es. Un jefe de Estado debería siempre tener en mente el destino al cual quiere llevar a sus gobernados y trabajar para conseguirlo. Si nos vende bien la idea, de entrada a todos los ciudadanos debería quedarnos claro cómo sería la tierra prometida porque seríamos capaces de visualizarla en nuestra mente, sin necesidad de tanta palabrería o de campañas de promoción.

Nadie busca un todólogo ni un genio de alto IQ, ni un intelectual libresco como gobernante porque además no sería lo más recomendable, mucho menos a alguien chistoso que parche errores, improvise soluciones y que se justifique cuando las cosas no resulten, sino a alguien que opere su gobierno con el más mínimo sentido común.

Estamos acostumbrados a exigirle a la autoridad la solución de problemas sobre todo cuando brota una crisis, pero no sabemos cómo pedirle resultados cuando las aguas vuelven a su cauce, cuando la novedad de lo impactante pasa al olvido. El gobierno local tiene un gran reto, pero los ciudadanos tenemos otro más grande: Estarle recordando siempre que debe decirnos a dónde quiere llevarnos y cómo vamos a llegar ahí.

vicmarcen09@gmail.com