/ miércoles 8 de enero de 2020

Impuestos molestos

El Muro


Son impopulares, pero necesarios, porque un gobierno casi no produce dinero, básicamente recauda para luego distribuir. En español le decimos impuestos, palabra proveniente de una expresión que significa fijar algo a alguien. En inglés le dicen taxes o estimar un valor, ambos términos derivan del latín.

El gobierno estatal está pagando las consecuencias de cobrar, a pesar del esfuerzo del secretario de Hacienda al destacar que el presupuesto de ingresos 2020 es 1 mil 600 millones de pesos menor al que ejerció en su mayoría la administración anterior y de que todos los impuestos incrementados, no serán pagados directamente por el ciudadano de a pie.

Para eso de sacar dinero hasta de las piedras, la autoridad sabe cómo hacerlo. Aquí en Baja California, Esteban Cantú se las ingenió para cobrar impuestos a la producción de opio a través de la Dirección de

Contribuciones Directas. Lo único que se podría castigar era “la ocultación en calidad o cantidad, la fabricación clandestina y demás contravenciones a esta disposición”.

Los romanos fueron el mejor ejemplo de que cuando se ocupa dinero, lo que sobra es la viveza. Vespasiano aplicó el “vectigal urinae” o el cobro por usar los urinarios o mingitorios públicos, algo que de alguna forma continúa haciéndose sobre todo en los parques públicos, solo que en forma de propina, salvo que lo recolectado suele ir a las bolsas de los trabajadores que mantienen limpio el espacio.

El “vectigal rotarium” gravaba la circulación de vehículos por las vías del imperio. Lo ingresado se utilizaba supuestamente para el mantenimiento de las calles. El “centesima rerum venalium” era el impuesto del 1% sobre los bienes vendidos en una subasta, ingresos destinados a sacar adelante los gastos militares y también la vigilancia nocturna. No está de más decir que éste y cualquier cobro era reprobado por la ciudadanía del imperio romano por considerarse abusivo. El “quadragesima litium” era un asunto entre abogados y la autoridad judicial. Se trataba de un impuesto del 2.5% sobre el valor total del asunto que se estaba trabajando.

Para el siglo XVI la autoridad inglesa creó el ISB o el Impuesto Sobre la Barba, un pago para quienes poseían una barba de más de 2 semanas.

La idea era convertir esa apariencia en símbolo de estatus. 200 años después Pedro el Grande aplicó el cobro, pero en sentido inverso, con la idea de favorecer a las personas rasuradas. El impuesto sobre las ventanas imponía cobros a los propietarios de casas con muchas ventanas, las cuales solían ser de los ricos. El problema llegó cuando las casas sin ventilación empezaron a provocar enfermedades entre sus moradores.

Para impuestos extraños, California se pinta solo. En el 2016 los legisladores locales aprobaron el impuesto sobre las flatulencias de las vacas, fuente primordial de metano, contaminante más severo que el dióxido de carbono (la información está disponible en la página oficial del congreso californiano: leginfo.legislature.ca.gov/faces/billNavClient.xhtml?bill_id=201520160SB138

El Muro


Son impopulares, pero necesarios, porque un gobierno casi no produce dinero, básicamente recauda para luego distribuir. En español le decimos impuestos, palabra proveniente de una expresión que significa fijar algo a alguien. En inglés le dicen taxes o estimar un valor, ambos términos derivan del latín.

El gobierno estatal está pagando las consecuencias de cobrar, a pesar del esfuerzo del secretario de Hacienda al destacar que el presupuesto de ingresos 2020 es 1 mil 600 millones de pesos menor al que ejerció en su mayoría la administración anterior y de que todos los impuestos incrementados, no serán pagados directamente por el ciudadano de a pie.

Para eso de sacar dinero hasta de las piedras, la autoridad sabe cómo hacerlo. Aquí en Baja California, Esteban Cantú se las ingenió para cobrar impuestos a la producción de opio a través de la Dirección de

Contribuciones Directas. Lo único que se podría castigar era “la ocultación en calidad o cantidad, la fabricación clandestina y demás contravenciones a esta disposición”.

Los romanos fueron el mejor ejemplo de que cuando se ocupa dinero, lo que sobra es la viveza. Vespasiano aplicó el “vectigal urinae” o el cobro por usar los urinarios o mingitorios públicos, algo que de alguna forma continúa haciéndose sobre todo en los parques públicos, solo que en forma de propina, salvo que lo recolectado suele ir a las bolsas de los trabajadores que mantienen limpio el espacio.

El “vectigal rotarium” gravaba la circulación de vehículos por las vías del imperio. Lo ingresado se utilizaba supuestamente para el mantenimiento de las calles. El “centesima rerum venalium” era el impuesto del 1% sobre los bienes vendidos en una subasta, ingresos destinados a sacar adelante los gastos militares y también la vigilancia nocturna. No está de más decir que éste y cualquier cobro era reprobado por la ciudadanía del imperio romano por considerarse abusivo. El “quadragesima litium” era un asunto entre abogados y la autoridad judicial. Se trataba de un impuesto del 2.5% sobre el valor total del asunto que se estaba trabajando.

Para el siglo XVI la autoridad inglesa creó el ISB o el Impuesto Sobre la Barba, un pago para quienes poseían una barba de más de 2 semanas.

La idea era convertir esa apariencia en símbolo de estatus. 200 años después Pedro el Grande aplicó el cobro, pero en sentido inverso, con la idea de favorecer a las personas rasuradas. El impuesto sobre las ventanas imponía cobros a los propietarios de casas con muchas ventanas, las cuales solían ser de los ricos. El problema llegó cuando las casas sin ventilación empezaron a provocar enfermedades entre sus moradores.

Para impuestos extraños, California se pinta solo. En el 2016 los legisladores locales aprobaron el impuesto sobre las flatulencias de las vacas, fuente primordial de metano, contaminante más severo que el dióxido de carbono (la información está disponible en la página oficial del congreso californiano: leginfo.legislature.ca.gov/faces/billNavClient.xhtml?bill_id=201520160SB138