/ lunes 10 de diciembre de 2018

Kiko, el licenciado

A mediados de los 90’s llegó un nuevo partido al frente de un Ayuntamiento aquí en Baja California. El clamor era que castigaran a los responsables de las anomalías del pasado, pero los entrantes decidieron el borrón y cuenta nueva, porque en política -que es como una especie de rueda de la fortuna- nada es más valioso que el “te protejo para que me protejas”, así como lo hizo el presidente López. En estos momentos, a menos de un año para que termine su mandato, el gobernador Vega se encuentra en medio de una irreparable e indetenible “cascada de disponibilidad”, un fenómeno en el cual un tema polémico o varios son exagerados constantemente hasta el grado de convertirse en una “verdad social”, una sentencia. La cascada se nutre de la heurística de disponibilidad, la tendencia a opinar con lo primero que tenemos a la mano (o en la mente), hecho que se fortalece con el impacto que tiene esa caja de resonancia llamada “redes sociales cibernéticas”, donde ni siquiera es necesario que las acusaciones sean verdaderas o tengan algún sustento. Un ejemplo de disponibilidad es comparar a Vega con Javier Duarte, cuando aquí tenemos -en el olvido- el caso de Xicoténcatl Leyva (que ha reaparecido en la escena política, orondo), obligado a licenciarse justo el año en que se renovaba la gubernatura… que ganó el PAN. A menos que la dignidad llevada hasta los límites de la soberbia sea su consejera, el Gobernador debería considerar pedir licencia para abandonar el cargo y luego negociar su protección, ya que con eso, por increíble que parezca, puede incrementar las probabilidades de que su partido mantenga el poder. (La Constitución estatal sí marca la figura de renuncia expresa por causas graves, pero requiere de la calificación del Congreso, así que lo más ventajoso es solicitar autorización para hacerse a un lado, porque con la figura de la licencia se mantienen algunas de las prerrogativas, como la inmunidad). En 29 años en el poder, los panistas jamás habían enfrentado un desgaste de tal magnitud, aunque éste no ocurrió de la noche a la mañana, ni toda la responsabilidad debería atribuírsele a Vega, cuyo principal pecado es ser un empresario carente de inteligencia social, es decir, la capacidad de ser empático, condición imprescindible para tener éxito en la política (aunque curiosamente su esposa, sí tiene la habilidad de identificarse con los demás, pero fue desaprovechada, reducida a banales tareas de “Primera Dama”). Sirvan estas fechas de reflexión para que el Gobernador pondere su situación: Si permanece le pondrá el camino más sencillo a la oposición, porque la cascada de disponibilidad seguirá alimentándose, además corre el riesgo de que alguno de los señalamientos en su contra sí proceda en la vía judicial. Si se va, los panistas pueden vender la imagen de un regreso a sus principios básicos, alejados de los advenedizos. Irse no es tan malo, porque al correr de los años su caso quedará en el olvido comunitario. Que los panistas prendan veladoras.

A mediados de los 90’s llegó un nuevo partido al frente de un Ayuntamiento aquí en Baja California. El clamor era que castigaran a los responsables de las anomalías del pasado, pero los entrantes decidieron el borrón y cuenta nueva, porque en política -que es como una especie de rueda de la fortuna- nada es más valioso que el “te protejo para que me protejas”, así como lo hizo el presidente López. En estos momentos, a menos de un año para que termine su mandato, el gobernador Vega se encuentra en medio de una irreparable e indetenible “cascada de disponibilidad”, un fenómeno en el cual un tema polémico o varios son exagerados constantemente hasta el grado de convertirse en una “verdad social”, una sentencia. La cascada se nutre de la heurística de disponibilidad, la tendencia a opinar con lo primero que tenemos a la mano (o en la mente), hecho que se fortalece con el impacto que tiene esa caja de resonancia llamada “redes sociales cibernéticas”, donde ni siquiera es necesario que las acusaciones sean verdaderas o tengan algún sustento. Un ejemplo de disponibilidad es comparar a Vega con Javier Duarte, cuando aquí tenemos -en el olvido- el caso de Xicoténcatl Leyva (que ha reaparecido en la escena política, orondo), obligado a licenciarse justo el año en que se renovaba la gubernatura… que ganó el PAN. A menos que la dignidad llevada hasta los límites de la soberbia sea su consejera, el Gobernador debería considerar pedir licencia para abandonar el cargo y luego negociar su protección, ya que con eso, por increíble que parezca, puede incrementar las probabilidades de que su partido mantenga el poder. (La Constitución estatal sí marca la figura de renuncia expresa por causas graves, pero requiere de la calificación del Congreso, así que lo más ventajoso es solicitar autorización para hacerse a un lado, porque con la figura de la licencia se mantienen algunas de las prerrogativas, como la inmunidad). En 29 años en el poder, los panistas jamás habían enfrentado un desgaste de tal magnitud, aunque éste no ocurrió de la noche a la mañana, ni toda la responsabilidad debería atribuírsele a Vega, cuyo principal pecado es ser un empresario carente de inteligencia social, es decir, la capacidad de ser empático, condición imprescindible para tener éxito en la política (aunque curiosamente su esposa, sí tiene la habilidad de identificarse con los demás, pero fue desaprovechada, reducida a banales tareas de “Primera Dama”). Sirvan estas fechas de reflexión para que el Gobernador pondere su situación: Si permanece le pondrá el camino más sencillo a la oposición, porque la cascada de disponibilidad seguirá alimentándose, además corre el riesgo de que alguno de los señalamientos en su contra sí proceda en la vía judicial. Si se va, los panistas pueden vender la imagen de un regreso a sus principios básicos, alejados de los advenedizos. Irse no es tan malo, porque al correr de los años su caso quedará en el olvido comunitario. Que los panistas prendan veladoras.