/ domingo 8 de abril de 2018

Invitación

PENSARES

Una mujer salió de su casa y vio a tres viejos de largas barbas sentados frente a su jardín. Ella no los conocía y les dijo, “no creo conocerlos, pero deben tener hambre, por favor entren a mi casa para que puedan comer algo”. Ellos preguntan, ¿está el hombre de la casa? “No”, respondió ella. “Entonces no podemos entrar, dijeron ellos”.

Al atardecer, cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido y él le dijo, “entonces ve y diles que ya llegué e invítalos a pasar”, la mujer salió a invitar a los hombres a pasar a su casa, “no podemos entrar los tres juntos a una casa”, explicaron los viejitos. “¿Por qué?”, quiso saber ella.

Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó, “su nombre es Riqueza, luego se dirigió hacia el otro, su nombre es Éxito, yo me llamo Amor, ahora ve adentro y decide con tu marido a quién de nosotros tres, ustedes desean invitar a su casa”. La mujer entró a su casa y le contó a su marido lo que le habían dicho…

El hombre se puso feliz, “qué bueno, y ya que así es el asunto, entonces invitemos a Riqueza, dejemos que entre y llene nuestra casa de riqueza”. Su esposa no estuvo de acuerdo y le dijo: ¿Por qué no invitamos a Éxito”.

La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa, vino corriendo con una idea, “¿no sería mejor invitar a Amor, nuestra casa entonces estaría llena de amor?”.

“Hagamos caso del consejo de nuestra hija”, dijo el esposo a su mujer, “ve afuera e invita a Amor para que sea nuestro huésped”.

La esposa salió y les preguntó a los tres viejitos, “¿quién de ustedes es Amor? Por favor venga para que sea nuestro invitado”.

Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa, los otros dos también se levantaron y lo siguieron. Sorprendida la señora le preguntó a Riqueza y a Éxito, “yo solo invité a Amor. ¿Por qué también vienen ustedes?”.

Los viejos respondieron juntos, “si hubieras invitado a Riqueza o Éxito, los otros dos habrían permanecido afuera, pero ya que invitaste a Amor, donde sea que él vaya nosotros vamos con él”.

Dondequiera que hay amor, hay también riqueza y éxito.

EL SAUCE LLORÓN

Un día de primavera junto al arroyo apareció una planta, pronto llamó la atención porque se desarrollaba con gran fuerza y no era para menos, crecía junto al arroyo lejos de toda molestia, rodeado de paz, humedad y sol.

Meses más tarde encontró en el arroyo un espejo, donde no se cansaba de mirarse y de admirarse por sus verdes ramas, aparentemente tenía todo lo que podía ambicionar y no necesitaba de nadie ni de nada, hasta ignoraba si existían otros árboles.

Durante un día nublado ya que no se veía reflejado tuvo una idea, quiso levantar sus ramas, mirar lejos, como quien anhela nuevos horizontes, quiso descubrir lo que lo rodeaba, pero no fue posible, a pesar de que lo intentó varias veces, sus ramas como cansadas, seguían acariciando el arroyo.

Pensó en pedir ayuda, pero su orgullo se lo impedía y un escalofrío de tristeza sacudió su existencia. La brisa agitó una vez más en las aguas las largas ramas de la planta que luego pausadamente dejaban caer lágrimas de impotencia, porque ya no podía erguirse para apreciar lo que lo rodeaba, desde entonces ya no sueña con mirarse en el espejo del arroyo, hoy todos los que lo ven lo llaman Sauce llorón.

En nuestra vida a veces sucede algo parecido, el egoísmo, salpicado de vanagloria nos impide realizarnos en la comunidad, en la familia y ser uno mismo.

El ser humano ha querido encontrar su reposo a la sombra de sí mismo y el resultado ha sido que sigue sin encontrarlo, cuando no descubrimos y no aceptamos el mundo que nos rodea, terminamos lamentando y pateando nuestra propia existencia.

No se enciende una lámpara para esconderla, sino para colocarla en un candelero y así iluminar a todos en la casa.


PENSARES

Una mujer salió de su casa y vio a tres viejos de largas barbas sentados frente a su jardín. Ella no los conocía y les dijo, “no creo conocerlos, pero deben tener hambre, por favor entren a mi casa para que puedan comer algo”. Ellos preguntan, ¿está el hombre de la casa? “No”, respondió ella. “Entonces no podemos entrar, dijeron ellos”.

Al atardecer, cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido y él le dijo, “entonces ve y diles que ya llegué e invítalos a pasar”, la mujer salió a invitar a los hombres a pasar a su casa, “no podemos entrar los tres juntos a una casa”, explicaron los viejitos. “¿Por qué?”, quiso saber ella.

Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó, “su nombre es Riqueza, luego se dirigió hacia el otro, su nombre es Éxito, yo me llamo Amor, ahora ve adentro y decide con tu marido a quién de nosotros tres, ustedes desean invitar a su casa”. La mujer entró a su casa y le contó a su marido lo que le habían dicho…

El hombre se puso feliz, “qué bueno, y ya que así es el asunto, entonces invitemos a Riqueza, dejemos que entre y llene nuestra casa de riqueza”. Su esposa no estuvo de acuerdo y le dijo: ¿Por qué no invitamos a Éxito”.

La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra esquina de la casa, vino corriendo con una idea, “¿no sería mejor invitar a Amor, nuestra casa entonces estaría llena de amor?”.

“Hagamos caso del consejo de nuestra hija”, dijo el esposo a su mujer, “ve afuera e invita a Amor para que sea nuestro huésped”.

La esposa salió y les preguntó a los tres viejitos, “¿quién de ustedes es Amor? Por favor venga para que sea nuestro invitado”.

Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa, los otros dos también se levantaron y lo siguieron. Sorprendida la señora le preguntó a Riqueza y a Éxito, “yo solo invité a Amor. ¿Por qué también vienen ustedes?”.

Los viejos respondieron juntos, “si hubieras invitado a Riqueza o Éxito, los otros dos habrían permanecido afuera, pero ya que invitaste a Amor, donde sea que él vaya nosotros vamos con él”.

Dondequiera que hay amor, hay también riqueza y éxito.

EL SAUCE LLORÓN

Un día de primavera junto al arroyo apareció una planta, pronto llamó la atención porque se desarrollaba con gran fuerza y no era para menos, crecía junto al arroyo lejos de toda molestia, rodeado de paz, humedad y sol.

Meses más tarde encontró en el arroyo un espejo, donde no se cansaba de mirarse y de admirarse por sus verdes ramas, aparentemente tenía todo lo que podía ambicionar y no necesitaba de nadie ni de nada, hasta ignoraba si existían otros árboles.

Durante un día nublado ya que no se veía reflejado tuvo una idea, quiso levantar sus ramas, mirar lejos, como quien anhela nuevos horizontes, quiso descubrir lo que lo rodeaba, pero no fue posible, a pesar de que lo intentó varias veces, sus ramas como cansadas, seguían acariciando el arroyo.

Pensó en pedir ayuda, pero su orgullo se lo impedía y un escalofrío de tristeza sacudió su existencia. La brisa agitó una vez más en las aguas las largas ramas de la planta que luego pausadamente dejaban caer lágrimas de impotencia, porque ya no podía erguirse para apreciar lo que lo rodeaba, desde entonces ya no sueña con mirarse en el espejo del arroyo, hoy todos los que lo ven lo llaman Sauce llorón.

En nuestra vida a veces sucede algo parecido, el egoísmo, salpicado de vanagloria nos impide realizarnos en la comunidad, en la familia y ser uno mismo.

El ser humano ha querido encontrar su reposo a la sombra de sí mismo y el resultado ha sido que sigue sin encontrarlo, cuando no descubrimos y no aceptamos el mundo que nos rodea, terminamos lamentando y pateando nuestra propia existencia.

No se enciende una lámpara para esconderla, sino para colocarla en un candelero y así iluminar a todos en la casa.


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